Estoy convencido de que Isabel Coixet sería la primera en salir a la palestra en la mayoría de los casos cuando a alguien tuviera que decir el nombre de una directora española que le viniese a la cabeza. Hace unos años probablemente hubiese sido Pilar Miró, tampoco me quiero olvidar de otras cineastas de largo recorrido como Icíar Bollaín o Gracia Querejeta, ni de muchas otras, pero a día de hoy creo que nadie poner en duda la posición de privilegio de la autora de cintas como ‘La vida secreta de las palabras’ o ‘La librería’.
Personalmente, he de confesar que no me fascina ninguna de las películas de Coixet que he visto, pero sí tengo claro que las tiene unas obras mejores –’Mi vida sin mí’– y peores –’Mapa de los sonidos de Tokio’-, algo lógico teniendo en cuenta lo prolífica que es. Ahora regresa con ‘Nieva en Benidorm’, una especie de relectura en clave romántica de ‘El tercer hombre’ que llega a los cines españoles el 11 de diciembre. Por desgracia, se sitúa entre sus trabajos menos estimulantes pese a contar al frente del reparto con un inspirado Timothy Spall.
La búsqueda
Quizá haya sonado un poco exagerada la vinculación de ‘Nieva en Benidorm’ con ‘El tercer hombre’, pero si echamos un ojo al punto de partida, encontramos parecidos bastante razonables. Un hombre que va a visitar a otro con una relación mucho menos estrecha de lo que piensan para descubrir a su llegada que ya no está. A eso le añadimos que inicia una peculiar relación con una mujer muy cercana al desaparecido y que no tarda en descubrir que este último estaba envuelto en una serie de chanchullos.
Obviamente, ahí estoy reduciendo a la mínima expresión ambas películas, pero tampoco me sorprendería que esa hubiese sido la base utilizada por Coixet para luego llegar la historia en una dirección muy diferente. Por lo pronto, aquí se presta especial atención a la presentación del personaje principal interpretado por Spall, tomándose su tiempo para dejar claro que parecía vivir única y exclusivamente para su trabajo, por lo que al verse sin él se queda sin saber muy bien qué hacer.
Esa desubicación vital va a ser especialmente importante en la película, ya que la visita a Benidorm sirve más para descubrir la vida más allá de su pequeño microcosmos. Inicialmente, eso lleva a que la búsqueda de su hermano tenga cierta relevancia, pero es algo que pronto queda en un segundo plano en beneficio de ese romance casi imposible que surge con el personaje interpretado por Sarita Choudhury.
Ahí Coixet parece intentar establecer cierto paralelismo en el interés del protagonista con la meteorología y la relación que surge entre ambos, dejando claro que hace falta que sucedan al mismo tiempo una serie de factores para que algo así sea posible. No es que esa parte de ‘Nieva en Benidorm’ sea especialmente apasionante, pero sí es una constante en la que se percibe una progresión, convirtiéndose en el verdadero hilo conductor de la película.
Descentrada
El problema llega en todo lo que les rodea, desde los desequilibrios entre presentar Benidorm como una realidad aparte pero coqueteando al mismo tiempo con la postal turística hasta una galería de personajes secundarios utilizados de forma brillante. Desde la policía interpretada por una algo desubicada Carmen Machi hasta ese carnicero con toques mafiosos encarnado por Pedro Casablanc. Eso sí, la que peor parada sale es una Ana Torrent que se prensa como un enigma que parece destinada a aportar algo suculento para que luego sus apariciones se sientan a caballo entre lo innecesario y lo desconcertante.
Es una pena que algo así suceda, porque en lo técnico sí se perciben los esfuerzos para utilizar Benidorm para construir una peculiar atmósfera que atrape al espectador, aunque sea con un relato pausado que deje en un segundo plano cualquier tipo de emoción fuerte que uno pudiera esperar de su la parque en la que coquetea con lo criminal. Ahí el añadir más ingredientes para luego no saber muy bien qué hacer exactamente con ellos -si es que en algún momento había un plan para ellos más allá de añadir versatilidad al relato- juega en contra de la película.
Por suerte, el trabajo de dirección de Coixet es bastante más solvente que su guion, pero tampoco es especialmente brillante. Al menos sabe cómo utilizar el talento de Spall para dibujar un personaje gris y mediocre en su arranque que va saliendo poco a poco de su letargo. Ahí es donde está el mayor interés de la película, funcionando mejor la parte romántica que la investigación.
En resumidas cuentas
Coixet pincha con ‘Nieva en Benidorm’, pues echa mano de una serie de ingredientes que luego no sabe manejar de tal forma que consiga el hechizo deseado en el espectador. Por suerte, Spall cumple con nota y además la película sabe cómo encontrar esa peculiar química que su personaje tiene con el interpretado por Choudhury -dos almas solitarias pero totalmente opuestas que encuentran cierta calidez vital en el otro-, pero ni siquiera eso es especialmente destacable.