Los Ramones en el cine: 40 años de ‘Rock ‘n’ Roll High School’

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Este mes de agosto se cumplen cuatro décadas del estreno de ‘Rock ‘n’ Roll High School’, la película que cabalgó la naciente ola de nostalgia ochentera por los felices años cincuenta, y que contó a bordo con el único grupo de la entonces también emergente escena punk capaz de hacer justicia a los añorados tiempos del rock clásico. Menospreciada en su día, el tiempo le ha dado justa consideración de culto, y revisarla hoy supone una fiesta como ayer, y de cuya historia brotan nombres esenciales como los de Roger Corman, Joe Dante, P.J. Soles… y los Ramones, claro.

Como en cualquier producción de Roger Corman, todo nació de una idea del mítico productor de serie B de aprovechar las modas y las inquietudes de la gente joven. Y si en 1967 había hecho películas como ‘The Trip’ para pegarse a la corriente psicodélica y en ‘Un cubo de sangre’ en 1959 había caricaturizado la escena beatnik, a finales de los setenta quiso cabalgar cualquiera que fuera la ola musical del momento.

Allan Arkush, codirector de la película e inspirador del guión, cuenta que Corman, entonces director de New World Pictures, le dijo que quizás debían aprovechar la moda de la música disco tras la explosión de ‘Fiebre del sábado noche’, de 1977, y le planteó una película titulada ‘Disco High’. Pero Arkush apuntó a otra película de Travolta de éxito entonces, ‘Grease’, y le propuso una aproximación más rockera.  

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Con un rodaje de solo veinte días y con unos magros 300.000 dólares de presupuesto, el rodaje estuvo plagado de anécdotas que son puro Corman, : P.J. Soles, la actriz protagonista, casi no fue escogida porque Corman no se podía permitir su salario, pero ésta quería el papel y convenció al rácano productor proponiéndole que ella misma diseñaría su vestuario gratis. El colmo del ahorro fue el concierto final, al que los extras tuvieron que pagar por asistir… encontrándose un aburrido rodaje que tenía muy poco que ver con los vibrantes eventos punk de la época.

Joe Dante rodó buena parte de la película sin ser acreditado (en teoría estaba trabajando en ‘Orca 2’, tras el estreno de ‘Piraña’), ya que Arkush enfermó. Solo su buen pulso para contener a las hordas de jóvenes (y a unos Ramones que pasaban de todo) logró llevar a buen puerto la producción -tal y como cuenta Álvaro Pita en su libro ‘Joe Dante – En el límite de la realidad’-, en escenas tan míticas como la de PJ Soles bailando el tema ‘Do you wanna dance?’ con la banda, que no había escuchado hasta el día anterior. 

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La película se estrenó justo en el momento en el que los Ramones habían terminado de rubricar su póker de cuatro discos clásicos iniciales, los que van de ‘Ramones’ (1976) a ‘Road to Ruin’ (1978). Con este último haciendo de bisagra, se disponían a abrir nuevos horizontes a su monolítico, perfecto sonido: sería en 1980 con ‘End of the Century’, producido por Phil Spector y que se abría con la nostálgica e icónica ‘Do you remember rock’n’roll radio?’.

Los Ramones llevaban puliendo el sonido que les haría inmortales tres años, pero aún no eran un grupo de fama internacional. El punk británico había estallado en el 77, pero no tenía muy buena fama en Estados Unidos, en parte debido a la tumultuosa gira de los Sex Pistols por el país. Aún no había estallado la bomba del hardcore norteamericano y solo Blondie y su adelanto de lo que sería el sonido nuevaolero de los ochenta llegaba a las listas de éxitos.

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Cuenta Arkush en ‘Variety’ que «cuando los Ramones empezaron a girar fue teloneando a Black Sabbath, y fue un desastre. Los fans de Sabbath les arrojaban objetos. Debido a ello, eran una banda para gente poco popular, y eso encaja en la película«.  Y lo cierto es que esa rebeldía, puro punk embrionario (aún tamizado por la música juvenil de los setenta y el rock clásico), encaja con la película.

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Ésta, medio en serio medio en broma revienta unas cuantas concepciones del género. Por ejemplo: una protagonista femenina y marginal a los códigos de belleza típicos (P.J. Soles), banda sonora más acelerada y ruidosa de lo habitual (a los Ramones se suman Alice Cooper, Chuck Berry, Devo y Todd Rundgren), nada de distracciones románticas y un clímax en el que el instituto vuela por los aires.   

Todo ello para contar cómo Riff Randell (PJ Soles), devota de los Ramones y germen de toda la rebeldía que asola el instituto Vince Lombardi, es castigada por la directora, que le quita una entrada para ver a su grupo favorito. Cuando la directora y unos padres de moral enfervecida deciden quemar discos de rock como escarmiento, los estudiantes (y los Ramones) toman el control de la escuela. Y la hacen -literalmente- estallar.

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Lo cierto es que los Ramones encajan como un guante en el ritmo febril e intrascendente de la película, mucho más -conscientemente- tontorrona e inofensiva que su clara inspiradora (no hay más que ver los carteles): ‘Desmadre a la americana’. Y eso que se llegó a barajar a Todd Rundgren, Cheap Trick, Van Halen o Devo como grupos protagonistas. Salvo estos últimos -que habrían dado pie, quizás, a una película bien distinta, como demuestra el final de ‘La revancha de los novatos’-, ninguno habría encajado tan bien con el espíritu Corman como los Ramones. 

Es comprensible que el resultado haya generando un culto continuado: la eterna música de los Ramones suena tan fresca cómo si se hubiera compuesto ayer mismo. Al final de la fiesta solo queda un punto amargo: ‘Rock ‘n’ Roll High School’ funciona casi como la fantasía, que nunca cuajó, de un mundo feliz en el que los Ramones hubieran recibido su justo reconocimiento como mejor banda de rock de todos los tiempos, y P.J. Soles como la actriz definitiva de comedia adolescente.   

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Recién anunciado el futuro biopic de la banda, dirigido por Nick Cassavettes (esperamos que incluya crónica del descenso de Dee Dee al infierno del hip hop, o quedará cojo), podemos entretener la espera con unas cuantas apariciones de los Ramones en otras películas. Interpretándose a sí mismos aparecieron muy fugazmente en películas decididamente menores como ‘Coche 54 ¿dónde estás?’ cantando ‘I believe in miracles’. Y, por supuesto, asistieron al cumpleaños del señor Burns en ‘Los Simpson’. 

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También sus miembros por separado han disfrutado de cameos en películas. El vocalista Joey Ramone hacía un curioso papel como él mismo en ‘Roadkill’, del indie Bruce McDonald. También repetiría con Allan Arkush en ‘Get Crazy’, en 1982 y de nuevo haciendo de él mismo. Y en la curiosa y desconocidísima mezcla de actuaciones y ficción noir ‘Final Rinse’ presentaba a los Dictators en concierto. Ah, y el entrañable Dee Dee hacía del mismísimo Papa en la extremadamente underground ‘Bikini Bandits’

Por supuesto, los temas de los Ramones han aparecido en multitud de películas como acompañamiento de las imágenes. Hay decenas de ejemplos, pero si nos tenemos que quedar con uno solo, sin duda es la estupenda versión que Offspring hace en ‘El diablo metió la mano’ de ‘I wanna be sedated’, lo que acaba de forma no muy apacible para el vocalista Dexter Holland.

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Finalmente, no podemos acabar este repaso a los Ramones de celuloide  recordando su único tema compuesto expresamente para una película, que además acabó convirtiéndose en uno de los más representativos y celebrados: ‘Pet sematary’, que suena en los créditos de ‘Cementerio de animales’, el clásico de Mary Lambert de 1989 inspirado en la novela de Stephen King (y a quienes se homenajea, por cierto, en uno de los momentos más simpáticos del soso remake)

King ya era fan de los Ramones antes de conocerlos en persona: son presencia constante en sus novelas, y está claro que el concepto que la banda tiene del rock, reduciendo a la esencia mínima de sus elementos, es perfectamente equiparable a lo que hace King con el género de terror en sus libros. Lambert era amiga de Dee Dee, entonces bajista del grupo, y le pidió que compusiera un tema para los créditos finales, tal y como cuenta en esta historia oral.  

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Al estilo genuinamente Ramone, Dee Dee compró el libro y en cinco horas dejó la letra compuesta en el contestador automático de su productor Daniel Rey, que se encargó de la música. Rey reconoce que no sabe cómo en tan poco tiempo el bajista fue capaz de asimilar el contenido del libro y regurgitarlo en una letra tan afín a la atmósfera del original, entre tebeo de la EC y tragedia gótica post-mortem modernizada. 

La canción se convirtió en la única que podría considerarse un moderado éxito mainstream, más allá de la escena punk, de la historia de los Ramones, y no es de extrañar. Los arreglos de teclado, los coros, la extraña melancolía que transpira la letra, que habla de una vida tan horrible que no merece la pena ser vivida de nuevo, todo ello en el infeccioso tono habitual de la banda. El estribillo «I don’t want to be buried in a pet cemetery / I don’t want to live my life again» es tan inmortal como si hubiera sido enterrado en un cementerio de animales. Como los propios Ramones.