La
historia
saltó
a
raíz
de
un
dato
de
la
inteligencia
ucraniana.
Al
parecer,
más
de
700
personas
han
sido
detenidas
en
el
país
por
delitos
de
sabotaje
y
terrorismo.
¿El
problema?
Que
una
cuarta
parte
de
ellos
eran
menores,
así
que
se
abrió
una
investigación
para
averiguar
cómo
habían
llegado
hasta
allí.
Descubrieron
algo
mucho
más
grande:
muchos
de
ellos
ni
siquiera
sabían
que
estaban
ejecutando
una
misión
rusa.
Espías
y
terroristas
por
accidente.
La
guerra
entre
Rusia
y
Ucrania
ha
dejado
de
librarse
únicamente
en
los
campos
de
batalla
para
infiltrarse
en
los
móviles
de
los
adolescentes.
Un
creciente
número
de
menores
ucranianos
está
siendo
reclutado
por
los
servicios
de
inteligencia
rusos
a
través
de
aplicaciones
de
mensajería
como
Telegram,
con
la
promesa
de
dinero
fácil
a
cambio
de
realizar
tareas
que
van
desde
la
toma
de
fotografías
de
objetivos
militares
hasta
la
colocación
de
explosivos.
Uno
de
los
casos
más
recientes
es
el
de
un
joven
de
16
años
arrestado
in
fraganti
en
la
ciudad
de
Dnipro
mientras
recopilaba
información
sobre
posiciones
militares
ucranianas
para
el
FSB.
Su
caso
no
es
excepcional:
según
el
Servicio
de
Seguridad
de
Ucrania
(SBU),
desde
la
primavera
de
2024
más
de
700
personas
han
sido
detenidas
por
actividades
de
espionaje,
sabotaje
o
terrorismo
dirigidas
por
agentes
rusos,
y
como
decíamos,
alrededor
del
25%
eran
menores
de
edad.
De
Telegram
al
campo
de
batalla.
Los
métodos
de
captación
siguen
un
patrón
inquietante.
Usando
cuentas
anónimas
en
Telegram,
Discord,
WhatsApp
o
Viber,
los
agentes
rusos
contactan
con
jóvenes
ofreciéndoles
entre
100
y
1.000
dólares
por
tareas
sencillas
que
se
tornan
cada
vez
más
peligrosas:
tomar
fotos
de
sistemas
antiaéreos,
provocar
incendios
en
infraestructuras
críticas
o
plantar
explosivos
en
estaciones
de
reclutamiento.
Muchos
de
los
adolescentes
reclutados
actúan
a
sabiendas,
otros
creen
estar
participando
en
juegos
o
desafíos
digitales,
como
en
el
caso
de
dos
menores
de
15
y
16
años
en
Járkiv,
quienes
pensaban
estar
completando
un
“quest”
al
seguir
instrucciones
del
FSB
para
geolocalizar
y
grabar
instalaciones
militares.
Esas
coordenadas
fueron
utilizadas
para
guiar
ataques
aéreos
contra
la
ciudad.
Suicidas
involuntarios.
En
otros
casos,
el
resultado
ha
sido
letal:
dos
adolescentes
reclutados
para
colocar
una
bomba
en
una
estación
de
tren
en
Ivano-Frankivsk
resultaron
víctimas
del
propio
dispositivo,
activado
remotamente
por
sus
supervisores
rusos,
en
lo
que
se
ha
descrito
como
una
operación
de
suicidio
forzado
sin
conocimiento
del
ejecutor.
En
otro,
descrito
por
el
Guardian,
Oleh,
un
joven
de
19
años
del
este
de
Ucrania
aceptó
un
trabajo
ofrecido
por
un
desconocido
llamado
“Anton”
por
1.000
dólares:
debía
recoger
una
mochila
en
Rivne
y
rociar
pintura
frente
a
una
comisaría.
Ocurre
que
dentro
de
la
bolsa
no
había
pintura,
sino
un
artefacto
explosivo
improvisado,
con
cables,
un
móvil
adherido
y
una
trampa
mortal
que
lo
habría
convertido,
sin
saberlo,
en
un
atacante
suicida.
La
operación.
Oleh
fue
reclutado
de
forma
progresiva.
Comenzó
enviando
fotos
de
edificios
públicos
por
50
dólares
a
cambio
de
pagos
en
criptomonedas,
lo
que
le
hizo
entrar
en
la
órbita
de
sus
captores.
Tras
negarse
a
incendiar
un
edificio,
fue
contactado
semanas
después
por
otro
hombre,
“Alexander”,
que
le
ofreció
una
nueva
tarea
aparentemente
inofensiva
y
mejor
remunerada.
Oleh
convenció
a
su
amigo
Serhiy
de
unirse
al
plan.
Ambos,
desempleados
y
necesitados
de
dinero,
viajaron
a
Rivne
y
recogieron
las
bolsas
en
una
zona
acordada.
La
operación,
cuidadosamente
dirigida
por
Alexander
desde
Telegram,
incluía
instrucciones
precisas,
videollamadas,
vigilancia
remota
y
un
supuesto
aerosol
con
el
que
debían
hacer
una
pintada
simbólica
frente
a
una
comisaría.
Sin
embargo,
en
el
último
momento,
al
abrir
el
paquete,
Oleh
descubrió
que
había
sido
engañado
y
alertó
a
un
policía
cercano.
Agentes
del
SBU
que
seguían
el
operativo
detuvieron
a
ambos
jóvenes.
El
atentado
se
evitó
gracias
a
sistemas
de
bloqueo
de
señal
que
impidieron
que
Alexander
detonara
a
distancia
los
explosivos
mediante
una
llamada.
El
mismo
tipo
de
ataque
había
matado
a
un
joven
de
21
años
tres
días
antes
en
la
misma
ciudad.

Campaña
sistemática.
Las
autoridades
ucranianas
denuncian
que
esta
estrategia
no
es
esporádica
ni
improvisada,
sino
un
esfuerzo
sistemático
por
desestabilizar
el
país
desde
dentro,
explotando
la
precariedad
y
vulnerabilidad
emocional
de
su
juventud.
Jóvenes
desplazados,
huérfanos
por
la
guerra
o
simplemente
necesitados
de
dinero
para
un
teléfono
móvil
se
han
convertido
en
objetivos
de
una
maquinaria
de
guerra
encubierta
que
transforma
su
curiosidad
y
desesperación
en
herramientas
de
sabotaje.
Frente
a
ello,
el
SBU
ha
lanzado
una
campaña
nacional
de
concienciación
para
contrarrestar
estas
tácticas:
mensajes
de
alerta
por
SMS,
carteles
en
carreteras,
vídeos
educativos
en
trenes
y
visitas
a
escuelas
donde
agentes
enseñan
a
los
adolescentes
cómo
detectar
señales
de
reclutamiento.
El
lema
de
la
campaña,
“No
quemes
a
los
tuyos,
quema
al
enemigo”,
busca
revertir
la
narrativa
impuesta
por
Moscú.
Seguridad
nacional
vs
derechos
de
infancia.
Qué
duda
cabe,
el
uso
de
menores
en
acciones
de
espionaje
y
terrorismo
plantea
también
un
dilema
legal
y
ético.
Bajo
la
ley
marcial
vigente
en
Ucrania,
los
delitos
de
traición,
sabotaje
o
colaboración
pueden
acarrear
penas
de
prisión
perpetua,
incluso
para
adolescentes.
Aunque
el
gobierno
asegura
que
se
está
garantizando
el
debido
proceso
y
representación
legal,
organizaciones
como
Human
Rights
Watch
advierten
que
los
menores
deben
ser
tratados
bajo
estándares
internacionales
de
justicia
juvenil,
priorizando
la
rehabilitación.
Aun
así,
la
presión
interna
sobre
las
autoridades
es
enorme:
con
una
guerra
total
en
curso
y
ataques
rusos
guiados
desde
dentro
del
país,
incluso
los
adolescentes
detenidos
por
colaborar
con
el
enemigo
son
vistos
como
traidores.
Para
el
jefe
del
SBU,
Vasyl
Malyuk,
no
hay
ambigüedad:
“Para
nosotros,
son
traidores
del
Estado”.
Amenaza
que
crece.
Contaba
el
Financial
Times
que
la
sofisticación
de
las
técnicas
de
reclutamiento
ruso
va
en
aumento.
En
junio,
el
SBU
advirtió
sobre
una
nueva
táctica:
agentes
rusos
que
se
hacen
pasar
por
funcionarios
ucranianos
para
manipular
a
menores
y
lograr
que
cometan
sabotajes
o
delitos
cibernéticos
en
nombre
del
propio
gobierno
al
que
perjudican.
La
desinformación,
el
anonimato
digital
y
el
uso
de
dinámicas
lúdicas
disfrazadas
de
juegos
han
convertido
los
teléfonos
de
los
adolescentes
ucranianos
en
el
nuevo
frente
de
una
guerra
sin
reglas
claras.
Así,
a
medida
que
el
conflicto
se
prolonga,
Ucrania
se
ve
forzada
a
luchar
no
solo
contra
misiles
y
drones,
sino
contra
una
invasión
que
también
se
infiltra
en
las
mentes
más
jóvenes
y
vulnerables
de
su
sociedad.
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|
Ministry
of
Defense
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Ukraine,
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Ukraine,
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