Este fin de semana aterrizaba en nuestras salas una pequeña película de ciencia ficción que habla de uno de los mayores miedos del ser humano. La maternidad se ha convertido en un filón en los últimos años dentro del género fantástico, y la visión que el cineasta parisino Christian Volckman nos ha resultado lo suficientemente atractiva como para charlar largo y tendido sobre su estupenda ‘La habitación (The Room)’.
Perdido en mi habitación
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Puede ser uno de los cineastas más interesantes que haya dado el género tras una pirueta ambiciosa e irregular, pero entre su ópera prima y su nueva película ha pasado demasiado tiempo. Mientras deseamos que la situación mundial mejore y la industria del cine recupere el pulso, hablamos con director francés.
Kiko Vega (KV): Han pasado casi quince años desde ‘Renaissance’, ¿fue difícil encontrar un proyecto?
Christian Volckman (CV): Sí. Todo depende de lo que quieras hacer y de lo que estés buscando. Creo que hay dos categorías de cineastas. Están los que hacen películas porque forman parte de la industria, por hacer algo. Y luego hay otros que creo que buscan algo más específico. Y también suele ser algo más difícil, claro. El 80% de la producción de Francia es comedia. Si quieres hacer una comedia vas a tenerlo más fácil que si pretendes hacer algo a contracorriente. Si quieres emprender un viaje diferente no encontrarás ni dinero ni equipo con facilidad. Nadie quiere tomar ese riesgo, y ahora mucho menos.
KV: Te desencantaste a pesar del éxito en Annecy.
CV: Después de ‘Renacimiento (Renaissance)‘ pasé cinco años sin hacer películas. Para mí es muy difícil, es muy asfixiante. O sea, de alguna manera es infructuoso pasar siete años preparando algo que dura hora y media. No es para nada satisfactorio. Entonces volví a pintar, que es un estilo artístico diferente, más personal, más libre. Para mí el pintar es un buen lugar, me permite explorar y plantearme cuestiones y técnicas. Pero también tiene su propia problemática. Al final es tan complicado como hacer una película, pero estás tú solo. Y para mí eso es un problema. Me gusta trabajar con equipos, con técnicos, con actores. Rodar es muy rico en términos de interacción.
KV: ¿Cómo se te ocurre la idea de para la película?
CV: Fue pintando cuando tuve la revelación para la película. Probablemente fue una influencia relacionada con mi infancia. Leí muchos cuentos de hadas, muchas fábulas, cuentos, como los de ‘Las mil y una noches’. Son historias que pueden ser contada en cualquier época de la historia de la humanidad, siempre están vigentes y ligadas a una parte de nuestro interior. Siempre funciona adaptar esas historias. ‘La habitación (The Room)’ se me ocurrió tras pensar en esa fábula como una historia humana, no era suficiente con el concepto.
KV: La historia parte de una idea original tuya, y luego también aparecen cuatro colaboraciones más en el guión. ¿Cómo fue el proceso de escritura?
CV: Fue complicado porque siempre quieres ir deprisa. Al principio estaba con Vincent Ravalec (‘JCVD‘). Escribimos la primera versión muy rápido. Entonces, como escritor, siempre quieres volver atrás. El acercamiento a tu trabajo es complicado. Con cada versión que haces estás matando parte de tu trabajo, de sus diálogos, de su literatura. Hay que volver a la estructura. Eso a los guionistas no les gusta, por eso tuve que buscar más ayuda. Y luego otra más, hasta que llegó Eric Forestier. Encajamos bien y fue fácil trabajar con él. Luego está la parte verdaderamente difícil, claro, que es la de encontrar productores. Su visión nunca es la misma que la nuestra, porque al no estar presentes durante el proceso de escritura pierden una parte importante de lo que valoramos ahí. Ya leen algo hecho, sugieren, preguntan, opinan… pero nunca parece demasiado cuando te has pasado tres años escribiendo ese guión.
KV: Comparado con la complejidad de esa película, The Room parece casi como unas vacaciones en el campo. ¿Fue un rodaje más relajado?
CV: Totalmente. De hecho la parte que lo hizo más relajado fue gracias a los actores. Olga Kurylenko y Kevin Janssens fueron realmente increíbles durante todo el rodaje. Era como tener un par de Rolls-Royce con el motor a punto. Todo fue realmente a pedir de boca, fue una colaboración fantástica. Lo dieron todo en cada toma. Con ellos la primera toma ya era buena, pero eran muy receptivos y pudimos probar distintas cosas durante el rodaje. Todo iba rápido, perfecto. El equipo técnico también se beneficia de eso, porque el rodaje fue como un tiro. Eso es algo realmente extraño, la verdad.
KV: La película me recordaba a los relatos cortos de Richard Matheson, a la literatura clásica de ciencia ficción ¿Te gusta el género?
CV: Sí, por supuesto. Me gusta encontrar el elemento humano de esas obras. Puedes tener a gente en el espacio, pero si no hay una problemática humana no será interesante. Y eso es lo que quería mostrar con la película, lo que esconden esos personajes. Su lado oculto. Sus dramas, sus distintas aproximaciones a lo que es su vida en común. Coger los problemas que puedes encontrar en tu día a día y darles un empujón, llevarlos un poco más allá.
KV: La película ya se vio en festivales el año pasado, pero vista ahora, en plena pandemia, tiene una carga de significado extra. ¿Estás de acuerdo?
CV: Sí, es algo realmente extraño. Ahora también es una película sobre el confinamiento. Pero también es cierto que cuando haces una película que no suponga un gran desembolso económico necesitas hacerla atractiva a más niveles. Una casa pequeña, pocos personajes… es la idea lo que tiene que llevarte por la historia. Cuando haces una película pequeña necesitas encontrar los ingredientes adecuados para no hacerla aburrida.
KV: ¿Dejaste fuera alguna idea demasiado loca?
CV: Oh, sí, puedes creerme. Muchas. Para mí es como la realidad virtual, puedes hacer lo que quieras basado en tu imaginación. Teníamos ideas para desarrollar todo un mundo dentro de la casa, pero siempre tenemos dos límites inevitables: tiempo y presupuesto, pero también es agradable tener que usar más la imaginación. Esas limitaciones son frustraciones, pero son frustraciones buenas. Con el CGI todo luce igual. Ves las películas de Marvel y ya no te importa lo que vayan a elevar al cielo. Una ciudad, un planeta.. siempre es igual. Nos hemos saturado. Hace quince años era increíble, ahora es otra vez lo mismo. Haz otra ola, vuela otra ciudad.
KV: Todo esa imaginería física de la casa la hace muy poderosa, ¿estaba claro su diseño desde un primer momento?
CV: Quería trabajar con ese tipo de electricidad neuronal, pero que fuera algo orgánico, físico. Quería encontrar el equilibrio entre lo real y lo extraño. La referencia fue Tesla, la revolución industrial, el pensamiento de la electricidad como elemento mágico.
KV: Todo eso hace más fuerte y casi lógico el final, donde no pierdes el tiempo en explicaciones probablemente innecesarias.
CV: Eso es. Quería que todo fuera normal. Que el espectador entienda que una vez visto todo lo que ha pasado no tenga que preguntarse nada al respecto.
KV: No puedo despedirme sin preguntarte por tu proyecto de animación basado en la película de Charles Chaplin, ‘El Chico’.
CV: Bueno, está siendo complicado encontrar financiación ahora mismo. Tengo esperanzas en hacerlo, pero no está siendo fácil. Será una especie de reimaginación con robots. Y es que sus relaciones en general, las de Chaplin en el cine, es casi robótica. Cómo se mueve, cómo actúa… podría ser una marioneta, podría ser ‘Pinocho‘. Podría ser un robot. Me gustaría ambientarlo en un mundo retrofuturista. Mostrar si las inteligencias artificiales pueden tener sentimientos basándome en esa película de Chaplin.