Hay determinadas fechas en el calendario que parecen más que un motivo de felicidad, una razón para que comience un dolor de cabeza. Hace unos años, un conocido entró a trabajar en una empresa. Le hicieron su contrato, el sueldo no era para tirar cohetes, pero era razonable.
No llevaba ni dos días allí, cuando me comentó que le habían pedido dinero para comprar un coche de bebé a una compañera que iba a tener un niño en breve. Él no salía de su asombro. No se trataba de que fuera tacaño, no tenía muchos ahorros y era el nuevo, aún no había cobrado y sus nuevos compañeros le pedían 40 euros. ¿Qué pasaría en Navidad?
Aquella situación le tenía agobiado. ¿Mi consejo? Que fuera sincero y les dijera que no tenía ese dinero y que podía contribuir con otra cantidad. Pero esta persona era cabezota y decidió no aportar nada. Ahí empezó su calvario.
¿Qué ser humano tan despreciable era que no contribuía al regalo de la futura mamá? Él. Que apenas tenía dinero para tomarse algo el fin de semana o pagar la gasolina. La delgada línea roja que separa a los compañeros de trabajo con la familia (ya no hablamos de amigos) es preocupante en algunos casos.
Cuando eres el nuevo en la empresa y no te quieren el segundo día
Este chico no conocía a nadie en la empresa. De hecho, ser el nuevo siempre conlleva cierto nerviosismo y tensión por hacer las cosas bien, al menos entre la gente responsable. ¿En qué cabeza cabía que él regalara un cochecito de bebé a una desconocida? Si ni a su madre le había regalado una planta el día de su cumpleaños.
En todos los trabajos donde había estado había hecho buenas migas con sus compañeros, de hecho conservaba alguna amistad, pero nada era forzado, había surgido por coincidencia en gustos y en caracteres.
Oh, blanca Navidad, oh comida de Navidad
Faltaban dos meses para la comida de Navidad y empezó a visualizar una mesa donde nadie le dirigía la palabra. Sabía que los expertos en Recursos Humanos habían vendido la moto de que acudir es una buena razón para conocer mejor a tus compañeros, relacionarte, y sobre todo no ser tachado de antisocial.
Durante ese tiempo, hizo bien su trabajo, fue correcto, colaboró en un cumpleaños porque ya tenía algo de dinero, pero notaba las miradas de desprecio por el dichoso cochecito. De vez en cuando salía en la conversación y yo le decía que todo eso seguro que eran imaginaciones suyas.
Comida navideña a precio de oro o volver a ser un antisocial
Como todos sabemos en algunas empresas, de la comida o la cena no se hace cargo la compañía sino cada uno de los asistentes. Este conocido, volvió a encontrarse en la misma encrucijada que en su llegada. ¿Pagar por comer con gente que ni le daba los buenos días o quedarse en casa viendo una película con su chica?
Esta vez no tuvo remordimientos ni cargos de conciencia ni nada por el estilo. Para empezar, ¿cómo se pretende que un grupo confraternice si te ves obligado a acudir a un restaurante y pagar tú?
Esta vez, lo que hizo fue una encuesta al grupo de amigos y lo que extrajo fue muchas respuestas valientes que reflejaban sus sentimientos, casi los abraza al oírlos.
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Prefiero pasar mi tiempo libre con quien deseo.
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Si invitara la empresa, aún. Es un gesto que les honraría.
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Voy justo para llegar a fin de mes y voy a pagar por comer con gente a la que veo todos los días… Si tan majos son me comprenderán ¿no?
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¿Pero tú no quedas con ese colega del trabajo de vez en cuando? Ya tienes bastante.
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¿Antisocial? Relájate y sigue haciendo bien tu trabajo.
No se despide a nadie por no acudir a la comida/cena de Navidad
Aún no se han conocido casos. Pero sí hay foros, charlas entre amigos donde muchos protestan o critican esos eventos. Entonces, yo me pregunto ¿de veras sirven para unir al equipo? Para empezar, un buen equipo de trabajo ya debería estar lo suficientemente cohesionado sin necesidad de pagar por comer juntos un día al año.
Resulta más productivo y más humano, que un día del mes de marzo, un compañero le eche un cable a otro, a que finja estar pasándolo bien cuando lo que desea es estar con sus amigos o con la familia o sencillamente, metido en la cama.