«¿A mí?”, pregunta Bianchi, incrédulo, cuando el árbitro Ubaldo Aquino se acerca al banco de suplentes y lo expulsa a los 13 minutos del segundo tiempo, en la semifinal de ida entre Boca y Palmeiras en la Bombonera. El Virrey hace caritas de sorpresa y resignación, luego deja su lugar y camina por detrás del arco hasta salir por el túnel rumbo al vestuario, con los aplausos de los hinchas que se ven a través del cristal.
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La bronca por una serie de jugadas violentas de los brasileños lo habían llevado a protestar, al punto de explotar cuando le entraron fuerte a Riquelme delante suyo, cerca del banco. La consecuencia de esa queja, además de perderse lo que restaba del partido de ida, fue no poder dirigir al equipo en la revancha en el viejo Parque Antártica. En una semifinal de Copa. Contra Palmeiras. Ayer Bianchi y hoy Barros Schelotto.
La expulsión de Bianchi frente a Palmeiras
En la semifinal de ida de la Libertadores 2001
En Brasil, a diferencia de Guillermo esta noche, el Virrey pudo viajar en el micro y estar con los jugadores en el vestuario visitante. Durante el partido, después de probar que tuviera buena señal, se ubicó en el palco junto a los dirigentes Marcelo London, José Luis Palmisciano, Roberto Digón y Juan De Turris y se comunicó por handy con su ayudante Carlos Ischia. En el entretiempo, cobró de ida y de vuelta: cuando bajaba al camarín ubicado debajo de esa platea ligó un piedrazo en la pierna y cuando volvía al palco le pegaron en la cabeza y le provocaron una herida cortante. Sin atención médica en el lugar, entre indicación e indicación, durante el complemento se fue limpiando la sangre con una toalla con ayuda de London y los otros directivos.
Bianchi fue agredido aquella noche. (Foto: Diario Popular)
Con él suspendido, sin poder salir al campo de juego, Boca empató 2-2 en San Pablo en uno de los mejores partidos de Juan Román Riquelme en toda su carrera, volvió a ganarle por penales al Palmeiras (igual que en la final del 2000) y se avanzó al cruce decisivo de la Libertadores 01 ante Cruz Azul. Y 17 años después se repite. Pura mística.
Córdoba, otra vez héroe en los penales.