‘Somos.’: la miniserie de Netflix sirve en tablero de ajedrez la masacre desconocida de Allende con un villano oculto y costumbrista

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Allende, un pueblo de unos 23.000 habitantes del estado mexicano de Coahuila, es un nombre que probablemente no dice nada en el continente europeo, hasta que Netflix lo ha ubicado de cierta manera en el mapa para contar en ‘Somos.’ la historia de una venganza. Ocurrida en marzo de 2011, enmudeció aún más a los locales que están entre medias de la guerra contra las drogas entre cárteles y la DEA.

Más de diez años después de que el cártel de los Zetas destruyera buena parte del pueblo y asesinara a sangre fría a decenas de personas en Allende —las cifras a las que apuntan las autoridades mexicanas según la prensa local son de 28 asesinados, frente a los más de 300 muertos y desaparecidos que denuncia la sociedad civil—, la plataforma de streaming suma un esfuerzo más con su miniserie de seis capítulos para que lo que históricamente ha pasado a bautizarse como la masacre de Allende, que ha estado rodeada de silencio institucional y pocos esfuerzos de investigación, se conozca a nivel mundial.

No obstante, el punto de partida de ‘Somos.’ no es simplemente el acontecimiento en sí, sino la investigación que desarrollaron conjuntamente ProPublica y National Geographic y que salió a la luz en junio de 2017 después de un año de investigación en un artículo titulado ‘Anatomía de una masacre‘, que firmó la periodista ganadora del Pulitzer Ginger Thompson, quien trabajó durante un tiempo desde Ciudad de México para The New York Times y The Baltimore Sun.

Una absorbente historia coral centrada en la vida cotidiana destruida por los narcos

Ese reportaje sienta las bases de los personajes corales con los que se busca reconstruir la realidad de Allende en un escenario en el que se esconden dos de los capos del narcotráfico más buscados por Estados Unidos, Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, más conocidos como los Z-40 y Z-42 por su pertenencia al cártel de los Zetas.

Los guionistas de esta miniserie Monika Revilla (‘La casa de las flores’) y James Schamus (guionista que se pone por primera vez a cargo de una serie y es conocido por su trabajo como productor en películas como ‘Tigre y dragón‘ o ‘Brokeback Mountain‘) establecen a sus personajes, que se reparten prácticamente el mismo peso de la acción con tramas paralelas.

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El propio Schamus ha explicado que querían que la ficción se centrara más en la vida cotidiana que en los peces gordos del narcotráfico, con la ayuda de estos testimonios reales para simular con una serie de fichas los movimientos reales que se dieron sobre el tablero de ajedrez que era Allende para los Zetas, cuando desplegaron su poder en el estado de Tamaulipas.

Así, los protagonistas de ‘Somos.’ van desde una brigada de bomberos, una familia adinerada con varios ranchos que tiene un hijo descarriado, una vendedora ambulante de perritos calientes o unos estudiantes de instituto que juegan a fútbol americano hasta los agentes de la DEA que están a punto de atrapar a los Treviño o Héctor Moreno y César Molina, personajes que se asemejan en la pequeña pantalla a los lugartenientes de confianza que los Zetas tenían en Allende a cargo de las comunicaciones y de las operaciones que pasaban por la localidad.

Somos

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Si bien es cierto que el reparto coral es necesario para desplegar los trapicheos y reveses que llegan a afectar a todos los personajes, en mayor o menor medida, por culpa de las redes del narcotráfico, en un primer momento se presentan demasiado de golpe y sin mucha maestría en el capítulo uno esas caras que van a acompañar a los espectadores durante las cinco horas siguientes.

Cada historia personal comienza desde un punto demasiado aleatorio, a pesar de ser una introducción de personajes, y ‘Somos’ arranca con una retahíla de escenas que no llegan a captar la atención del espectador por su ritmo muy picado y las prisas por colocar sobre la mesa cada pieza del puzzle.

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Aun así, rápidamente, con la segunda entrega de la miniserie, se recupera el interés para enganchar por completo trazando los lazos entre personajes que ponen en la pista de los tejemanejes de los Zetas llegado ya el ecuador de la ficción.

Lo más atractivo que tiene ‘Somos.’ viene marcado por el hecho de que los testigos de esta historia le dan al «play» sabiendo que se dirige hacia una masacre, pero sin saber cuál es la penitencia que cumplirá el reparto en el camino. A esto contribuye el que, por ejemplo, en ningún momento salgan en pantalla los hermanos Treviño, que más que dos personajes constituyen una fuerza maligna omnipresente, pero invisible, que con sus muchos tentáculos puede echar a perder en cualquier momento a los vecinos de Allende.

Somos

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Esa parte costumbrista, que refleja los daños colaterales que viven los mexicanos en ciertas áreas del país por culpa de las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, se sustenta también en unas localizaciones áridas, que simulan el pueblo ganadero de Allende, y que fueron filmadas en el estado de Durango, ya que por seguridad el rodaje no se pudo llevar a cabo en el propio pueblo protagonista.

‘Somos.’ o «la historia de una matanza delirante»

En esos viajes por carretera hacia Piedras Negras, un pueblo vecino estratégico para cruzar la frontera de Estados Unidos, y en los simples desplazamientos en coche por las calles de Allende o en los momentos en que se ve a Doña Chayo empujando su carrito de venta ambulante por el pueblo, se crea un ambiente de tensión arropado por la banda sonora que puede recordar un tanto a esa épica del villano del spaghetti western. Aupada además por el lenguaje desafiante de los capos que sirve para nombrar los distintos capítulos de la miniserie, como si de apartados de una película de Quentin Tarantino se tratasen.

Crear esa atmósfera a base de costumbrismo, polvo y cierta miseria ayuda también a trasladar al otro lado de la pantalla la injusticia de una ciudad sin ley, en la que se da un «doble Gobierno: el oficial y el de los narcos», como explica en el reportaje de Ginger Thompson el vicealcalde de Allende en 2011.

Vestidos con uniforme de policía o siendo parte del ejército, hay otros enemigos, a los que se ve venir, según dice uno de los personajes. Es precisamente la Policía Federal mexicana la que tira por tierra la operación de la DEA contra el Z-40 y el Z-42 y todos estos actores son, a fin de cuentas, responsables junto a otras autoridades gubernamentales locales los que ayudaron a tapar esta historia durante los dos años posteriores, de acuerdo con lo que indica la revista ‘Proceso’, que detalló también la masacre de Allende en un reportaje publicado en 2014 que se tituló ‘Historia de una matanza delirante’.

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De hecho, tal y como se hace eco a través de Twitter Ginger Thompson, organizaciones como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos o la institución pública de investigación El Colegio de México, que publicó el informe ‘En el desamparo. Los Zetas, el Estado, la sociedad y las víctimas de San Fernando, Tamaulipas (2010) y Allende, Coahuila (2011)‘, han hecho más por investigar lo ocurrido que las fuerzas policiales o militares. En sintonía con lo que también se hace eco ‘Proceso’, el Archivo Nacional de Seguridad ha desclasificado numerosos documentos oficiales que dan cuenta de que las autoridades no se inmutaron para averiguar lo que pasó.

Sumario: ¿qué hay más allá del final?

Quienes lean la historia de ProPublica y National Geographic antes o después de verse ‘Somos.’, se darán cuenta de que no se sigue en la miniserie exactamente la misma cronología de hechos en lo que a los asesinatos se refiere ni tampoco se cogen a pies juntillas lo que define a cada testimonio, para tener una mayor libertad componiendo los personajes.

Somos.

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César Molina, el personaje que vendría a simular la figura de Mario Alfonso ‘Poncho’ Cuéllar, el lugarteniente de confianza de los Zetas en Allende, es la figura de la organización de los Zetas menos definida, por parecer en un principio un agente externo recién llegado que resulta ser el mandamás. Tampoco se comprende cómo se guioniza su relación con Héctor Moreno, ya que la acción parece centrarse más en su mano derecha que en él, por lo que Molina acaba siendo un sujeto deslavazado al no haberle dado el tiempo suficiente en pantalla para comprender quién es.

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‘Somos.’ presume de ser más que unos simples acontecimientos violentos y lo es, pues no se recrea en la violencia per se ni en la «grandeza» de unas figuras del narcotráfico, sin esconder, como tampoco lo hace la prensa mexicana al informar de la violencia en las calles dentro de sus fronteras, las represalias de las redes criminales. Sin embargo, el clímax y el cierre de la miniserie no llega a satisfacer la intriga que se ha generado en el espectador y queda inconclusa con ciertos personajes.

La miniserie de Revilla y Schamus no se quiere quedar simplemente en la matanza en sí, pero evita en verdad continuar con la historia cuando tiene una percha aún más interesante que perseguir con la investigación que se ha hecho pública estos años. Además, también hay un potencial mayor de escritura de seguir explorando el universo de Allende a partir de ese marzo de 2011.