Cuando los expertos en astrobiología buscan planetas habitables se fijan en una serie de características que los hacen semejantes al nuestro. Esto nos deja con una pequeña cantidad de exoplanetas potencialmente habitables de entre los miles que hemos detectado ya. Sin embargo un nuevo estudio acaba de abrir la puerta a ampliar esta lista.
La “zona terminator”. Un equipo estadounidense de investigadores acaba de abrir una vía para incluir una nueva categoría de planetas entre los potencialmente habitables. La clave está en una región que algunos han denominado ya “zona terminator”, término que hace referencia a la zona crepuscular o terminador de un planeta.
Para entender por qué esta zona puede ser tan importante podemos pensar en el sistema que forma nuestro planeta y la Luna. La órbita de nuestro satélite está anclada a nuestro planeta de forma que siempre es la misma cara la que vemos, con su otra cara oculta.
Entre el día y la noche. Ahora podemos imaginar un planeta anclado en órbita de la misma forma a su estrella, con un hemisferio siempre encarando a su estrella, afrontando un caluroso día eterno y su otra cara en situación opuesta, viviendo una noche infinita y heladora. Entre ambos hemisferios, una zona anular templada, en su propio crepúsculo.
“Estos planetas tienen un lado diurno permanente y un lado nocturno permanente” explicaba en una nota de prensa Ana Lobo, astrobióloga y miembro del equipo responsable del trabajo. “[Estos son planetas] donde el lado diurno puede ser abrasador, bien por encima de la habitabilidad; y la zona nocturna estará helada, potencialmente cubierta en hielo.”
Las estrellas más abundantes. Los planetas a los que hace referencia el estudio son planetas asociados a un tipo concreto de estrella, enanas rojas o enanas M. Estas estrellas son particularmente abundantes en nuestra galaxia (alrededor del 70% de las estrellas visibles de noche desde nuestro planeta) pero tienen un problema: su tamaño.
Estas estrellas más pequeñas y frías que nuestro Sol cuentan con una zona habitable que se extiende a una distancia relativamente corta de ellas. La cercanía entre dos cuerpos celestes que orbitan facilita que se de el llamado acoplamiento de marea, el fenómeno que hace que una de las caras del cuerpo que orbita quede siempre de frente con respecto al cuerpo en torno al cual gira.
La abundancia de estas enanas M implica que planetas como del tipo al que hace referencia el estudio sean también relativamente comunes, planetas que hasta ahora se habrían descartado pese a estar en la zona habitable por ser a la vez demasiado fríos y demasiado tórridos.
Un modelo climático extraterrestre. El equipo modeló el clima de las zonas crepusculares de los planetas con herramientas semejantes a las empleadas para analizar el clima de la Tierra, introduciendo, naturalmente, algunos cambios para adaptarlos a las circunstancias.
El resultado fue una zona climática consistente con la existencia de agua líquida y, por tanto, de vida. Los detalles del estudio han sido publicado en la revista The Astrophysical Journal.
Una búsqueda de décadas. Nadie dijo que encontrar vida fuera de nuestro planeta sería fácil (y si lo dijo no estaba en su mejor día). Hasta la fecha llevamos descubiertos millares de exoplanetas y un buen puñado de ellos son, por lo que sabemos, potencialmente habitables.
Poco a poco vamos contando con nuevas herramientas que nos permiten indagar en estos planetas de nuestro entorno galáctico. Pronto podríamos ser capaces de detectar biomarcadores que denoten la presencia de vida en nuestros planetas vecinos, aun cuando es posible que nunca seamos capaces de visitarlos.
Y eso sin olvidar que la vida fuera de nuestro planeta podría estar tan cerca como nuestro propio sistema solar.
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Imagen | Ana Lobo/UC Irvine / bertomic