Se acercó con paso lento pero decidido a los escalones que le separaban del garaje. Los pies descalzos acusaban el frío suelo de la estancia, oscura, donde una fina funda de tela le separaban de lo que le hacía volar y a la vez mantener los pies en suelo. Tiró de ella, muy lentamente, hasta que al fin se descubrió. La cordura y la locura unidas en una máquina: su coche.
Aunque se trate de un pasaje inventado (que pararemos aquí), esto probablemente es lo que las personas con mecanofilia experimentan. Hablamos de una parafilia sobre la que apenas existen artículos académicos; una atracción tabú, entre el hombre (o la mujer) y la máquina. Existen tantas filias como objetos, pero la que hoy nos ocupa es especialmente oscura, por la falta de información que existe en torno a este complejo y desconocido mundo.
Filias, parafilias… ¿sabemos distinguirlas?
¿Quiere decir esto que si yo empleo más horas de las que debiera acicalando a mi coche, tengo mecanofilia? La respuesta es no, aunque debemos decir que no hay que perder la perspectiva de lo que un objeto representa frente a la realidad. Si eres de los que se va de vacaciones y le pides al vecino que vaya a visitar a tu coche al garaje y te mande fotos, lo que experimentas es una filia como otra cualquiera (un poco excesiva, eso sí).
Las parafilias van desde el grupo más aceptado del fetichismo, el masoquismo y el sadismo a otros grupos más estigmatizados y rechazados como el voyeurismo o el bestialismo. La mecanofilia o mecafilia se engloba dentro del fetichismo.
¿Pero qué marca la diferencia entre una filia y una parafilia? La diferencia adica en la cantidad de energía que le dediques y el nivel de obsesión que te lleve. Una filia es una atracción o gusto por algo, ya sean los coches, coleccionar sellos, etc. La parafilia, en cambio, tiene añadido un tinte sexual. Si eres aficionado al mundo del motor, se trata de una filia. La mecafilia o mecanofilia es una parafilia.
El hecho de que te excite hacerlo en un coche tampoco entra dentro de la categoría de mecafilia; de hecho esta filia recibe el nombre de amomaxia. Por lo general, solemos asociar la palabra ‘filia’ a algo negativo; sin embargo, es el término opuesto a la fobia.
Los casos más conocidos de mecanofilia
La mecanofilia o mecafilia es un tipo de parafilia en la que se siente una gran atracción sexual hacia las máquinas, sobre todo hacia los coches o vehículos de cuatro ruedas. Es probable que recuerdes aquel caso que se viralizó en 2008: un hombre llamado Edward Smith hacía público su romance con más de 1.000 coches. Un romance que incluía sexo.
Smith consideraba a su Volkswagen Beetle blanco del 74 como su novia, a la que había llamado Vanilla. «Voy más allá apreciando la belleza de un coche en el punto de que lo que siento es una expresión de amor», decía. Inspirado por series como ‘El coche fantástico‘ o la película protagonizada por Lindsay Lohan, ‘Herbie‘, Smith aprendió que los coches pueden ser amados.
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Lo cierto es que, al igual que otras parafilias, los que las experimentan no tienen necesariamente un trastorno mental, ni quieren o tienen por qué ser tratados en el que caso de que puedan llevar una vida saludable y en su entorno esté normalizado. De hecho, Smith afirmaba que no estaba enfermo y que no tenía intención alguna de cambiar ya que no hacía daño a nadie.
Smith afirmaba hablar con el coche, tener citas románticas con su Volkswagen y le preocupaba tanto su seguridad y bienestar como si de una persona se tratara. Lo que siente es puro romanticismo, como el que una persona puede sentir hacia otra. Es la humanización del objeto.
Apenas hay estudios científicos acerca de esta parafilia, pero Smith mantenía que compartía su pasión con otras 500 personas en un foro online. Según los documentales de los que fue protagonista, Smith tenía una vida social normalizada, y su vecina sostenía que respetaba todo aquello que le hacía feliz.
También sonado fue el reciente caso de un hombre de 33 años detenido por la policía británica en pleno centro de la ciudad de Kent al ser pillado en clara actitud amorosa con su Suzuki en la calle. El sujeto no se había limitado a darle unos besos a su moto: había pasado a la segunda base.
No podemos olvidar al protagonista de aquel mítico programa titulado ‘Mi extraña adicción‘. Nathaniel, que en 2016 tenía 27 años, llevaba cinco manteniendo relaciones sexuales con su coche. Al igual que le ocurría a Smith, Nathaniel no se avergonzaba de su filia y tampoco creía que debiera ser tratado, pero sí afirmaba acudir a terapia para poder entenderlo mejor.
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¿Filias? Tantas como objetos haya
Ante un tema tan complejo y estigmatizado, la búsqueda de información académica se hace interminable. No existen estudios (al menos, no al alcance de un clic) en lo referente a la mecafilia y las informaciones que circulan por internet responden más a un interés morboso que a uno científico. Por ello hemos acudido a dos expertas.
Esa obsesión por los coches se queda grabada a partir de alguna experiencia significativa para la persona, pero esto va a depender mucho de cada individuo y dos personas que tengan la misma experiencia pueden acabar una desarrollando la parafilia y la otra no.
Silvia Catalán es psicóloga especializada en sexología, e incluso para ella se trata de un tema en el que existe mucha oscuridad, pues las personas que experimentan esta filia no suelen acudir al psicólogo o al psiquiatra, por lo que es casi misión imposible encontrar fuentes fiables ante un tema tan complejo.
«Cuando hablamos de filias siempre es complejo encontrar fuentes fiables. El problema radica es que hay tantas filias como objetos, es decir, casi infinitas«, adelanta Silvia. «Una parafilia no deja de ser una fijación erótica, un estímulo que hace que la persona que lo ve o lo imagina, se excite sexualmente», describe.
Es difícil por tanto determinar si existe algún mecanismo que lo desencadene, ya sea alguna experiencia en la infancia o la adolescencia, o se trata de conductas totalmente individualizadas que varían según los gustos de cada persona.
Su hipótesis es que de alguna manera, esa «obsesión» por los coches se queda grabada a partir de alguna experiencia significativa para la persona, pero esto va a depender mucho de cada individuo y dos personas que tengan la misma experiencia pueden acabar una desarrollando la parafilia y la otra no.
Las parafilias van desde el grupo más aceptado del fetichismo, el masoquismo y el sadismo a otros grupos más estigmatizados y rechazados como el voyeurismo o el bestialismo. La mecafilia se engloba dentro del fetichismo, y aquí, las relaciones con otras personas quedan descartadas.
Al preguntar si la mecafilia puede clasificarse como un trastorno, la respuesta de Silvia es clara: no. Al menos no técnicamente: «El manual diagnóstico de enfermedades mentales (DSM) contempla las parafilias como una enfermedad mental sólo en el caso en que los comportamientos sexuales provoquen un deterioro social, laboral o familiar. Es decir, si una persona que se excita con coches lo vive como algo normalizado en su entorno y no tiene problemas de adaptación social y no sufre, no diríamos que tiene una enfermedad mental, técnicamente», afirma.
Como todo, esto tiene sus matices, pues el límite siempre se sitúa en qué grado afectará esta práctica a los demás, y sin entrar en juicios morales, claro. A nivel personal, a Silvia le cuesta pensar que una persona que llega a tener una relación erótica o romántica con una máquina pueda tener una vida social normalizada en todos los aspectos. Se trata de la fina línea que separa la salud de la enfermedad mental.
Tal y como hemos visto en los casos de Smith y Nathaniel, estas personas aceptan su orientación objetosexual y parecen no tener miedo a ser estigmatizadas. Para estos testimonios, no hay nada que curar ni tratar, pues ellos viven libremente su sexualidad sin molestar a nadie. Pero en caso de que la persona acudiera a consulta porque realmente le afecta tener esta parafilia, Silvia afirma que sí se puede tratar:
«Se trataría como cualquier otra parafilia: es decir, desde la psicología se buscarían las causas de esta atracción y se trabajaría para ir moderando poco a poco esos sentimientos de malestar. De la misma manera se trabajaría con el paciente para restablecer sus vínculos sociales, en caso de que hayan quedado afectados».
La mecanofilia, como refugio para evitar la realidad
Ana María Fuentes Alcañiz, psicóloga Clínica, afirma que esta parafilia tiene que ver con el modo de vinculación: son dificultades en la vinculación con el otro. «Freud denominaba a las parafilias perversiones y desviaciones. Lo que antes de consideraba desviado ahora se empieza a considerar diferente, como lo era al principio la sexualidad», afirma.
Estadísticamente, hay más hombres que mujeres con inclinaciones parafílicas. Si hay una pérdida de la realidad en el punto de que se está acariciando a un coche y no a un ser vivo y no se es capaz de distinguir entre una cosa y otra, estaríamos ante una estructura psicótica y la gravedad sería mayor.
«Cabe destacar la fragilidad de estas personas, que lejos de ser egoístas o frívolos son quizá extremadamente sensibles y tienen miedo a la decepción y al sufrimiento que pueden dar una relación real.»
Ana explica que muchas veces este tipo de comportamientos son un refugio para evitar establecer vínculos reales y responden a una cierta inmadurez e infantilismo. «Quizá puedan llevar una vida normal en el trabajo, pero a la hora de tener relaciones tendrán problemas, ya que las personas que experimentan esta parafilia no asumen comportamientos como la responsabilidad, la reciprocidad o el compromiso».
Las relaciones que tendrán estas personas serán satisfactorias pero también muy decepcionantes; tienen baja tolerancia a la frustración, ya que un coche nunca te va a fallar. «Cabe destacar la fragilidad de estas personas, que lejos de ser egoístas o frívolos son quizá extremadamente sensibles y tienen miedo a la decepción y al sufrimiento que pueden dar una relación real«, describe. Cuando se se relacionan con el coche, se relacionan con ellos mismos.
Cuando preguntamos a Ana por la escasez de información académica que existe en torno a las parafilias, responde que estos comportamientos suelen ser ocultados incluso cuando van a terapia, por vergüenza o porque están bien. «Una vez que el individuo hace terapia y sus vínculos mejoran, este tipo de inclinaciones suelen disminuir ya que dejan de tener sentido para él y pueden encontrar disfrute en otras fuentes de placer más reales», concluye.
Tras muchos intentos por contactar con un profesional que nos abriera una puerta a este oscuro mundo, la búsqueda ha sido infructífera. El mensaje por parte de los profesionales consultados ha sido claro: se trata de un tema tan delicado que, en el remoto caso de que la persona acuda a un profesional, puede que no le cuente que experimenta esta parafilia. Y si se lo cuenta, el profesional rara vez expondrá a su paciente al resto.
Es un tema delicado en el que la necesidad de estudios científicos puede ser la clave para frenar la estigmatización de los que son diferentes e ir más allá. Conocer los mecanismos de nuestra mente para no traspasar la línea que separa la realidad de la irrealidad.
El grupo Captains capta el mundo de la mecanofilia en el videoclip que pone imágenes a la canción ‘Touch Me, I’m Driving’. Una atmósfera oscura que mezcla el suspense piscológico y una estética rompedora, con un Oldsmobile Cutlass del 69 incluido. ¡Que lo disfrutes!
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Foto | GCruzado