Se respira cierta tensión en las redes sociales. Desde hace unos años hasta ahora, plataformas como Twitter se han convertido en un sitio en el que abundan personas enfadadas, trolls, insultos, malas formas y un preocupante grado de odio indiscriminado hacia todos aquellos contrarios a nuestras ideas.
Puede que sea el anonimato, puede que sea el no ver cara a cara a la persona que está detrás de cada perfil, puede que sea el pensar que nuestros comentarios no tienen consecuencias, pero da la sensación de que las redes sociales, y en concreto Twitter, saca lo peor de nosotros mismos. El odio se palpa en el ambiente, y cualquier persona que use asiduamente el servicio puede comprobarlo por sí mismo.
Estoy hasta la polla de la gente que trabaja amargada, mira si quieres trabajar amargado perfecto, pero si trabajas de cara al público o peor con la gente en sí, disimula un poco y haz tu pto trabajo me cago en tus muertos hdp
— Jaime Manchón (@jaime_manchon00) 17 de octubre de 2018
Ante esta situación, Mikel Torres, un joven desarrollador de Donostia, desarrolló una herramienta «a modo de curiosidad» que «mide en tiempo real» el odio que se vierte en Twitter. La bautizó como «Odiómetro«. Es de código abierto, y si bien dista mucho de ser una herramienta científica de monitorización en tiempo real, cumple con el objetivo de mostrarte de forma visual la cantidad de bilis que los usuarios soltamos por la boca minuto tras minuto.
El odio en Twitter visualizado en una gráfica
Cuando entras en la web, lo primero que te encuentras es una gráfica que muestra los tweets de odio publicados por minuto, texto, usuarios mencionados y enlaces incluidos. La plataforma cuenta con una lista de entre 50 y 60 insultos (algunos de ellos puedes verlos en las imágenes que acompañan este artículo) que busca en todos los tweets publicados en habla hispana, publicándolos al hallar una coincidencia.
La única capa de inteligencia es un filtro que analiza los tweets para detectar cuándo hay sarcasmo e ironía. Por ejemplo, que un «soy idiota» vaya acompañado de «jajaja»
De la misma forma, cuenta con un apartado que muestra el usuario que más odio está recibiendo en Twitter. Según Torres, «además de los tweets recogemos los nombres de usuario que aparecen en los tweets y contabilizamos en cada momento el que más odio recibe o genera». En ese sentido, «puede ser un perfil que está atacando a una persona, como alguien de derechas que ataca a Pablo Iglesias sin ni siquiera mencionarlo, pero si ese tweet recibe respuestas con insultos cuenta para establecer que Pablo Iglesias está generando odio».
Torres lanzó la herramienta hace un año, monitorizando cuándo se producían los «picos de odio». «El número de tweets de odio por minutos era muy alto en algunos momentos», afirma. «Cuando fueron las elecciones de Venezuela en 2017 el nivel estaba muy alto, al nivel de 300 tweets de odio por minuto cuando el nivel normal es de entre 50 y 100 tweets». Así pues, Torres confiesa que una de las mejoras que se podrían implementar en la herramienta es un histórico que permitiese consultar la evolución en el nivel de odio a lo largo del tiempo, detectando así los picos producidos cuando surjan temas polémicos.
La cámara de resonancia de las redes sociales
La intención de Mikel al desarrollar esta aplicación es generar conciencia del odio. Cuando hablamos sobre el panorama de Twitter, Torres afirma que es algo que le afecta «personalmente». «Me da mucha pena que no se puedan establecer debates sensatos con personas que puedan tener ideologías completamente diferentes», confiesa. «Alguna vez lo he intentado con personas que son algo más viscerales y lo he conseguido, pero exige mucho».
«Me da la sensación de que es mucho más fácil tratar de anular al contrario con un insulto o con imágenes facilonas. Si eres de derechas te llamo ‘facha’, y si estás a favor de la independencia te llamo «separrata». Eso te resulta más fácil y por eso creo que la gente evita el debate racional y prefiere dejarse llevar».
Citando al libro «Arden las redes» de Juan Soto Ivars, Torres considera que en muchas ocasiones cedemos ante el contexto. En este libro, el periodista pone el ejemplo de que nos volvemos más agresivos cuando estamos al volante porque la situación «nos lo pide». Si un coche se acerca demasiado a nosotros nos ponemos nerviosos e insultamos, mientras que si nos chocamos con alguien por la calle somos cordiales y tendemos a pedir perdón. «Estoy convencido de que si la gente que insulta en redes se encontrase con las personas a la que insultan cara a cara podrían mantener un debate, pero el contexto de Twitter premia el comportamiento agresivo», opina Torres.
En ese sentido, Twitter actúa como una especie de caja de resonancia que actúa de la siguiente forma: si un alto porcentaje de las personas que participan en la comunidad generan odio, para yo poder participar también tengo que comportarme de la misma forma. Esta disonancia cognitiva se ve premiada en Twitter con likes y retweets, por lo que retroalimenta el comportamiento.
Torres también tiene palabras para los titulares tendenciosos que buscan ser compartidos, provocar y generar ira. «Caemos como moscas. La gente ni necesita leerse la noticia, sino que les vale con el titular». En ese sentido, Molly J. Crockett, investigadora en psicología de la Universidad de Yale, confirmaba en una entrevista al medio El Confidencial que «hay muchas evidencias de que expresar indignación moral funciona como una fuerte señal social. Expresar nuestro enfado transmite a otros miembros de tu red que formas parte del grupo y que tienes unos valores morales particulares, lo cual hace que la gente que comparte esos valores tenga una probabilidad mayor de confiar en ti».
Sin embargo, el uso de las redes sociales se ha vinculado en diversos estudios a la depresión en la población más joven. Como señalan en Diario Médico, «el usar 7 de las 11 redes sociales más populares multiplica por tres el riesgo de sufrir depresión y ansiedad comparando con personas que sólo usan dos o ninguna».
Así, el desarrollador concluye diciendo que cree que es interesante desconectar de redes sociales de vez en cuando. «Una vez me fui de vacaciones y aproveché para cogerme vacaciones de Twitter también. Cuando volví, había estado tan bien que decidí alargarlo durante unos meses. Fue muy positivo. Los niveles de estrés eran más bajos. Esto nos afecta a nivel personal mucho más de los que nos pensamos».