No tiene la fama del gazpacho ni del salmorejo, pero esta sopa fría andaluza ya apetece con el tiempo que hace

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La
primavera
parece
efímera
por
definición.
Sobre
todo,
cuando
empezamos
a
ver
que
los
termómetros
ya
empiezan
a
competir,
como
si
hablásemos
de
estrellas
del
rock,
por

superar
la
cruda
barrera
de
los
27.

Un
limbo
que,
entre
años
y
grados
Celsius,
separa
a
las
leyendas
que
nos
dejan
antes
de
tiempo,
pero
también
a
los
días
que
se
acercan
bastante
más
a
las

temperaturas
veraniegas

que
a
las
primaverales.

Seguramente
no
esperabas
que,
para
hablar
de

sopas
frías
,
antes
pusiéramos
en
contexto
a
artistas
como
Kurt
Cobain,
Jim
Morrison,
Jimmy
Hendrix
o
Amy
Winehouse,
pero
así
somos
en

DAP
:

tan
gastronómicos
como
musicales
.

Lo
que

estamos
ya
es
como
locos
es
por
desempolvar
el
recetario
de
recetas
frescas
y
ahí,
como
es
evidente,
las

sopas
frías
juegan
una
baza
fundamental
.
Sin
embargo,
hay
ciertas
dictaduras
que
parecen
inapelables
si
caemos
en
el
terreno
de
las
cremas
frías.

El

gazpacho

marca
el
tempo,
como
auténtico
capo,
pero
no
le
va
muy
a
la
zaga
el

no
menos
importante
salmorejo
.
Detrás
ya
quedan
otras
preparaciones,
incluida
la

porra
antequerana

y
el
que
hoy
es
nuestro
protagonista
y
que
a

me
gusta
muchísimo.
Casi
podría
ser
un

groupie
.

Hablo,
ni
más
ni
menos,
que
del
tradicional

ajoblanco
.
Ciencia
tiene
poca,
pues
no
deja
de
ser
una

sopa
de
almendras
crudas

que
se
emulsionan
con
un
poquito
de
agua,
una
parte
de
aceite
de
oliva
y
miga
de
pan
(mejor
asentado,
del
día
anterior)
y
que
resulta
perfecto
como
primer
plato
porque
no
solo
está
buenísimo,
sino
que
es
completo.

Algo
que,
en
cierto
modo,
no
sucede
en
la
misma
proporción
con
el
gazpacho
o
el

salmorejo
.
El
concurso
de
las
almendras
nos
viene
de
perlas
para

meter
más
grasas
de
calidad
a
la
receta
,
haciéndola
además
particularmente
fina.

Ciencia
no
tiene
ninguna
más
allá
de
meter
todos
los
ingredientes
en

un
vaso
batidor
o
en
una
Thermomix
,
según
tengáis,
y
triturar
hasta
que
quede
una
mezcla
homogénea,
con
cierta
textura
lechosa,
que
luego
habrá
que
enfriar
y
consumir
fresquita.

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pasión
por
el
equipo
de
DAP.

Va
en
gustos,
pero
a

no
me
gusta
comer
el
ajoblanco
helado,
y

más
bien
tirando
a
fresco,
pero
nunca
caliente
o
tibio.
Insisto
en
que
son
gustos,
así
que
id
probando
como
más
os
tiente.
Como
recomendación
final,
recordar
que
el

toquecito
de
las
uvas
frescas

le
sienta
de
maravilla
y,
como
toque
extra,
unas
hojitas
de
hierbabuena
también
levantan
la
mezcla.

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