Desde el pasado fin de semana están disponibles en Netflix los cinco últimos capítulos de ‘Las chicas del cable‘. La plataforma decidió hace unos meses dividir la última parte de la serie en dos temporadas: la quinta la pudimos ver en febrero y, para la sexta, hemos tenido que esperar hasta verano.
Y si en la quinta comentábamos que la serie se había alejado mucho de su esencia, en la sexta, directamente, la han dinamitado. En estos últimos episodios, la central de telefonía sobre la que ha girado la serie desde el principio aparece solo de refilón. Un par de escenas al principio, y poco más.
Parece que el impresionante edificio art-decó que nos presentó toda la trama de la serie se les ha quedado pequeño a las protagonistas que, en esta ocasión, tienen que sacar a Lidia (Blanca Suárez) del Centro de Reeducación dirigido por Carmen (Concha Velasco) en el que había terminado la temporada anterior.
Posguerra y pandemia
La sexta temporada arranca siete meses después del final de la quinta, con una elipsis en la que a Lidia le ha pasado de todo. Estamos en 1940, pero la situación no podría estar más de actualidad: la protagonista está encerrada y viviendo una epidemia (en este caso, de tifus).
Lidia ha estado todo este tiempo sufriendo la ira de Doña Carmen, un personaje cuya maldad se supera en cada capítulo. Pero, cómo no, con la ayuda de sus amigas y de una enfermera que no tiene nada que perder, logra escapar del centro.
Pero lo hace en el mismo momento que ingresa Marga (Nadia de Santiago), a quien su jefe ha denunciado por mantener escondidos en casa a Pablo (Nico Alonso) y a su gemelo, que fueron dados por muertos en la guerra. Una vez más, es esta pareja quien, además de resaltar por su calidad de actuación frente al resto de actores, protagoniza los mejores momentos de la serie.
Con este punto de partida, el argumento empieza a complicarse. Las chicas comienzan a movilizarse, a pedir favores, a implicar a terceros en su cometido… vamos, a repetirse la misma estructura de la temporada anterior. Y de la anterior a esta.
Y si en la quinta entrega Sofía (Denise Peña), la hija de la fallecida Ángeles (Maggie Civantos), es la damisela en apuros a la que tienen que ayudar, en esta ocasión es una de las principales bazas de la serie y quien más se implica activamente en el rescate de las chicas. Sangre fresca para una pandilla que ya ha vivido todas las aventuras posibles.
El comentadísimo final de ‘Las chicas del cable’ (sin spoilers)
El personaje de Concha Velasco empezó la serie sentada en una silla (literalmente, en las primeras temporadas apenas se levantaba) y lo termina subida a un pedestal, siendo la gran sorpresa del final de la serie. Ya apuntaba maneras, pero en esta ocasión se quita la careta y no le tiembla el pulso a la hora de cometer asesinatos a sangre fría e, incluso, traficar con bebés.
Pero, cosas de la vida, se ve obligada a colaborar con Lidia en uno de esos extraños giros que da la serie. Y, de nuevo cosas de la vida, le sale mal.
Si algo ha tenido ‘Las chicas del cable’ ha sido un desenlace que no ha dejado indiferente a nadie. Durante los cinco capítulos de esta entrega se atisbaba un final feliz, así que la culminación de la serie ha sido totalmente inesperada. Inesperada y emotiva. Qué narices. Inesperada y lacrimógena.
La serie creada por Teresa Fernández-Valdés ha tenido el final que se merece y, aunque ciertos tumbos que da la temporada te empiezan a sacar un poco del argumento, vale la pena verla hasta el final por esa última media hora en la que sucede todo.
En esos 30 minutos entendemos que, aunque la serie ya no tuviese nada que ver con las aventuras de las que fueron telefonistas, y que en esta última entrega el labial rojo escasea, ‘Las chicas del cable’ ha desarrollado una identidad propia y la ha llevado hasta el extremo.
Ah, y si quien lea este artículo ha subido alguna vez a redes un dibujo de las protagonistas, que se quede hasta los créditos finales: que muestran una recopilación del fan-art de la serie.