Lo primero que vamos a hacer es medir 400 ml de leche, de los cuales vamos a retirar un vaso que necesitamos en frío. El resto lo calentamos en una cazuela junto a 200 ml de leche condensada, una rama de canela y un poco de corteza de limón, los mismos aderezos que usaríamos para hacer unas torrijas. En cuanto empiece a hervir cortamos el fuego, colamos la leche infusionada y la reservamos.
Ahora, en un bol grande vertemos 65 gramos de harina de maíz refinada (maicena), echamos el vaso de leche fría y removemos bien con una varilla manual. Echamos entonces el resto de la leche caliente y lo mezclamos bien hasta que no quede ningún grumo. Volvemos a calentar esta mezcla en la misma cazuela, a fuego lento, hasta que la leche reduzca un poco y la mezcla espese.
Es importante calentar lento y no dejar de remover, para evitar que la leche se pegue al cazo, pero, además, para que se cocine bien la harina. Esto nos puede llevar unos 15 minutos. Tenemos que lograr una textura parecida a la de una crema, solo entonces podemos verter la mezcla en una fuente que vamos a meter en la nevera para que la leche se solidifique por completo, lo que llevará unas cuatro horas (aunque podemos dejarla de un día para otro).
Una vez pasado este tiempo, sacamos la fuente de la nevera, cortamos la leche en cuadrados y la pasamos por harina y, después, huevo batido, antes de freirla en aceite abundante bien caliente. Las vamos retirando sobre papel absorbente y servimos decorando el plato con un poco de azúcar glas, canela molida y unas hojas de menta.