Con el precedente de estar basada en un libro que ha pasado a ser una de esas lecturas para trabajar en el instituto, Atresplayer Premium estrena hoy domingo ‘La edad de la ira‘, miniserie que adapta la novela homónima de Nando López.
Protagonizada por Manu Ríos en el papel de Marcos, la premisa parte de la muerte violenta de un hombre a manos, aparentemente de su hijo. Pronto todas las preguntas gira en torno a qué ha podido pasar para que un chico aparentemente «normal» y popular pueda cometer este crimen.
Así, la serie escrita por Juanma Ruiz de Córdoba y Lucía Carballal (‘Vis a Vis: el Oasis‘) salta entre puntos de vista para intentar descubrir qué ha podido pasar, intentando explorar y profundizar en los recovecos y complejidades de la angustia y la afectividad adolescente.
Una narración desfragmentada
Más allá de un pequeño prólogo para meternos el gusanillo, la serie no le interesa meterse en intrigas. Al contrario, el guion no se separa de la pregunta del millón: ese quién es Marcos y sus circunstancias que exploramos a través del punto de vista de sus amigos. Más concretamente, en este primer episodio, a través de Sandra (Amaia Aberasturi).
‘La edad de la ira’ se mueve siguiendo las pautas características del género en el que se enclava—incluyendo esa petición al espectador para que obvie la apariencia de edad de los actores— para desplegar ante nuestros ojos un rompecabezas formado por estampas algo inconexas entre sí.
Es en esta narración, en el juntar e hilar estas estampas donde más se pierde la ficción, que no logra funcionar en el plano más importante: el emocional. Por poner un ejemplo, a mitad del episodio hay una conversación en la que Sandra comenta sobre cómo su amistad se enfrió después de una tragedia. Es una escena que tiene cierto sentido pero que se construye en unos cimientos tan poco sólidos que no importa.
No es que haya algo malo en sí en las escenas, pero unidas en conjunto, el montaje no logra dar la suficiente coherencia al puzle que está proponiendo. Una sensación de desfragmentación que juega un poco en contra.
Todo esto provoca una falta de anclaje emocional que lastra bastante una serie que, debido a eso, se dispersa. Uno termina de ver el primer episodio y no sabe exactamente qué es lo que se está contando, qué se está tratando en estos minutos.
En definitiva, ‘La edad de la ira’ comienza sin saber muy bien qué es. Sobre el papel, es un drama adolescente con toque de thriller. Pero la ejecución es deslavazada.