Los SSD que permanecen guardados en un cajón sin uso están perdiendo tus datos poco a poco

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Los usuarios tendemos a dar por sentado que nuestros datos (fotos, documentos, proyectos personales o profesionales) van a acompañarnos durante años. Y, como los SSD se han convertido en el estándar de almacenamiento rápido y cotidiano, muchos usuarios han asumido que también son una excelente opción para guardar información «para siempre». Sin embargo, podemos llevarnos un chasco si pensamos así.

Y es que los estudios indican que almacenar datos a largo plazo en SSD sin alimentación eléctrica es arriesgado: su tecnología de los SSD no está diseñada para el archivado en frío, y confiar únicamente en ellos puede llevar a una pérdida de información sin previo aviso.

¿Para qué son buenos los SSD?

Durante años, se ha extendido la idea de que los SSD son más duraderos que los discos duros porque no tienen partes mecánicas… pero esto es un mito: la ausencia de piezas móviles evita fallos físicos, pero no garantiza longevidad.

Es cierto que los SSD son más rápidos, resistentes a golpes y energéticamente eficientes, pero ninguna de estas ventajas implica que puedan conservar datos durante décadas desconectados. De hecho, en lo que respecta al ‘archivado en frío’, están en desventaja frente a tecnologías más antiguas, como los HDD.

El talón de Aquiles del SSD

A diferencia de un disco duro magnético, que almacena información mediante polarización física, un SSD utiliza cargas eléctricas atrapadas en celdas de memoria NAND. Ahí surge el problema: estas cargas se degradan con el tiempo, sobre todo cuando la unidad permanece apagada.

Resumiendo, que los SSD no se diseñaron para estar años sin energía, porque cuando no reciben electricidad:

  • el voltaje de las celdas empieza a decaer,
  • aumenta la probabilidad de corrupción de datos,
  • algunas celdas pueden perder su estado por completo.

La rapidez de esta degradación, por otra parte, depende de multitud de factores, como: el tipo de NAND, la temperatura y humedad del entorno, el desgaste previo del SSD por escritura, o la calidad del firmware

Según XDA, las estimaciones de retención sin energía son, dependiendo del tipo de NAND, de:

  • QLC: alrededor de 1 año.
  • TLC: hasta 3 años.
  • MLC: unos 5 años.
  • SLC (poco común): hasta 10 años.

Esto implica que la mayoría de los SSD domésticos (TLC/QLC) no garantizan la integridad de los datos más allá de uno o dos años apagados, incluso aunque físicamente parezca intacto.

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Los HDD: más lentos, pero preferibles (para esta tarea)

Aunque los HDD son más frágiles frente a golpes o movimientos y contienen mecanismos mecánicos, su principio de funcionamiento los hace más adecuados para archivado prolongado: la información está grabada magnéticamente en un plato metálico y no depende de carga eléctrica. Por ello:

  • Los HDD pueden permanecer años apagados sin que su contenido se degrade rápidamente.
  • Sufren problemas como el bit rot, pero a un ritmo más lento.
  • Su coste por gigabyte es menor.

¿Qué estrategia es segura para guardar datos importantes?

Dado que ningún dispositivo es infalible, la clave para preservar archivos valiosos no está en elegir «el disco perfecto», sino en adoptar un método de respaldo sólido. Los expertos insisten en que la durabilidad de la información depende más de la estrategia que del soporte individual.

En este sentido, la conocida ‘regla 3-2-1’ continúa siendo la forma más equilibrada de proteger datos a largo plazo: mantener tres copias de cada archivo, distribuidas en al menos dos tipos de almacenamiento distintos y con una de ellas ubicada fuera del hogar, ya sea en la nube o en otro sitio físico. Esta filosofía introduce redundancia y garantiza que, incluso si un disco falla, haya alternativas accesibles.

Si alguien decide conservar un SSD para almacenar información en frío, conviene entender que no es un dispositivo de ‘guardar y olvidar’. A diferencia de otras tecnologías, los SSD necesitan recibir energía de vez en cuando; conectarlos una o dos veces al año permite refrescar las celdas de memoria y reduce el riesgo de pérdida silenciosa de voltaje.

Para quienes buscan una opción más estable para archivado pasivo, los discos duros magnéticos (HDD) siguen destacando por su resistencia al paso del tiempo cuando permanecen apagados durante largos periodos. Su naturaleza magnética conserva mejor la información en ausencia de energía y, además, resultan más económicos. También existen alternativas como los soportes ópticos duraderos —por ejemplo, M-Disc— diseñados específicamente para resistir muchas décadas.

Sin embargo, una de las soluciones más completas para usuarios con grandes bibliotecas de fotos, vídeos o documentos es combinar un NAS doméstico con almacenamiento en la nube. El NAS permite automatizar copias en red y mantener varias unidades en redundancia, mientras que la nube añade una capa de seguridad externa ante incendios, robos o fallos masivos de hardware. Esta combinación convierte el respaldo en un proceso continuo y menos dependiente de intervenciones manuales.

Por último, ninguna estrategia está completa si no se comprueba periódicamente que las copias siguen siendo válidas. La verificación de integridad, la lectura ocasional de los archivos archivados y la sustitución de unidades envejecidas son prácticas esenciales. En resumen, preservar datos a largo plazo implica asumir que ningún soporte físico es eterno.

Imagen | Marcos Merino mediante IA

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