Quieren
revolucionar
la
estructura
urbana
y
económica
de
Estados
Unidos,
y
su
medio
para
lograrlo
se
denomina ‘Freedom
cities’:
un
grupo
de
multimillonarios
y
defensores
del ‘libre
mercado’
han
impulsado
la
idea
de
estas «ciudades
de
la
libertad»
que
estarían
caracterizadas
por
contar
con
una
regulación
(pública)
mínima
o
inexistente.
En
teoría,
esa
naturaleza
separada
de
las
ciudades
normales
fomentaría
la
innovación
tecnológica
y
el
emprendimiento,
al
estar
liberadas
de
las «restricciones»
impuestas
por
las
agencias
gubernamentales.
La
iniciativa
ha
sido
respaldada
por
figuras
influyentes
de
Silicon
Valley
como
Peter
Thiel
y
Marc
Andreessen
y
cuenta
con
el
apoyo
de
algunas
voces
destacadas
de
la
administración
de
Donald
Trump
(empezando
por
el
propio
presidente,
que
ha
expresado
en
alguna
ocasión
su
interés
en
la
creación
de
estos
enclaves).
Hay
que
tener
en
cuenta
que
Peter
Thiel
y
Marc
Andreessen
son
dos
de
los
empresarios
e
inversores
más
influyentes
en
el
mundo
de
la
tecnología
y
el
capital
de
riesgo
en
Silicon
Valley:
-
El
primero
fue
cofundador
de
PayPal,
y
el
primer
inversor
externo
de
Facebook. -
el
segundo
creó
el
primer
navegador
web
gráfico
de
la
historia,
después
fundó
Netscape,
y
ahora
es
inversor
en
empresas
como
Facebook,
Twitter,
Airbnb,
Coinbase
y
OpenAI.
¿Qué
son
(exactamente)
las «Freedom
Cities»?
Las «Freedom
Cities»
son
un
concepto
basado
en
la
idea
de
crear
espacios
urbanos
con
supuestas
políticas
de
desregulación
extrema:
la
propuesta,
impulsada
por
la
organización
Freedom
Cities
Coalition
y
financiada
por
inversores
privados,
busca
establecer
zonas
donde
las
normativas
federales
y
estatales
sean
sustituidas
por
un
marco
regulador
diseñado
por
los
propios
empresarios
y
tecnólogos.
De
ahí
lo
de «supuesta
desregulación»:
simplemente
cambia
el
regulador.
Y
es
que,
en
este
tipo
de
ciudades,
los
desarrolladores
privados
tienen
la
potestad
de
establecer
sus
propias
leyes
y
sistemas
judiciales,
lo
que
ha
generado
controversia
en
los
países
donde
se
han
implementado.
Estas
ciudades
serían
experimentos
urbanos
y
sociales
con
capacidad
para
operar
al
margen
de
la
intervención
de
agencias
como
la
Administración
de
Alimentos
y
Medicamentos
(FDA),
la
Comisión
Reguladora
Nuclear
(NRC)
o
la
Agencia
de
Protección
Ambiental
(EPA).
La
propuesta
se
inspira
en
experimentos
previos
en
el
extranjero,
como
‘Próspera’
en
Honduras,
un
enclave
autónomo
creado
bajo
el
modelo
de
Zonas
de
Desarrollo
Económico
y
Empleo
(ZEDE).
Trey
Goff,
el
jefe
de
personal
de
Próspera,
es
miembro
activo
de
la
Freedom
Cities
Coalition.
¿Cómo
funcionaría
algo
así?
Las ‘Freedom
Cities’
funcionarían
como
enclaves
autónomos
dentro
de
Estados
Unidos
(algo
así
como
el
Vaticano
en
Italia),
gestionados
principalmente
por
corporaciones
y
fondos
privados
en
lugar
de
gobiernos
tradicionales.
La
gobernanza
se
basaría
en
acuerdos
contractuales
entre
residentes
y
administradores,
estableciendo
reglas
personalizadas
para
el
urbanismo,
la
economía
y
la
seguridad.
Las
empresas
tendrían
control
sobre
la
infraestructura,
los
servicios
públicos
y
el
desarrollo
tecnológico,
priorizando
la
innovación
sin
las
restricciones
de
normativas
federales.
Sin
embargo,
este
modelo
plantea
interrogantes
sobre
la
equidad
social,
la
rendición
de
cuentas
y
la
protección
de
los
derechos
de
los
ciudadanos
dentro
de
un
entorno
predominantemente
corporativo.
Entonces,
¿Trump
lo
apoya?
El
presidente
Donald
Trump
ha
sido
uno
de
los
principales
promotores
de
esta
idea.
En
un
discurso
de
2023,
previo
a
su
retorno
al
poder
ejecutivo,
propuso
la
creación
de
hasta
diez ‘Freedom
Cities’
en
terrenos
federales
subutilizados,
argumentando
que
estas
urbes «impulsarían
el
sueño
americano»
y
proporcionarían
oportunidades
de
vivienda
y
empleo
a
miles
de
ciudadanos.
Trump
destacó
que
casi
un
tercio
del
territorio
estadounidense
es
propiedad
del
gobierno
federal
y
sugirió
destinar
una
fracción
de
estos
terrenos
a
este
ambicioso
proyecto.
-
¿Cómo
podría
articularse
su
creación?
La
Freedom
Cities
Coalition
ha
estado
en
conversaciones
con
la
administración
Trump
y
ha
propuesto
la
creación
de
estas
ciudades
mediante «pactos
interestatales»,
en
los
cuales
dos
o
más
estados
podrían
acordar
designar
áreas
fronterizas
como
zonas
especiales
con
marcos
fiscales
y
regulatorios
propios.
Además,
algunos
defensores
del
proyecto
han
planteado
la
posibilidad
de
que
Trump
establezca
estas
ciudades
como
enclaves
federales
mediante
órdenes
ejecutivas.
Es
posible
que
el
debate
sobre
estos
enclaves
de
innovación
sin
regulación
continúe
ganando
tracción
en
el
panorama
político
estadounidense
¿Qué
cabe
esperar
de
estas
ciudades?
Sus
defensores
argumentan
que
estas
ciudades
permitirían «despojarse
de
décadas
de
acumulación
burocrática»
y
brindar
a
los
empresarios
la
libertad
de
operar
sin
trabas
gubernamentales.
Según
ha
informado ‘Wired’,
entre
los
objetivos
de
estos
enclaves
se
incluyen
ensayos
clínicos
de
antienvejecimiento,
el
desarrollo
de
startups
nucleares
y
nuevas
técnicas
de
construcción
que,
en
condiciones
normales,
estarían
sujetas
a
estrictas
regulaciones
gubernamentales.
Problemas
del
proyecto
-
Ya
ha
generado
fuertes
críticas.
Sus
detractores
advierten
que
la
eliminación
de
regulaciones
esenciales
podría
llevar
a
riesgos
medioambientales,
abusos
laborales
y
un
incremento
en
la
desigualdad
económica.
Además,
permitir
que
entidades
privadas
escriban
sus
propias
leyes
y
administren
justicia
dentro
de
estos
enclaves
plantea
dudas
sobre
la
erosión
del
Estado
de
derecho. -
Uso
actual
de
tierras
federales
de
EE.UU.
Actualmente,
la
mayoría
de
las
tierras
federales
no
destinadas
a
la
agricultura
o
la
producción
energética
están
dedicadas
a
la
conservación
de
la
vida
silvestre.
Algunos
ecologistas
han
expresado
su
preocupación
por
el
impacto
ecológico
que
tendría
el
desarrollo
urbano
en
estas
áreas.
¿Un
concepto
de
ciencia
ficción?
El
concepto
de
las «Freedom
Cities»
tiene
paralelismos
con
escenarios
futuristas
imaginados
en
novelas
de
ciencia
ficción
ciberpunk
como
‘La
era
del
diamante’
de
Neal
Stephenson,
o ‘Jennifer
Gobierno’
de
Max
Barry.
En
la
obra
de
Stephenson,
la
sociedad
está
fragmentada
en
enclaves
tecnológicos
altamente
avanzados,
gobernados
por
corporaciones
y
otras
entidades
privadas,
donde
la
ciudadanía
depende
más
de
la
afiliación
económica
que
de
la
nacionalidad
tradicional.
Por
otro
lado, ‘Jennifer
Gobierno’
presenta
un
mundo
donde
las
empresas
se
han
equiparado
(y
casi
sustituido
por
completo)
a
los
gobiernos
y
los
ciudadanos
toman
el
apellido
de
la
corporación
para
la
que
trabajan
(la ‘Jennifer’
del
título
es
una
funcionaria).
En
este
universo,
la
competencia
sin
restricciones
ha
llevado
a
un
capitalismo
extremo
plagado
de
abusos
corporativos.
Vía
|
Gizmodo
Imagen
|
Marcos
Merino
mediante
IA