Los retos del coche autónomo no son pocos e interactuar con su entorno es uno de los que más preocupa ya sea con otros vehículos o con otros usuarios viales, como es el caso de los peatones y otros usuarios vulnerables.
Una curiosa solución la plantean unos investigadores de la Universidad de Tokio: añadir ojos a un coche autónomo que reaccionen ante un peatón que quiere cruzar la calle.
Una idea que es protagonista en su estudio ‘¿Pueden los ojos en los coches autónomos reducir los accidentes?’ y que han probado.
Con y sin ojos: así reaccionaron en el experimento los participantes
En un coche autónomo, o bien no hay conductor al volante, o bien éste puede estar distraído, ya que el vehículo conduce solo. Por tanto lo que nos falta en la ecuación es la mirada del conductor y, por tanto, será más complicado que un viandante o otros usuarios vulnerables tengan la seguridad de si el automóvil lo ha detectado o no.
Así que han probado a ponerle un par de ojos a un coche autónomo y han realizado un experimento mediante realidad virtual, eliminando así riesgo alguno, para analizar si está solución puede ser o no efectiva.
A los 18 participantes del estudio (nueve mujeres y nueve hombres) se les diseñó cuatro escenarios de interacción. En dos, el automóvil iba dotado de ojos sustituyendo a los faros y en las otras dos carecía de ellos.
Además, se planteó que en un caso los ojos miraran directamente al peatón, mientras que en otro dirigieran la mirada para otro lado. En definitiva, simular la vista del conductor como si hubiera advertido o no que el peatón quiere cruzar la calle.
Could moving eyes on self-driving cars reduce accidents with pedestrians? #UTokyo #Research #Autonomous #cars #vehicles #Autonomousvehicles #Robots https://t.co/gvdTcg5bCo pic.twitter.com/kAshtw2tfl
— UTokyo | 東京大学 (@UTokyo_News_en) September 20, 2022
En el escenario en el que el coche no iba dotado de ojos, las mujeres tomaron decisiones incorrectas pero menos arriesgadas (no cruzar pese a que el coche se detuvo), mientras que ellos optaron por lo contrario: lanzarse a cruzar no deteniéndose el coche.
Por el contrario, la toma de decisiones de todos los participantes, ya fueran hombres o mujeres, mejoró cuando entraba en la ecuación el coche equipado con los dos ojos. Es decir, en su mayoría cruzaron al apreciar que su «mirada se dirigía a ellos» o bien no lo hicieron si el coche «miró» para otro lado.
Los propios investigadores reconocen que la muestra no es muy representativa y que quizá los participantes no reaccionen igual en un entorno simulado virtual que en la realidad.
Por otro lado, el propio diseño de los ojos desvirtuó en parte las reacciones, ya que algunos de los participantes los consideró cómicos pero otros incluso aterradores.
Sea como fuere, el estudio sí que demuestra que la mirada del conductor es un aspecto fundamental que puede perderse en la interacción máquina-humano.
Cuestión de confianza
Si bien estos científicos acaban de publicar este estudio, hace varios años Jaguar Land Rover tuvo exactamente la misma idea.
Desarrollaron un prototipo autónomo con ojos que, al detectar al peatón, dirigían hacia él su mirada para que supiese que el vehículo le estaba teniendo en cuenta en su proceso de decisiones.
Y es que según un estudio que la marca realizó previamente un 63 % de peatones y ciclistas afirmó que no se sentirían seguros si se toparan con un coche autónomo en circulación.
¿Por qué? Pues precisamente porque al ir a cruzar una carretera, lo que siempre busca el viandante son los ojos del conductor y si le ha visto o no, pero no mira al coche en sí. Y si lo único que tiene delante es el automóvil, tendrán menos seguridad a la hora de decidirse a cruzar frente a él.
La mayor traba que encuentra el coche autónomo es que su inteligencia artificial sea capaz de reaccionar ante situaciones imprevistas, como por ejemplo que un peatón vaya a cruzar la calzada o reaccionar ante otros vehículos en un cruce complicado.
En definitiva, poder moverse sin margen de error alguno en entornos imprevisibles y no sean controlados.