Nueve maneras de decir «no» a tus hijos de forma constructiva

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El «no» es una de las palabras más fuertes, poderosas y potentes que tenemos en nuestro vocabulario. Es una palabra que transmite ideas inquebrantables y que lleva aparejado un sentimiento de rechazo y coacción.

Los padres usamos demasiadas veces la palabra «no», sin ser conscientes de que tantas negativas podrían afectar al desarrollo emocional de nuestros hijos, mermando su autoestima, coártandoles la libertad y frustrando su capacidad de decisión y acción.

Pero, decir «no» a veces se hace necesario por lo que conviene saber cómo hacerlo sin que nuestro mensaje resulte autoritario o agresivo; ofreciendo alternativas y buscando formas positivas y constructivas de transmitir una idea.

1. Ni «sí» ni «no». En el término medio está la virtud

¡Cuidado con el empleo excesivo de ambos términos!

Hay padres que siempre dicen «sí» a todo lo que sus hijos proponen o piden. Este sería el extremo opuesto pero, según los expertos, resulta igual de dañino a nivel emocional que el empleo abusivo del «no».

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Los niños necesitan escuchar a veces un «no» por respuesta porque es algo a lo que se enfrentarán con frecuencia en su etapa adulta («no» a una cita, «no» a un crédito, «no» a un puesto de trabajo, «no» a un ascenso…). Un niño que sólo conoce el «sí», se sentirá frustrado y confundido ante una repentina negativa, aparte de vivir una realidad sin límites que no será la que encuentre cuando crezca.

Pero si por el contrario nuestros hijos sólo están acostumbrados a escuchar el «no» de nuestros labios, crecerán creyendo que todo lo que les rodea es malo, negativo, peligroso… Su capacidad de decisión se verá afectada e influiremos de forma negativa en sus vidas.

Así que en este punto, como en casi todo, en el término medio encontraremos la virtud.

2. El «porque no» no sirve. Dale una explicación.

Los niños necesitan entender el porqué de las cosas, cuanto más si se trata de una prohibición o una negativa a un deseo. Por ello, se paciente y explica los motivos de tu «no». De esta forma te entenderá y asumirá mejor tu decisión.

Por ejemplo: si tu peque quiere subirse a un árbol, no se lo prohibas sin ninguna explicación porque, probablemente, no entienda ni vea las consecuencias que su acto podría tener. Si en cambio le explicas con detenimiento que a los árboles no hay que surbise porque podría caerse y hacerse daño, le ayudarás a entenderlo mejor.

3. Busca alternativas

Un «no» siempre se encaja mejor si te ofrecen alternativas similares a la prohibición que te han dado. Volviendo al ejemplo anterior del árbol, podríamos decir a nuestro hijo: «Subirse a los árboles es peligroso porque te podrías caer y lastimar. ¿Qué te parece si buscamos un parque con columpios donde puedas jugar con seguridad?»

Para cualquier negativa siempre hay una alternativa. ¡Sólo es cuestión de echar a volar nuestra imaginación!

Busca-alternativas-al-no

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4. Pero… ¿realmente mi «no» está justificado?

Hagamos un sencillo ejercicio: ¿cuántas veces habremos dicho a nuestros hijos que «no» por simple comodidad nuestra?.

Por ejemplo: Tu hijo quiere saltar en los charcos que acaba de dejar la tormeta, pero tú te adelantas a sus intenciones y sueltas un contundente «¡NO!».

¿Realmente la acción de nuestro hijo se merece ese «no»? ¿Qué es lo que peor que puede ocurrir si salta en los charcos?: ¿Que se moje?, ¿que se ensucie?. ¡Nada que no podamos solucionar con unas botas de agua y una muda limpia!

Los niños son niños y como tal deben jugar, experimentar, ensuciarse, mojarse… Forma parte de su desarrollo y aprendizaje y sólo así conocerán por sí mismos las consecuencias que tienen sus actos.

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5. Actuación – Consecuencia – Aprendizaje

Decir «no» a nuestros hijos para evitarles caer en un error, es de por sí otro error. Los niños, al igual que nos ocurre a los adultos, aprenden a base de probar, experimentar, caer y levantarse. Flaco favor estaremos haciendo a nuestros peques si no les dejamos actuar en libertad y apreder de sus equivocaciones.

La sobreprotección de los hijos no es una forma positiva de educar porque les coarta su autonomía y capacidad de decisión. El niño crecerá inseguro, sin saber tomar sus propias decisiones y sin poder aprender de las consecuencias de sus errores.

Lógicamente, si la actuación del niño conlleva un riesgo para su integridad física, los padres debemos pararla y ofrecer otras alternativas, como hemos visto en el ejemplo del árbol. Pero si se trata de otro tipo decisiones, debemos permitir que se equivoquen.

Por ejemplo: Nuestro hijo quiere volar su cometa en un día en donde no corre ni una pizca de aire. Salgamos a la calle con él y dejémosle que, por sí mismo, se de cuenta de que su cometa no volará. No les digamos aquello de «¿Ves? Si ya te dije que no iba a volar». Él ya sabe que nosotros se lo advertimos, pero el poder aprender de su error es mucho más positivo que si le hubiéramos negado de inicio el poder hacerlo.

6. Dejemos el NO únicamente para situaciones inquebrantables

Emplear-término-NO-sólo-cuando-sea-necesario

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Pero hay ciertas situaciones donde un «no» es un «no» y no cabe negociación posible ni búsqueda de alternativas.

Por ejemplo: Si ves a tu hijo encaramado a la barandilla de un balcón o a punto de cruzar la carretera sin vigilancia, el «NO» que te saldrá de las entrañas será un «no» lógico y justificado. En ese momento no puedes pararte a negociar con él, ni a dialogar tranquilamente sobre las consecuencias que estos actos podrían tener. Su vida está en peligro y debe entenderlo de forma contundente y tajante.

Por tanto, es importante que dejemos el «no» rotundo para situaciones en las que, realmente, las normas sean inquebrantables.

7. Emplea la técnica del sándwich

Puede que tu hijo te pregunte o plantee algo que no quieras o puedas llevar a cabo en ese momento. En ese caso, prueba a aplicar la técnica del sándwich:

  • Mensaje positivo
  • NO
  • Mensaje positivo / Alternativa

La técnica del sándwich combina la búsqueda de alternativas con mensajes positivos que harán menos doloroso el «no».

Por ejemplo: Han invitado a tu hijo a una fiesta de cumpleaños pero, por el motivo que sea, no podrá asistir. Sabes que le hace muchísima ilusión por lo que conviene que tu conversación para explicarle que no podrás llevarle, comience y termine con mensajes positivos.

«Cariño, sé que la fiesta de Pablo te hace especial ilusión porque siempre que estáis juntos lo pasáis fenomenal. Sin embargo, no podrás asistir porque el sábado iremos a ver a los abuelos. Pero, ¿qué te parece si organizamos una merienda el viernes por la tarde y le dices a Pablo que se venga?»

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8. Elogia su esfuerzo y sus pequeños logros

Niños-aprendiendo

Niños-aprendiendo

Intentar que nuestros hijos aprendan a base de remarcarles lo que hacen mal, no es, ni de lejos, la mejor de las estrategias. Según los expertos, elogiar el esfuerzo les ayuda a mejorar su autoestima y a aprender de sus errores de forma positiva y constructiva.

Por ejemplo: Nuestro hijo hace un dibujo sin poner demasiada atención en ello. Nos lo muestra y nos pregunta ¿qué nos parece?. Nuestra respuesta podría ir en una doble dirección: Ser sinceros y manifestarle que no nos gusta demasiado lo que ha pintado. O bien fingir que nos encanta y elogiar lo bien que lo ha hecho.

Con ninguna de estas dos respuestas estaremos ayudándole. La primera respuesta es devastadora, mermará su autoestima y le entristecerá. Con la segunda respuesta sabrá que le estamos engañando, ya que lo más probable es que él sea plenamente consciente del poco interés que ha puesto a la hora de dibujar.

¿Cómo actuar entonces en este caso?

Alabando su esfuerzo y ayudándole a autoevaluarse y a aprender. Podríamos contestarle, por ejemplo: «¡Buen comienzo! ¿A tí te gusta? ¿Crees que podrías mejorar algo de este dibujo?». De este modo, él se sentirá valorado, escuchado y le ayudaremos a esforzarse más para mejorar.

9. Utiliza el humor

Cuando los niños son pequeños se creen capaces de poder hacer cualquier cosa, pero los adultos sabemos que no siempre es así. Su edad, estatura, falta de conocimientos o su escasa fuerza física (entre otros muchos aspectos) podrían dificultar que hicieran con éxito ciertas actividades o tareas.

Si nuestro peque está muy empecinado en hacer algo que nosotros, como padres, sabemos que no logrará, ya podremos explicarle mil veces los motivos que, probablemente no sólo no los entienda sino que acabe sintiéndose herido o poco valorado.

En estas circunstancias no hay nada mejor como usar el humor para desdramatizar una situación, enseñarles a reírse de sí mismos y a aceptar que todo en la vida requiere de práctica y aprendizaje.

Por ejemplo: Si nuestro peque de tres añitos quiere escalar una montaña, no le digamos que «no puede hacerlo porque es muy pequeño». Saquemos a pasear el sentido del humor haciéndole ver que efectivamente es pequeño para escalar una montaña pero que, en cambio, conoce al pie de la letra canciones que mamá o papá no se saben. Y en ese momento comienzas a canturrear inventándote la letra de alguna canción infantil que él domine perfectamente.

Tu confusión le hará reír, olvidarse de la escalada y sentirse especial y valorado por saber hacer algo que los demás no saben.

Cada vez estoy más convencida de que la disciplina positiva es el camino para educar a mis hijos

Fotos | iStock
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