Después de meses de protestas masivas en Israel, el primer ministro Benjamin Netanyahu pausó esta semana su proyecto de reforma judicial, aunque tuvo que hacer concesiones a los sectores más conservadores de la alianza gobernante, que amenazaba con disolverla en caso de ceder a los manifestantes, y que generaron a su vez nuevos reclamos de parte de la sociedad civil.
Netanyahu aseguró que puso pausa al proceso parlamentario de votación a su polémica reforma para «impedir una guerra civil mediante el diálogo».
La mentada reforma iba a inclinar las designaciones de jueces casi por completo como un atributo del gobierno de turno, a la vez que permitiría que los legisladores anularan decisiones del máximo tribunal con una mera mayoría simple.
La decisión del líder del gobierno no fue sin concesiones a los sectores más conservadores de la alianza que lo colocó como primer ministro, ya que figuras como el titular de la cartera de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, amenazó con renunciar en caso de que bajaran la reforma.
Luego de declinar su posición de dimitir, Ben Gvir anunció el miércoles en un comunicado algo que le había sido negado al momento de formar gobierno: la creación de una Guardia Nacional cuyo objetivo será «combatir el terrorismo, los crímenes nacionalistas y restaurar la gobernabilidad» en Israel.
Así, el líder del partido Otzma Yehudit (Poder Judío) tendría a su cargo una fuerza de 2.000 militares que dependerán directamente de él.
La creación de esta fuerza, que debe ser aprobada mañana por el Consejo de Ministros, llevó a su vez a que cientos de personas volvieran a salir a las calles a protestar en todo el país.
«Si esto se aprueba, es una influencia política extremadamente pesada. Y no es que las otras fuerzas no la tengan, pero esto es otro nivel de peligro porque estamos dando una milicia privada a un ministro, una fuerza que está separada de las otras fuerzas de seguridad», dijo a Télam el director de promoción de la organización de exsoldados israelíes Breaking the Silence (BtS), Ori Givati.
Además, el exintegrante de las Fuerzas de Seguridad (IFD por sus siglas en inglés), que trabajó en territorios palestinos ocupados por Israel y crítico de la ocupación, caracterizó al ministro como «un colono de Hebrón».
«Lo conocemos en BtS desde que comenzamos. Se lo documentó participando en ataques o incitando a la violencia contra los palestinos, contra la sociedad civil. Él es un líder de los colonos y todos sabemos de la violencia de los colonos. Lo vimos en (la ciudad cisjordana de) Huwara, donde quemaron todo el pueblo y Ben Gvir los apoyó», aseguró.
«A este tipo es al que le están dando la milicia privada. Netanyahu le está dando mucho poder a una persona que apoya abiertamente la violencia y eso es muy peligroso«, agregó Givati.
Ben Gvir ya había sugerido en distintas ocasiones la posibilidad de que la Policía de Fronteras, encargada de la seguridad en las colonias y en constante tensión con los palestinos, se integre a la nueva guardia nacional.
Tanto el gobierno palestino, con sede central en Cisjordania, como los líderes de Hamas, con el control de la Franja de Gaza, rechazaron el anuncio, al considerar que podría afectar a territorio palestino.
Este y otros aspectos, como cuestiones presupuestarias y la cadena de mando de la nueva fuerza, deben empezar a ser definidos por el gabinete a partir de la reunión de este domingo.
Aun cuando exista incertidumbre sobre el alcance de sus operaciones, para Givati la concesión de Netanyahu «envía un mensaje muy claro al movimiento de colonos, a los soldados en Cisjordania y a los palestinos» que es sobre la «legitimidad y autoridad de Ben Gvir», más allá de que ya estaba a cargo de un ministerio.
«Esto afectará a la legitimidad que tienen los colonos y los soldados en Cisjordania para la violencia contra los palestinos», detalló.
Esto se da mientras por primera vez en el país gobierna «una coalición formada solo y exclusivamente por partidos de extrema derecha», apuntó a Télam la profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén y activista Claudia Kedar.
Dentro de la coalición, la doctora en historia caracterizó al partido de Netanyahu, el Likud, que es además el más grande del gobierno, como «históricamente de derecha liberal, pero que está tomando la vía de extrema derecha y no liberal», mientras que «Sionismo Religioso, de extrema derecha, batió récord en la última elección y tiene 14 bancas, cuando nunca habían tenido algo así».
Otra demanda que los líderes colonos de la coalición habían cedido para llegar al gobierno y que a menos de dos meses desde su formación lograron obtener fue el pase de funciones administrativas sobre territorios ocupados en Cisjordania, que se trasladaron al ministro de Finanzas, el colono del partido Sionismo Religioso Bezalel Smotrich y que le fueron quitadas al titular de la cartera de Defensa, Yoav Gallant.
Gallant, quien además es diputado del partido Likud de Netanyahu, fue desplazado por el primer ministro por pronunciarse en contra de la reforma. Sin embargo, el anuncio no fue formalizado y permanece en el cargo.
Según Kedar, quien ha participado de las movilizaciones en contra de la reforma judicial de Netanyahu, «la principal promesa de ellos era que iban a reconstruir la seguridad personal, que no iba a haber más actos de terror. Jugaron con los miedos de la gente».
Y a eso hay que agregarle que «en la oposición casi no hay izquierda, porque la izquierda se fue reduciendo y debilitando. Casi no hay un contrapeso», consideró la investigadora.
De todas formas, destacó que la alianza de gobierno tiene 64 de las 120 bancas de la Knesset (parlamento), eso indica que «la sociedad está muy dividida y no es que la mayor parte de la población sea de extrema derecha o derecha».
Por eso, la administración liderada por el Likud se enfrentó a un proceso de protestas «sin precedentes», dijo Kedar y destacó la «diversidad» de las manifestaciones: asisten personas que incluso se definen como «de derecha» a la vez que «se empieza a ver más gente religiosa» o empresarios ligados a las «startups» o empresas de alta tecnología, explicó.
«Nunca en la historia de Israel hubo tanta gente protestando. Los israelíes no tienen esa cultura de salir y protestar. Vemos que la cantidad y la intensidad -porque ya son 13 semanas- van creciendo», afirmó.
«No veo ninguna posibilidad de que este movimiento desaparezca, salvo que se dé una represión total o que las prohíban. La población entiende que no se trata de una reforma, sino que se está intentando cambiar el sistema de gobierno de manera unilateral. Estamos hablando del fin de la democracia israelí», sentenció.
Además, advirtió que las manifestaciones se están tornando bastante violentas y que, pese a la masividad, la población árabe que vive en Israel no se ha adherido, porque «no se sienten parte y tal vez porque creen que va a dar una excusa al gobierno para deslegitimar la protesta».