El Staples Center de Los Angeles, el estadio de usos múltiples donde juegan como locales los equipos de baloncesto de los Lakers y los Clippers, va a cambiar de nombre el próximo día 25 de diciembre. Tras 22 años con su actual denominación, ahora pasará a llamarse el Crypto.com Arena, gracias al acuerdo de patrocinio alcanzado con la compañía de criptodivisas.
El cambio de nombre ha sido recibido con alegría por los fans de Bitcoin, Ethereum y demás criptomonedas, pero hay cierto ámbito del mundillo tecnológico muy cabreado, porque ven cómo se consolida, poco a poco, una tendencia que no hace sino crear confusión sobre términos hasta ahora consolidados.
Hablamos, claro está, de los criptógrafos; a los que el Diccionario de la RAE define como «personas versadas en criptografía, que cifran o descifran mensajes escritos con clave secreta». Nada que ver, en definitiva, con la creciente vinculación del prefijo ‘cripto’ a las criptodivisas.
Parker Higgins, de la Fundación para la Libertad de Prensa, plantea que se está produciendo una banalización de un concepto que hasta ahora había sido «la piedra angular del debate en torno a la privacidad y la seguridad», un concepto «que lleva décadas bajo ataque».
Abrir las puertas a la banalización
Tan problemática ven esta tendencia, que hace ya unos años iniciaron una campaña, con sus propias camisetas (y demás merchandising) titulada «Crypto: it means ‘cryptography'» (Cripto: significa criptografía). Últimamente, se ha sumado incluso una web con un mensaje mucho más directo a la hora de desmontar el equívoco: «Crypto is not cryptocurrency» (‘Cripto’ no significa criptodivisa).
Pero la lucha parece cada vez más perdida para la facción pro-criptografía, y gran parte de la culpa la tiene Crypto.com, precisamente la compañía que patrocina el mencionado estadio, actual propietaria del dominio homónimo; un dominio que desde 1993 había pertenecido a un experto en criptografía Matt Blaze.
Blaze se había negado a venderlo en múltiples ocasiones, pese a las muchas ofertas que le llegaron una vez comenzó la fiebre del Bitcoin. Entre los motivos para negarse mencionaba, precisamente, que el uso de ‘crypto’ como abreviatura de ‘cryptocurrency’ tendría consecuencias negativas tanto para criptomonedas como para la ciencia criptográfica.
Sin embargo, la gran cuantía (no desvelada) de la última oferta, recibida por la startup suiza Monaco, hizo que ‘diera su brazo a torcer’ y que el nuevo comprador corriera a cambiarse de nombre. Y ahora, cada vez más, ‘lo cripto’ tiene que ver con inversiones financieras y monedas digitales (o peor aún, con imágenes cartoon de leones vendidas a precios millonarios).
La historia ofrece precedentes, y no son los que los criptógrafos esperaban
Amie Stepanovich, directora ejecutiva del Silicon Flatirons Center y creadora de la campaña de camisetas antes mencionada, confía en el hecho de que el «peso de la historia» está del lado de la criptografía, porque lleva ésta existiendo desde antes de Julio César, mientras que la criptomoneda llevan apenas una década en el debate público. Por desgracia, suena a agarrarse a un clavo ardiendo.
Es decir ¿cuánta gente sabe que, durante milenios, la ‘cibernética’ se refirió a la gobernanza de los barcos (con ese sentido lo usó ya Homero, nada menos), que el término fue recuperado en 1834 como sinónimo de «gobierno civil» y que Norbert Wiener lo popularizó en 1942 para referirse a la comunicación en (que no ‘entre’) animales y máquinas?
Me atrevería a decir que nadie pensó en nada de eso cuando empezaron a acuñarse en los 90 términos como «cibercafé» o «ciberterrorismo».
Imagen | RitaKozlov