La
Primera
Guerra
Mundial
y,
sobre
todo,
la
segunda,
tienen
toneladas
de
documentación.
Sin
embargo,
conflictos
tan
complejos,
con
tantos
frentes
y
con
una
gran
cantidad
de
soldados
e
intereses
implicados,
cuentan
con
multitud
de
historias
que
son
más
desconocidas.
Algunas
se
han
intentado
tapar
y
otras
no
fueron
entendidas
por
los
implicados.
Ese
es
el
caso
de
la ‘Expedición
Oso
Polar’,
la
operación
por
la
que
Estados
Unidos
mandó
5.000
solados
a
combatir
en
Rusia
cuando
la
Primera
Guerra
Mundial
estaba
a
punto
de
terminar.
No
salió
bien
y
fue
un
primer
contacto
fatídico
entre
Estados
Unidos
y
la
Unión
Soviética.
Paz
de
Brest-Litovsk.
Tras
años
de
combate
en
la
Primera
Guerra
Mundial,
Rusia
acordó
la
salida
de
la
guerra.
El
motivo
era
que
en
sus
fronteras
tenían
sus
propios
problemas
debido
al
estallido
de
la
revolución
bolchevique.
En
el
tratado,
Rusia
renunciaba
a
ciertos
territorios
(como
Finlandia,
Polonia
o
Ucrania,
entre
otros),
que
ahora
quedarían
bajo
el
control
del
los
Imperios
Centrales
(alemán
y
austrohúngaro,
con
la
adición
de
los
otomanos
y
búlgaros).
Los
aliados
temían
que
esa
salida
de
Rusia
permitiera
a
los
Imperios
Centrales
reforzar
sus
posiciones
en
el
este.
Y
que
Alemania
no
tuviera
que
preocuparse
por
el
frente
contra
los
rusos,
también
les
permitiría
concentrarse
en
una
ofensiva
contra
París.
Intervención
aliada.
Esto
no
gustó
nada
a
los
aliados.
Si
los
Imperios
Centrales
no
se
tenían
que
preocupar
por
el
frente
contra
los
rusos,
podrían
reorganizarse
y
aunar
fuerzas
para
concentrarse
en
una
ofensiva
contra
París.
Por
tanto,
en
verano
de
1918,
Francia
y
Reino
Unido
(además
de
otras
naciones
aliadas)
tomaron
la
decisión
de
enviar
tropas
a
Rusia
y
Siberia
con
el
objetivo
de
influir
en
la
mismísima
guerra
civil.
Su
intención
era
que
la
revolución
acabara
pronto
para,
así,
volver
a
una
situación
de
inestabilidad
en
la
que
se
reconstruyera
el
frente
oriental
y
volver
combatir
a
los
alemanes
desde
allí.
Eso
debilitaría
las
fuerzas
del
Imperio
Central,
teniendo
que
prestar
atención
a
varios
frentes,
pero
las
cosas
no
salieron
como
esperaban.
¿Que
nos
vamos
a
Rusia?
Curiosamente,
Estados
Unidos
no
estaba
por
la
labor
de
unirse
a
la ‘Gran
Guerra’.
Incluso
cuando
Alemania
hundió
el
RMS
Lusitania
en
1915,
con
128
estadounidenses
falleciendo
en
el
incidente,
el
presidente
Woodrow
Wilson
se
mantuvo
bastante
frío,
con
intención
de
negociar.
Eso
gustó
al
pueblo,
ya
que
los
estaba
manteniendo
al
margen
de
una
guerra
a
miles
de
kilómetros,
pero
Alemania
volvió
a
intensificar
sus
acciones
en
la
guerra
submarina
y,
tras
algunas
provocaciones,
Estados
Unidos
entró
como
parte
activa
en
el
conflicto.
Así,
el
país
envió
decenas
de
miles
de
soldados
diariamente
a
Francia,
siendo
el
339º
Regimiento
de
la
85ª
División
parte
de
los
que
se
unió
al
conflicto
europeo.
Sin
embargo,
había
una
sorpresa
que
esperaba
a
estos
soldados:
un
cambio
de
planes
provocó
que
su
destino
no
fuera
Francia,
sino
el
Rusia.
Y
no
iban
a
combatir
en
la ‘Gran
Guerra’,
sino
contra
los
bolcheviques.
Así,
los
aliados
llevaron
fuerzas
a
Siberia
para
apoyar
al
Ejército
Blanco
contra
el
Ejército
Rojo,
siendo
8.000
de
los
hombres
pertenecientes
al
ejército
norteamericano.
Camuflaje
mal.
Entre
ellos
no
estaban
los
del
339º
Regimiento,
ya
que
estos
5.000
hombres
tuvieron
otro
destino:
el
puerto
de
Arkhangelsk.
Fueron
conocidos
como ‘Osos
Polares’
y
tenían
la
orden
de
iniciar
una
ofensiva
contra
los
rojos
para
expulsarlos
del
lugar,
puesto
que
era
un
punto
estratégico,
pero
calcularon
mal.
Fatal.
Lo
primero
es
que,
según
algunas
descripciones,
no
había
comida
debido
a
que
los
bolcheviques
ya
habían
arrasado
con
todo
lo
que
tuviera
algo
de
valor.
Esto
incluía
joyas
con
las
que
comerciar,
pero
también
lanchas,
equipos
hospitalarios,
municiones,
armas
y
alimentos.
Y
estos
soldados,
además,
no
tenían
sus
equipos.
Los
aliados
en
la
zona
llevaban
uniformes
similares
al
de
los
rusos,
botas
de
invierno
que
no
eran
las
adecuadas
para
el
terreno
y
lo
peor
de
todo:
rifles
que
imitaban
a
los
rusos,
pero
que
se
atascaban,
eran
imprecisos
y…
se
rompían.
Eran
armas
de
juguete
para
combatir
contra
un
enemigo
más
numeroso
y,
lo
más
importante,
que
estaba
en
su
terreno.
Napoleón
ya
se
la
sabía.
James
Carl
Nelson
es
un
escritor
estadounidense
que
ha
lanzado
obras
sobre
la
Primera
Guerra
Mundial
y
habló
hace
un
tiempo
con
BBC
comentando
que
las
fuerzas
aliadas
en
la
zona
eran
de
unos
11.000
hombres
frente
a
unos
60.000
bolcheviques.
De
estos,
45.000
estaban
en
la
zona
de
Arkhangelsk.
Si
la
situación
no
era
lo
suficientemente
desfavorable,
los
generales
aliados
pensaron
que
con
el
invierno
se
relajaría
la
situación.
Y,
como
le
ocurrió
a
Napoleón
en
su
día,
se
equivocaron.
Los
rusos
estaban
mejor
organizados,
conocían
el
terreno,
tenían
mejores
abrigos,
botas
adecuadas
y
contaban
con
armas
que
funcionaban,
por
lo
que
con
la
llegada
del
frío,
intensificaron
los
ataques.
Nelson
afirma
que,
sin
embargo,
los
norteamericanos
hicieron
un
buen
papel,
saliendo
de
situaciones
muy
complicadas,
pero
también
hubo
desastres.
Se
estima
que
más
de
230
soldados
estadounidenses
murieron
en
la
misión,
incluyendo
las
bajas
militares
y
los
70
fallecidos
por
una
gripe
que
asoló
el
barco
mientras
viajaban
a
la
zona.
Y…
¿para
qué?
La
operación
duró
de
septiembre
de
1918
a
junio
de
1919
y
empezaba
a
haber
voces
que
se
preguntaban
el
motivo
por
el
que
tropas
estadounidenses
seguían
en
Europa
cuando
la
guerra
había
terminado
meses
atrás.
Es
algo
que
las
propias
tropas
se
preguntaron
y,
según
el
profesor
de
historia
de
la
Universidad
de
Luisiana
Carl
Richard, «tras
el
armisticio,
la
razón
para
permanecer
en
Rusia
pasó
a
ser
derrocar
a
los
soviéticos».
No
lo
consiguieron
y,
cuando
era
evidente
que
no
lograrían
vencer
a
los
bolcheviques,
se
retiraron.
Lo
hicieron
dejando
atrás
los
cadáveres
de
algunos
de
los
fallecidos
en
la
contienda
y
diez
años
después,
en
1929,
un
grupo
de
recuperación
volvió
a
Rusia
para
recuperar
88
cuerpos
de
sus
compañeros.
Más
tarde,
en
1934,
otros
14
cuerpos
fueron
recuperados,
pero
sigue
habiendo
27
desaparecidos.
El
autor
Phillip
Knightley
comentó
que
esto
no
apareció
en
la
prensa
y
los
norteamericanos
no
estaban
al
tanto
de
que
sus
compatriotas
estaban
luchando…
en
Rusia.
Historia
casi
olvidada.
Tal
es
el
desconocimiento
de
esto
que
cuando
Nikita
Jruschov,
mandamás
de
la
Unión
Soviética
durante
parte
de
la
Guerra
Fría,
mencionó
el
tema
en
una
reunión
en
Estados
Unidos,
pocos
de
los
asistentes
supieron
a
qué
se
refería.
Es
más,
tanto
Nixon
como
Reagan
afirmaron
que
Estados
Unidos
nunca
habían
luchado
en
suelo
ruso,
algo
que
era
falso
y
no
se
sabe
si
lo
afirmaron
por
desconocimiento
o
por
motivos
estratégicos.
Lo
que
sí
se
sabe
es
que
en
Rusia
es
un
evento
que
se
recuerda,
igual
que
lo
recuerdan
los
miembros
de
la
Asociación
Conmemorativa
del
Oso
Polar
de
Detroit.
En
su
página
web
se
puede
ver
un
extracto
de
la
introducción
del
libro
que
cuesta
esta
historia.
Dice
así:
La
expedición
estadounidense
al
norte
de
Rusia
ha
sido
extrañamente
ignorada
por
los
historiadores
profesionales.
La
mayoría
de
los
ciudadanos
estadounidense
no
son
conscientes
de
su
existencia.
En
parte,
esto
se
debe
a
que
comenzó
en
las
últimas
semanas
de
la
Gran
Guerra
y,
como
un
espectáculo
paralelo
en
un
circo
en
el
que
ya
están
levantando
la
carpa,
llamó
poca
atención.
Había
confusión
y
oscuridad
respecto
a
su
propósito,
especialmente
en
Washington
y
entre
las
tropas
estadounidenses
que
estaban
involucradas.
Literalmente
no
tenían
idea
de
para
qué
los
enviaban.
Incluso
el
presidente
Woodrow
estaba
en
un
mar
de
dudas
sobre
si
debía
o
no
autorizar
la
expedición.
Sin
más
información,
cinco
mil
soldados
americanos
se
encontraron
con
que,
a
principios
de
septiembre
de
1918
y
después
de
un
largo
viaje
desde
Inglaterra
a
través
de
las
aguas
heladas
del
Océano
Ártico,
desembarcaban
en
el
puerto
ruso
de
Arcángel.
Más
de
la
mitad
de
ellos,
con
asombro,
se
dirigieron
al «frente»
para
luchar
contra «los
Bolos»,
es
decir,
unidades
del
Ejército
Rojo
soviético.
La
operación
resultó
ser,
se
quisiera
o
no
desde
un
principio,
una
invasión
del
territorio
soviético.
Y,
curiosamente,
no
es
la
primera
vez
que
datos
relevantes
sobre
derrotas
norteamericanas
son
borrados
de
los
libros
de
historia.
Imágenes
| De
Bolandera