Cada cierto tiempo aparece en el panorama nutricional y dietético una nueva dieta o patrón alimentario que promete cambios sustanciales en la composición corporal en poco tiempo o un cambio de hábitos radical sin que haya una intervención directa con dietista o nutricionista alguno.
En esta ocasión queremos hablaros de la dieta Sonoma, que está en boca de todos en los últimos tiempos.
En qué consiste la dieta Sonoma
La dieta Sonoma nació de la mano de la nutricionista californiana Connie Guttersen con la que pretendía haber creado un plan alimenticio que propone perder peso aprendiendo a comer, de tal manera que la pérdida del mismo sea gradual, saludable y definitiva.
La dieta Sonoma mezcla los conceptos de la dieta mediterránea con ingredientes típicos de California, estado del cual la dieta toma su nombre. Dadas las influencias de la dieta mediterránea, apuesta por el consumo de verduras, frutas, legumbres y alimentos integrales por su alto contenido en fibra. Así mismo trata de disminuir los alimentos altos en grasas animales y azúcares refinados.
Los aciertos de la dieta Sonoma
Uno de los requisitos necesarios para comenzar con el plan de Guttersen es incluir de por vida los siguientes alimentos en tu patrón dietético habitual:
1. Almendras
2. Pimientos de todos los colores
3. Frutas del bosque
4. Brócoli
5. Uvas
6. Aceite de oliva virgen
7. Espinacas
8. Fresas
9. Tomates
10. Granos integrales
En Vitónica nos gusta esta recomendación, sobre todo cuando hace referencia a tratar de abarcar una gama de colores completa cuando se trata de comer frutas y verduras. Por supuesto, que se haga énfasis en estos alimentos no quiere decir que los que no hayan sido nombrados no puedan incluirse.
Los errores de la dieta Sonoma
Además de enfatizar el consumo de los alimentos anteriores, otro de los requisitos indispensables que propone la creadora de esta dieta es tener en casa únicamente platos que se ajusten a unas medidas reglamentarias que la californiana propone.
Para el desayuno propone un plato de 14,5 centímetros y un bol con capacidad para dos tazas. Para el almuerzo y la cena, platos de 22,5 centímetros. Este requisito responde a la convicción de no contar calorías o pesar los alimentos, por lo que la nutricionista aboga por no comer más de lo necesario usando platos con medidas estandarizadas. Y he aquí un gran error ya que no se puede estandarizar algo así como las porciones ya que cada persona tiene sus necesidades específicas tanto si hablamos de necesidades calóricas como preferencias a la hora de realizar más o menos comidas.
¿Qué sucede si quiero que mi desayuno sea del tamaño de un plato de comida o cena? ¿Y viceversa? En Vitónica consideramos que en puntos como este la dieta peca de falta de individualización.
Otro de los errores que percibimos en este patrón es el de dividir las fases del cambio de hábitos (como si eso fuera necesario) en varias etapas que se diferencian entre si según los alimentos que pueden o no comerse.
Con este mecanismo que propone la dieta Sonoma empezamos a pisar terreno de dieta milagro (¡cuando en el fondo la dieta nos gusta!), ya que se empieza a apelar a la fuerza de voluntad de la persona para «eliminar» de su vida ciertos alimentos y poder pasar así a la siguiente fase. Parece más un reto que un proceso de cambio basado en el conocimiento de lo que es interesante comer y lo que no, pero sin criminalizar ningún alimento.
Además, una vez pasas a la fase principal de la dieta, que es la segunda etapa, se está permitido beber vino (muy conveniente cuando la ciudad de Sonoma en California es famosa por esta bebida) pero en cambio se aumenta el rechazo hacia alimentos altos en azúcar, cuando se sabe que el azúcar no es dañino per se, sino que más bien las personas que abusan de alimentos azucarados son las mismas que tienen peores hábitos de vida en general.
En definitiva, la dieta Sonoma nos parece un buen intento de encontrar el santo Grial de la dietética con un envoltorio bonito que sería la dieta mediterránea pero con ciertas intenciones encubiertas detrás como es la promoción del vino. En España sucede igual, parece que para recomendar la dieta mediterránea tenemos que beber una copa de vino al día por su contenido en resveratrol cuando sabemos que el alcohol sí que cumple un rol dañino venga de donde venga.
Al final lo que funciona ya lo sabemos: ejercicio físico, dieta eminentemente basada en plantas, proteínas de alto valor biológico, cereales integrales y grasas mono y poliinsaturadas.
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