‘Le pupille’: esta joyita italiana de treinta minutos es la travesura más bonita jamás rodada y está escondida en el catálogo de Disney+

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Ya conocemos el proceso de sobra: un servicio de streaming se gasta los cuartos para tener un proyecto muy personal de alguien con mucho prestigio, solo para después hundirlo en el catálogo lo más hondo posible sin darle el más mínimo bombo. The Lonely Island con ‘The Unauthorized Bash Brothers Experience’, Hirokazu Kore-Eda con ‘Makanai: la cocinera de las Maiko’ o Steven Soderbergh con ‘Kimi’ son solo unos ejemplos a los que ahora se une un auténtico portento visual y narrativo dirigido por Alice Rohrwacher: ‘Le pupille’.

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Las niñas buenas van al cielo

‘Le pupille’ dura menos que un episodio de una serie pero es mucho más fascinante. Desde su inicio, con un grupo de niñas rompiendo el lenguaje cinematográfico, hasta su final, con canción y moraleja post-créditos incluida, el experimento de Rohrwacher tiene un tinte dickensiano continuo: una belleza, originalidad e inocencia que no terminan de emplastar con el caótico y adrenalítico mundo del streaming de hoy en día.

La historia no puede ser más sencilla sobre la superficie, pero la cinta subyace en los pequeños detalles y las uniones entre el mundo de hace 80 años y el actual. El universo propio de la gente con dinero solo preocupada por sus propios intereses que trastoca el mundo de los pobres con sus migajas, el pecado que conlleva tener poder y obsesionarse con la cosa más nimia, el mundo de la infancia que incluso durante la II Guerra Mundial en el lugar más deprimente no puede evitar bailar. Tres universos propios que colapsan en el peor momento del siglo XX. Y pese a todo, es un proyecto con regusto dulzón.

Pupille

Pupille

Puede parecer que ‘Le Pupille’ no va «de nada», pero solo hay que ver ese baile catártico y reprimido por la religión para que el espectador saque sus propias conclusiones. En solo media hora hay más intencionalidad y arte que en la gran mayoría de películas que acabamos viendo. Y todo ello sin dejar de ser nunca un monumento a la creatividad y a la individualidad frente al pensamiento dominante, que Rohrwacher utiliza también para hacer un comentario sobre su propia manera de ver el cine.

Las niñas malas van a todas partes

Es fácil identificar a la directora, siempre remando contracorriente de las tendencias, como esa niña que levanta la cabeza y se enfrenta a la autoridad sin pretenderlo, simplemente dejándose llevar por sus instintos. Esta rebelión ante lo establecido, en otras manos, sería una simple moraleja navideña, pero en manos de Rohrwacher se convierte en una malvada declaración de intenciones que, para colmo de las ironías, ha acabado en uno de los streamings con el catálogo menos arriesgado posible.

Lepupille

Lepupille

El mediometraje tiene la inteligencia suficiente como para bajar toda la acidez y tensión de su comentario (o su metacomentario) con la dosis exacta de dulzura, que nos va a hacer adorar a las niñas protagonistas y casi confundir esta sátira encantadora con un relato navideño sin mayores ínfulas. ‘Le pupille’ puede serlo todo al mismo tiempo: Navidad, rebelión, cuento infantil, comentario social y puro cine.

Entre el teatro griego (ese coro musical) y el musical de ‘Matilda’, ‘Le pupille’ está rodada en unos 16 mm que no solo le dan un toque más auténtico, sino que le permite realzar su jaque al mundo del cine mainstream. Ante la dictadura del bajo coste por encima de todo y gracias a la ayuda de Alfonso Cuarón en la producción, la directora ha conseguido salirse con la suya y firmar un producto único en su especie, proveniente casi de otra época, tan bella como amoral, tan desafiante como dulce, tan pequeñita como inolvidable.

Cuento de Navidad

Que no os engañe el aspecto cosmético de la cinta: ‘Le pupille’ transcurre en Navidad, pero no es navideña. No habrá un milagro sorpresa ni Santa Claus sorprenderá a las niñas de este orfanato italiano de los años 40. Es mucho más malvado y divertido: la Navidad entendida como método para sacar comida y bienes a las personas desesperadas prometiéndoles que las huérfanas rezarán por las personas que indiquen mientras están colgadas del techo representando la Natividad.

En lugar de centrarse en la bondad y el amor, el mediometraje prefiere incidir en lo que ocurre cuando la religión chupa la alegría de un grupo y le prohíbe incluso bailar. ¿Cómo, si el mundo está en guerra? La continua culpabilización religiosa toma un giro inesperado fabuloso: contando muy poquito, Rohrwacher es capaz de contarlo absolutamente todo.

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Cuando ‘Le pupille’ entona sus últimos planos es posible que queramos saber más de este orfanato, pero realmente no es necesario. Sabiendo que lo bueno, si breve, es dos veces bueno, la directora no siente la necesidad de alargar una historia aparentemente sencilla de forma artificial, dejando al espectador con el buen sabor de boca de un trocito de pastel destinado solo para las niñas malas. Ahora solo falta que a Disney+ le apetezca también ser un poquito malvada y dejar que el público pueda encontrarlo fácilmente.