Mononucleosis en la infancia o «enfermedad del beso»: síntomas y tratamiento

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La mononucleosis, también conocida como «enfermedad del beso», se da con frecuencia en adolescentes y adultos jóvenes, aunque también puede contraerse durante la primera infancia, pues su contagio es a través de la saliva.

Se trata de una enfermedad vírica cuyos síntomas iniciales se asemejan a los de una amigdalitis, de ahí que en ocasiones el diagnóstico pueda confundirse. Te explicamos qué es la mononucleosis infecciosa, qué síntomas presenta y cómo debe tratarse.

¿Por qué la llaman la «enfermedad del beso»?

La mononucleosis es una infección provocada por un virus que se transmite a través de la saliva, de ahí que se la conozca con el nombre de «enfermedad del beso». Debido a su forma de contagio, la enfermedad se da con mayor frecuencia entre los adolescentes, pero también es un virus muy propio de las guarderías, donde los niños chupan y comparten todo.

Los niños que van a la guardería tienen más riesgo de padecer enfermedades infecciosas

El contagio a veces se produce por parte de portadores sanos, quienes tienen el virus activo dentro de su cuerpo pero no presenta síntomas. También las personas infectadas pueden contagiar la enfermedad incluso varios meses después de haberla contraído.

Según datos de las Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), este virus está ampliamente extendido a nivel mundial, y se calcula que más de un 95 por ciento de la población se ha contagiado en algún momento de su vida.

Los síntomas de la mononucleosis

En bebés y niños muy pequeños, la enfermedad suele ser asintomática o presentar síntomas inespecíficos como los de cualquier otro virus, de ahí que su diagnóstico inicial no esté claro en muchas ocasiones.

En niños más mayores, adolescentes y adultos, los primeros síntomas suelen incluir malestar general, dolor muscular, fatiga, decaimiento, dolores de cabeza, falta de apetito y dolor abdominal. Esta primera fase puede durar entre una y dos semanas, y a continuación comienzan los síntomas más típicos de la enfermedad y que son:

  • Fiebre muy elevada e intermitente, con una duración que puede prolongarse hasta las dos semanas.

  • Faringoamigdalitis con extensas placas de exudado en las amígdalas, de color blanquecino o grisáceo. El dolor de garganta es muy intenso y aumenta paulatinamente junto a la fiebre.

  • Aumento de tamaño de los ganglios linfáticos, sobre todo del cuello.

  • Agrandamiento del bazo y en ocasiones también del hígado, que suele asociarse a dolor abdominal.

  • Con menor frecuencia puede aparecer también una erupción cutánea, especialmente si el paciente está siendo tratado con antibióticos.

Las complicaciones de la enfermedad son muy excepcionales, y por lo general, al diagnóstico de mononucleosis se llega a través de una analítica de sangre.

Tratamiento de la enfermedad

Virus

Virus

Al tratarse de un virus, la mononucleosis no se cura con antibióticos. El problema está en que esta enfermedad se parece a otras infecciones de garganta que sí son suscpetibles de tratamiento antibiótico, de ahí que en ocasiones se prescriba este tipo de medicación sin que el paciente mejore al cabo de los días.

Lo único que se puede hacer es aliviar los síntomas de la enfermedad con medicamentos analgésicos recomendados por el pediatra, beber abundantes líquidos y hacer mucho reposo.

Los síntomas generales de la enfermedad mejoran entre dos y cuatro semanas después de su aparición, y durante este tiempo es conveniente que el niño permaneza en casa y en reposo, especialmente si tiene fiebre.

Cuando la fiebre ha remitido por completo, se considera que la infección ya ha pasado, aunque en muchas ocasiones el cansancio perdura varias semanas más, por lo que puede ser recomendable que el niño continue haciendo reposo antes de volver a su vida normal.

¿Se puede prevenir?

No existe ninguna vacuna contra esta enfermedad y tampoco podemos aplicar medidas preventivas eficaces pues, como hemos visto, en ocasiones el contagio se produce por parte de portadores que no presentan ningún síntoma de enfermedad.

Lo único que podemos hacer (tanto para intentar prevenir esta enfermedad, como muchas otras) es enseñar a nuestros hijos a no compartir vasos, botellas, cubiertos… así como desinfectar con frecuencia los juguetes que utilicen y compartan con otros niños, si son susceptibles de llevárselos a la boca.

Fotos | iStock

Más información | En Familia – AEP

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