Tras la fantástica ‘El porvenir’, Mia Hansen-Løve cambia levemente de registro con un drama ligero que mantiene buena parte de sus constantes autorales, pero que cambia radicalmente de escenario.
Esta vez nos cuenta la historia de Gabriel (Roman Kolinka), un periodista recién liberado de un largo secuestro a manos del ISIS que decide buscar respuestas a una vida que se le ha complicado viajando a Goa. Allí se reencontrará con su familia materna y conocerá a Maya (Aarshi Banerjee), una joven prima que cambiará su visión del mundo.
Hablamos con la directora y guionista de qué novedades presenta con ‘Maya’, cómo continúa el discurso del resto de su obra y qué dificultades ha entrañado rodarla casi íntegramente en India.
*** ¿De dónde nace la idea para ‘Maya?**
Al final de mi anterior película, ‘El porvenir’, el personaje de Isabelle Huppert veía el mundo desmoronarse a su alrededor, y encontraba la fuerza para recuperarse y hacer frente a la situación. Pero eso implicaba para ella renunciar al amor sensual. Y me pareció que después de dos años invertidos en la película, necesitaba cambiar de registro, y así nació ‘Maya’. No es la única razón de que la película haya nacido así, ni mucho menos, pero es una de las razones. Muchas veces, cuando eres tu propia guionista, las películas funcionan como respuestas, unas dialogan con otras. O más bien, cada una colma el vacío que deja la anterior.
*** Siempre reconoce que hay un elemento biográfico en sus películas, aunque no estén inspiradas directamente en su vida. ¿Qué hay de su experiencia personal en este film?**
Bueno, para empezar viajo muy a menudo a la India. Mi abuelo era reportero de guerra, y aunque no lo conocí demasiado porque murió muy joven me marcaron las historias que me contaron de él. Pero quizás con lo que más me identifico en la película es con la búsqueda de renacimiento de Gabriel, que también es la mía.
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*** ¿Cómo ha sido la experiencia de rodar en India sin caer en los clichés del pasado colonialista que arrastra Francia?**
Primero, hay que aclarar que eso es algo que no me afecta: ni yo ni mi familia arrastramos un pasado colonial, así que no tengo esa mala conciencia de muchos de mis compatriotas. Quizás también es porque siempre me he sentido más europea que francesa: mi padre es danés, nacido en Austria. Sin embargo, sí que me interesa, cuando llego a Goa, filmar los vestigios de la cultura portuguesa. Lo increíble de Goa es que es una amalgama de culturas: la india, la portuguesa y, más recientemente, de muchas otras que Goa va absorbiendo.
Por ejemplo, hay una colonia rusa muy importante (y problemas con la mafia de ese país). También los israelíes, que después de hacer el servicio militar durante cinco años, suelen ir a pasar una temporada a Goa, es algo que se ve en la película. También hay una comunidad islámica importante. Pero todos conviven. Y hay problemas, claro, hay una terrible corrupción, pero en general existe una estupenda convivencia en esta especie de utopía perdida.
*** Hay un tema recurrente en todo tu cine, que es la idea del cambio como motor que mueve a los personajes. ¿Ha cambiado, valga la redundancia, esta idea desde tus primeras películas?**
Es cierto que en todas mis películas se habla del cambio, pero es un cambio interior, una transformación íntima. Mis películas han evolucionado, pero lo cierto es que las emociones que me impulsan a contar historias y que quiero exponer siguen siendo las mismas. Lo que sí ha cambiado, quizás, es la forma, cómo las cuento. Y espero seguir evolucionando y no quedarme estancada, seguir aprendiendo.
*** ¿Era importante para ti que la actriz que interpreta a Maya fuera debutante?**
No descarté de antemano contratar a una actriz profesional para hacer ese papel, pero lo cierto es que de algún modo sabía que acabaría recurriendo a una debutante o una actriz con muy poca experiencia. Vi cientos de vídeos, fue un casting larguísimo, pero solo Aarshi Banerjee demostró una inmediatez y espontaneidad que no fui capaz de encontrar en nadie más.
*** Aquí en España se vive un debate con respecto al interés del público en el cine: las salas están desapareciendo, las plataformas de streaming le comen terreno a las proyecciones tradicionales… ¿qué piensas del futuro del cine y las nuevas formas de pensar el cine y consumirlo?**
Me temo que mi respuesta va a ser muy deprimente (risas). Hace tiempo que reflexiono sobre el tema: la caída de espectadores, la desaparición de salas de cine, y sobre todo el empobrecimiento del pensamiento cinematográfico… Dicho esto, también intento ser positiva. Hay cosas que proporcionan alicientes. Por ejemplo, anoche presenté una película mía de hace diez años en la Filmoteca, en el cine Doré: la sala estaba casi llena a pesar del fútbol, y la gente, la mayoría muy jóvenes, se implicaron a fondo en el debate posterior a la película. Estuve también en una sala muy interesante en Nueva York, Metro Graph, donde ponen cine clásico, de todo tipo, de todas las épocas, y siempre llenan. Son islotes, pero quizás ante el avance de la nulidad cultural se genere una resistencia que nos permita oponernos.
*** ¿Qué nos puedes adelantar de ‘Bergman Island’?**
Poca cosa, porque no está acabada (risas). Rodé la mitad de la película el verano pasado y terminaré con ella el verano que viene, así que hasta 2020 no estará acabada.