Nos encaminamos a un futuro de coches autónomos. Al menos eso es los que parecen querer las autoridades, con la Unión Europea presionando para que los vehículos cuenten con una mayor cantidad de asistencias a la conducción. También con diferentes países desarrollando legislaciones para dar cobijo a esta nueva tecnología.
Las esperanzas son muchas: más seguridad en las carreteras eliminando el fallo humano y una mejor gestión del tráfico, especialmente en las ciudades. Y aunque parece que estamos ante un futuro muy lejano y la viabilidad de este tipo de proyectos sigue en el aire, hay quien está estudiando qué implicaciones puede tener el salto a una flota completa de vehículos autónomos.
Y no hablamos de una simulación de las mejoras en seguridad o las implicaciones en materia laboral de llenar nuestras calles de vehículos que se conducen solos. Hablamos de medio ambiente. Sí, el MIT (Massachusetts Institute of Technology) ha publicado un informe en el que señala que automatizar por completo la flota mundial de vehículos tendría importantes consecuencias sobre el medio ambiente.
El problema son los datos
En uno de mis primeros viajes como periodista del motor, asistí a la apertura de puertas de un campus que BMW tiene en Münich dedicado en exclusiva al desarrollo de la conducción autónoma. Allí nos montamos en un BMW Serie 7 cuyo comportamiento hace un lustro ya impresionaba.
Pero los ingenieros alemanes nos alertaban de un problema: los datos. Con cada salida a la carretera, con cada jornada de trabajo, recopilaban tal cantidad de datos que tenían verdaderos problemas de almacenamiento y gestión de los mismos. Cada vehículo volvía con 40 terabytes de datos almacenados.
El verdadero reto del coche autónomo es que sea capaz de escanear el terreno, tomar la decisión correcta en caso de emergencia, comunicarse con elementos de la vía y otros vehículos y, además, poder manejar toda esta información para ofrecer el mejor resultado. Ya en 2018, BMW aseguraba que la carga tecnológica de un coche autónomo de nivel 3 sería comparable a la potencia de 150 ordenadores de nivel usuario.
De algo similar alertan desde el MIT. Pero poniendo otra perspectiva: la lectura y gestión de todos estos datos provocaría unas emisiones de carbono comparables con las expulsadas por todos los centros de datos del mundo en estos momentos.
Según cálculos de la Agencia Internacional del Clima, los centros de datos son los responsables directos del 0,3% de las emisiones mundiales de CO2 a la atmósfera. Una cifra comparable con la generada por toda la energía demandada por Argentina. Y la misma energía que producirían mil millones de vehículos autónomos que, de media, funcionaran una hora al día y consumieran 840 vatios.
La solución según los investigadores pasaría por una mayor eficiencia en el hardware. Sus cálculos apuntan a que los ordenadores de estos vehículos deberían consumir menos de 1,2 kilovatios de media. Los autores del estudio aseguran que cada tres años, las cargas de trabajo computacionales se duplican y que eso, al ritmo de descarbonización actual, requerirá un enorme esfuerzo de desarrollo de hardware más eficiente si se quieren mejorar las previsiones.
Estos cálculos se han confirmado en el 90% de las simulaciones de sus estudios, en los que han tenido en cuenta variables como un mayor uso de los vehículos (teniendo en cuenta que los pasajeros podrán realizar un mayor número de acciones o serán más utilizados por poblaciones de edad que que ahora hagan un uso comedido del mismo, como los ancianos) o escenarios en los que se haga un uso menor, pues la mejor gestión del tráfico permita trayectos más rápidos. De una manera o de otra, los resultados obtenidos son preocupantes para la salud del medioambiente.
Foto | Cruise