Casi un año después de su estreno en el Festival de Cine de San Sebastián, donde compitió en Sección Oficial, llega a la cartelera española ‘Madres verdaderas‘, el último largometraje de la cineasta japonesa Naomi Kawase.
La película posee muchos de los rasgos definitorios del cine de Kawase, un cine marcado por el intimismo (a veces espiritual y/o místico), por un contacto tangible y detallista con la naturaleza, por una narración calma, sosegada, y por la indagación en las relaciones humanas y las singularidades de la sociedad japonesa a través del melodrama.
Melodrama y denuncia a lo Kawase
Al igual que en toda su filmografía, la búsqueda de la identidad personal también es un elemento clave en esta película que fija en la maternidad el eje principal de sus tramas. ‘Madres verdaderas’ comienza situando al espectador en la cotidianeidad de una familia japonesa compuesta por un matrimonio y su pequeño niño, que aún va a la guardería.
Pronto la narración se retrotrae y se descubre que la pareja tuvo problemas para concebir un hijo, por lo que decidieron finalmente optar por la adopción a través de Baby Baton, una asociación encargada de acoger durante el embarazo a madres gestantes que no quieren o no pueden hacer frente a su maternidad y, al mismo tiempo, buscar a los mejores padres adoptivos posibles.
Más adelante, Kawase centra toda la atención en Hitari, la madre biológica del niño, para conocer por qué ha llegado hasta Baby Baton y cómo ha sido su trágico camino. Y paulatinamente, ambos relatos se volverán a cruzar en el presente, que no es otro que el inicio de la película.
Todo ello en un complejo y acertado montaje que narra en paralelo las dos historias principales y que avanza y retrocede en el tiempo en reiteradas ocasiones. Hay varios giros en el guion y muchas subtramas (incluyendo la criminal y la policiaca), algunas de mayor interés que otras, dejando en evidencia que no eran necesarias todas.
Quizá sea en el retrato casi documental del funcionamiento de la organización Baby Baton donde se encuentren los momentos más lúcidos del filme, mostrando por un lado el día a día de las jóvenes huéspedes que esperan su parto en una isla lejos de su familia, realizando conjuntamente tareas del hogar, confesando sus secretos más personales y compartiendo entre ellas el duro trance, y por otro lado al presentar los coloquios que se imparten para los padres interesados en adoptar.
Es en dicha isla, cercana a Hiroshima, donde Kawase (que también fue hija adoptada) despliega sus armas narrativas para exponer al espectador el destino de estas madres biológicas (la mayoría jóvenes provenientes de familias desestructuradas que cargan consigo un pasado de maltrato, vejaciones, pobreza económica y/o traumas por ser víctimas de la trata) así como de sus hijos dados en adopción, denunciando de esta manera el desamparo de tantas adolescentes en su país, las diferencias de clase y el terrible machismo.
Además, muestra el enorme tabú que existe en la sociedad nipona en relación a la maternidad y a la paternidad, de una parte con los embarazos precoces en la juventud y, de otra, con la infertilidad y el miedo a ser rechazado por tu pareja debido a este motivo.
‘Madres verdaderas’, un relato tan sensible y emotivo como excesivo que obtuvo el sello de Cannes 2020
Conflictos en torno a la familia y sobre la naturaleza intrínseca de estas relaciones (consanguíneas o no) —tratados en profundidad por otro cineasta japonés, Hirokazu Koreeda— son abordados aquí junto a cuestiones identitarias como el interrogante sobre qué nos define más, ¿nuestra cultura y educación o nuestra genética? Pero además de las afiladas denuncias y las dudas filosóficas, el filme es un emotivo homenaje a las madres biológicas que han tenido que dar en adopción a sus hijos y a aquellos padres que no pueden tener descendencia.
No obstante, hay que señalar también sus excesos: en los minutos de metraje, en su afectación en ocasiones poco equilibrada o en sus subrayados musicales. ‘Madres verdaderas’, basada en la novela homónima de Mizuki Tsujimura y que lleva el sello de Cannes 2020, no destaca entre las mejores obras de su directora, pero ocupa una posición más afortunada en su filmografía que ‘Viaje a Nara’ (2018), la anterior cinta de Kawase, cuyo excepcional prólogo no estaba a la altura del resto de metraje, acaparado por las indescifrables y aburridas cuitas de sus protagonistas, quienes jamás parecen ir a algún lugar.
La responsable de títulos tan remarcables del cine asiático actual como ‘El bosque del luto’ (2007) o ‘Aguas tranquilas’ (2014) vuelve a ocupar la pantalla con abundantes planos detalle de árboles, plantas, aves, el mar, la comida, o rayos de sol que se cuelan por diferentes recovecos, sello estilístico inconfundible de la autora, que sabe impregnar de enorme belleza sus películas.
Lo mismo que transmitir emociones contando con la ayuda de un buen elenco de actores, en este caso el formado principalmente por Hiromi Nagasaku, Arata Iura y Aju Makita, sin olvidar a la actriz Miyoko Asada, que da vida a la Sra. Asami, encargada del centro Baby Baton, uno de los personajes más entrañables de esta obra cercana y sensible, triste pero esperanzadora. Como la vida misma, como el cine de Kawase.