Un
reciente
estudio
publicado
en
la
revista
PNAS
afirma
que
la
carne
obtenida
del
ganado
vacuno
extensivo,
alimentado
con
pasto
natural,
emite
los
mismos
gases
contaminantes
que
el
de
granjas
industriales,
de
ganadería
intensiva.
Sin
embargo,
expertos
en
ecología
y
cambio
climático
cuestionan
estas
conclusiones
al
considerar
errónea
la
interpretación
de
los
datos
y
desviar
el
foco
del
verdadero
problema,
los
combustibles
fósiles
contaminantes.
El
trabajo
US
grass-fed
beef
is
as
carbon
intensive
as
industrial
beef
(‘La
carne
de
vacuno
alimentado
con
hierba
en
EE.UU.
emite
tanto
carbono
como
la
industrial’)
ha
analizado
datos
emisiones
del
ganado
intensivo
y
extensivo
en
Estados
Unidos
para
comprobar
si
la
forma
de
cría
y,
especialmente,
de
alimentación
de
los
animales,
influye
en
los
gases
que
liberan
a
la
atmósfera.
Según
sus
resultados,
ambos
sistemas
de
ganadería
tendrían
el
mismo
impacto
en
la
huella
de
carbono.
Pablo
Manzano,
investigador
Ikerbasque
del
Basque
Centre
for
Climate
Change,
doctor
en
Ecología
y
experto
en
ganadería
y
medio
ambiente,
considera,
sin
embargo,
que
las
conclusiones
de
este
estudio «ofrecen
interpretaciones
particularmente
problemáticas
con
el
ganado
a
pasto»,
como
recoge
en
sus
declaraciones
para
SMC
España.
A
pesar
de
que
el
trabajo
cuenta
con
datos
fiables
y
precisos,
y
que
arroja
resultados
sobre
la
ganadería
bovina
en
la
misma
línea
de
lo
que
otros
estudios
recientes
ya
han
apuntado,
Manzano
considera
que
los
autores
caen
en
un
error
crucial
al
considerar
por
igual
todas
las
emisiones
que
emite
el
ganado.
«El
estudio
y
su
nota
ignoran
que
una
parte
significativa
de
las
emisiones
modelizadas
para
la
cabaña
a
pasto
son
inevitables
al
pertenecer
al
fondo
natural
de
los
ecosistemas
y,
por
lo
tanto,
no
deberían
ser
consideradas
como
antropogénicas«.
Es
decir,
las
emisiones
de
la
ganadería
intensiva
y
el
pastoreo
no
deben
contabilizarse
como
contaminantes
derivados
de
las
actividades
de
los
seres
humanos,
pues
son
equiparables
al
metano
que
liberarían
los
propios
animales
silvestres,
tal
y
como
defienden
diversos
trabajos
de
investigación.

Un
ecosistema
dedicado
al
pasto
emite
los
mismos
gases
independientemente
de
si
acoge
ganado
o
herbívoros
silvestres.
Si
hay
hierba,
hay
animales
que
se
la
van
a
comer;
a
falta
de
herbívoros,
serán
insectos
como
las
termitas,
que
también
emiten
metano.
Y
si
hubiera
insectos,
esa
hierba
acabará
en
un
momento
u
otro
incendiándose,
provocando
un
gas
aún
más
contaminante
que
el
metano,
el
CO2,
como
explica
en
una
entrevista
a
Climática.
Los
autores
del
trabajo
proponen
abandonar
y
reasilvestrar
1,2
millones
de
km²
de
pastizales
pero,
en
opinión
de
Manzano,
esto «crearía
condiciones
idóneas
para,
por
ejemplo,
la
restauración
espontánea
de
grandes
manadas
de
bisontes,
que
se
conoce
ya
que
fueron
emisoras
muy
potentes
de
metano
antes
de
la
colonización
europea».
El
experto
considera,
pues,
que
no
hay
debate
posible
en
el
escenario
que
se
plantea
al
no
contabilizar
los
animales
silvestres
y
la
ganadería
intensiva
de
pasto
por
igual,
es
decir,
emisiones
naturales.
«La
consideración
de
la
ganadería
a
pasto
como
muy
dañina
para
el
clima
no
debe,
por
lo
tanto,
ser
tomada
en
serio
por
los
lectores»,
concluye.
La
producción
ganadera
industrial,
la
ganadería
intensiva
o
en
macrogranjas,
consume
muchos
más
recursos
y
tiene
una
mayor
huella
de
carbono
además
del
metano
que
expulsan
las
vacas;
utiliza
piensos
cuya
producción
también
tiene
impacto
en
el
medio
ambiente,
consume
mucha
energía
y
agua,
genera
más
residuos
y
emplea
grandes
cantidades
de
consumibles
fósiles.
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