Bésame. Bésame poco
Los argentinos somos muy besuqueros. Es más: creo que si no fuese porque la pandemia le puso un freno a tanto chuik, ya estaríamos exportando la costumbre con los cargamentos de soja.
Claro: no estoy hablando de los besos románticos. Estoy hablando del besito de “hola-chau”. Que es todo un tema, porque depende de quién lo ejecute: está quien simplemente apoya la mejilla contra la otra mejilla y hace como que besa, pero no besa un pomo. Tenemos también a las ladies maquilladas que hacen la pantomima de darse besos en la mejilla, pero ni siquiera se tocan, porque podrían estar arruinando una sesión que les costó más que un cargamento de soja. Y también están los que no comprenden que no se trata de “besar-besar”. Esos te ponen un beso en el medio de la mejilla, con ruido y humedad, y a decir verdad, a partir de ese momento, tratás de no volver a cruzarlo nunca más en la vida.
Por último, en este rubro no romántico, tenemos los besos babosos de tías y abuelas, que por alguna razón, se transmiten de generación en generación, como un mandato de la raza humana: babearás a tus nietos y tus sobrinos hasta que crezcan y no te quieran ver más.
El beso romántico tiene otras complicaciones. ¿Califica el “piquito” como beso romántico? ¿Cuántos de nosotros hemos dado un piquito como primer beso? Yo creo que para que el piquito califique como romántico debe cumplir con una condición sin ecuanón: Ser seco. Ni el menor atisbo de humedad. Seco y breve, como mínima de jubilado.
Después ya viene el beso-beso, seco. Es el beso labio contra labio, sin intervención de otros órganos bucales. Es el beso para “romper el hielo”, sobre todo si se encuentran en la vereda de una heladería.
Pero por algo se empieza. Y luego, claro, el chupón. Ahí si: al revés de la ciudad de Buenos Aires, es importante que haya mucha humedad relativa ambiente.
Leía un artículo en la página de la BBC mundo respecto del primer beso y decía: «El primer beso es un recuerdo que permanece aún más vívido que el perder la virginidad”.
¡Qué pícaros los de la BBC! Ya le están haciendo el bocho a la gente. Si es más memorable el primer beso que la virginidad, en seguida podés decir: «dale, sacate la ropita, nos besamos después, eso te lo respeto.»
En el mismo artículo citaban a un tal Juan Carlos Científico de Turno de la Universidad de Texas que sostiene que la mayoría de las personas puede recordar hasta en un 90% los detalles de esta experiencia. El 10% restante, besó menos que un puercoespín.
Nada dicen los estudios sobre la calidad del primer beso. Porque un primer mal beso… ¡eso sí que es memorable! Y es memorable para ambos contendientes (no he encontrado palabra más inclusiva que “contendientes”). Uno por horrorizado y otro por seguir preguntándose, 40 años después, si hizo bien en pedir ensalada de radicheta con ajo en la cena.
El estudio se remonta, con el perdón de la palabra, a los besos que se daban en la India hace 3500 años – (¿será el famoso libro el “Beso-Sutra”?) -. Y también dice que los turistas anglosajones se sorprendían del tipo de besos apasionados que se practicaban en Francia en el siglo XVIII. Y lógico: en esa época ya se bañaban tan poco que si no apuraban un poco con el beso, ¿quién les iba a dar bolilla? Dice el estudioso, además, que el estilo francés fue adoptado rápidamente en Hollywood. Lo que no sé es cómo hacían los franceses antiguos el fundido a negro.
En lo personal, a veces me ha ido bien, otras no tanto. Me acuerdo de una chica que me gustaba mucho, llamémosla “Corina”. Un día me animé y le pregunté: “¿qué hace falta para que me dejes darte un beso?” Y me contestó: «Anestesia total».
Y si bien no me puedo quejar, he cosechado todo tipo de reacciones ante el primer beso: Algunas mujeres se sonrojaron, otras respondieron con pasión, o con frialdad, algunas insultaron, y otras, incluso, llamaron a la policía. Pero las peores, y vaya contradicción para un humorista, fueron las que se mataron de risa.
Y es que el primer beso genera un contacto mágico. Como esa hermosa princesa que, junto a un lago, encontró una rana, que le dijo a la princesa: “Princesa. Alguna vez fui un hermoso príncipe, pero un malvado brujo me convirtió en rana. Un solo beso suyo me haría volver a ser un príncipe, y entonces podríamos casarnos, vivir en mi castillo donde me prepararías la cena por las noches, lavarías mi ropa, criarías a nuestros hijos y vivirías dedicada a los asuntos más importantes del castillo”.
Aquella noche, la princesa cenó rana a la provenzal.
Espero les haya gustado. Besitos