Hay
batallas
en
esta
vida
que
uno
generalmente
no
está
dispuesto
a
lidiar.
Otras,
sin
embargo,
pueden
invitarnos
a
enfrentarnos
a
realidades
que
creeríamos
ininmutables.
Una
de
ellas,
si
hablamos
de
comer,
es
dudar
del
trono
que
las
croquetas
ocupan
en
el
mundo
de
los
aperitivos
fritos.
Por
mucho
que
nos
pretendamos
empeñar,
negarle
el
reinado
a
las
croquetas
en
España
es
casi
una
afrenta.
Da
igual
que
hablemos
de
croquetas
de
jamón,
quizás
las
más
populares,
o
las
no
menos
habituales
croquetas
de
cocido,
que
también
gozan
de
muchísima
fama.
Sin
embargo,
hoy
nos
atrevemos
a
ser
iconoclastas
y
a
dudar
de
que
las
croquetas
sean
la
mejor
forma
de
convertir
los
restos
de
pollo
en
un
aperitivo
frito
y
la
duda
llega
por
las
míticas
coixinhas
de
frango,
una
receta
brasileña
sencillísima
que
se
puede
hacer
con
las
sobras
de
un
pollo
asado,
pero
también
con
una
pechuga
de
pollo
que
tengáis
por
casa
y
a
la
que
no
sepáis
qué
vida
darle.
De
hecho,
en
cierto
modo,
se
parece
mucho
a
unas
croquetas
de
pollo.
La
principal
diferencia
está
en
que
las
croquetas
de
pollo
se
hacen
mezclando
el
relleno
en
la
bechamel,
mientras
que
las
coixinhas
de
frango
empiezan
con
una
masa
donde
luego
incluiremos
el
relleno.
En
cierto
modo,
E
que
con
las
croquetas.
Por
un
lado,
se
hace
el
relleno,
donde
salteamos
cebolla
y
ajo
con
un
poco
de
tomate
y
un
toque
de
picante
y
agregamos
el
pollo
desmigado.
Por
otro,
la
masa,
donde
mezclamos
leche,
caldo
de
pollo,
mantequilla,
sal
y,
cuando
hierva,
la
harina,
removiendo
para
que
todo
se
integre
bien.
Cuando
la
masa
se
pueda
despegar
del
fondo,
se
saca
de
la
cacerola,
se
amasa
y
le
damos
forma
de
cilindro,
cortando
porciones
que
luego
convertiremos
en
círculos,
como
las
clásicas
obleas
de
empanadilla.
Ahí
meteremos
nuestro
relleno
de
pollo,
bien
escurrido,
y
cerramos
el ‘saquito’,
amasando
de
nuevo
un
poco
para
que
tenga
forma
de
cono.
Solo
quedará
el
clásico
trance
de
huevo
batido,
pan
rallado
y
freír
las
coixinhas
hasta
que
queden
doradas.
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