Siempre imaginé con disfrutar de mi familia con la que algún día probablemente crearía. En mi casa siempre hemos sido muy unidos y la idea de tener hijos me emocionaba aún más si pensaba en mis padres en un probable papel de abuelos. Sin embargo no contaba con que me enamoraría de una persona que vivía en un país distinto al mío, y el cual, por circunstancias que no vienen al caso, nos brindaba mejores condiciones y oportunidades para nuestro nuevo proyecto de vida. La familia de mi marido también vive lejos (a más de 300 km. de nuestra ciudad), así que hemos criado a nuestras hijas solos desde el minuto uno.
Obviamente en estas condiciones la llegada del primer bebé es bastante más duro: ese momento de sentirte adulta responsable de una vida, sin la compañía de alguien «más adulto» a tu lado puede llegar a ser apabullante, porque salen a flote y de repente todos los temores que trae consigo el ser madre primeriza. Recuerdo que cuando mi marido y yo nos vimos solos en casa con la peque, tras salir del hospital, una de nuestras primeras búsquedas en Youtube fue «cómo bañar a un bebé».
Cuando tienes un bebé (y no solo me refiero a la llegada del primero), parece que siempre faltan manos. Los niños multiplican el trabajo, el cansancio y hacen que las horas se desvanezcan como agua entre los dedos, sobre todo si tu pareja y tú estáis solos frente al cañón (si eres familia monoparental, no me lo puedo imaginar). Durante algún tiempo puedes olvidarte de esos momentos solos en pareja, de «descansar» del papel de padres durante al menos un par de horas y por supuesto de los planes improvisados. Si un hijo te cambia la vida, tener un hijo sin familia cerca, literalmente te la pone patas arriba.
En mi caso hay una cosa que también me da bastante pena y es que las niñas no pueden experimentar el ser parte de un núcleo familiar más grande, con todo lo que eso conlleva. Se sabe que los niños que crecen cerca de sus abuelos son más felices, así que esa es una de las cosas que peor llevo. Que las niñas no tengan a sus abuelos cerca, que ellos no puedan disfrutarlas y que yo no pueda vivir con ellos esta experiencia tan maravillosa es algo que reconozco, me produce bastante tristeza.
Criar sin la familia no es lo ideal, pero también tiene cosas positivas
Por mi propia experiencia os puedo decir que el equipo que llegas a crear con tu pareja puede llegar a funcionar mejor que un reloj suizo. Claro, para llegar a ese punto se necesitan altas dosis de paciencia, muchísimo compromiso por ambas partes, mucha optimización en los «protocolos», mucha organización y una alta dosis de tolerancia. No es fácil (de hecho muchas parejas no lo logran), pero creedme, se puede llegar a un punto en el que las cosas pueden ir bastante rodadas.
Otra cosa que a mi modo de ver es positiva, es que te evitas millones de consejos que generalmente acaban siendo un arma de doble filo. Por una parte, te pueden ahorrar dolores de cabeza, experimentos de ensayo y error y obviamente tiempo precioso descubriendo cosas en las que nuestras madres y abuelas tienen varios doctorados honoris causa. Sin embargo también puede ser un detonante de frases del tipo «en mis tiempos se hacía de esta otra forma…», «eso no se hace así», «le vas a malacostumbrar«, u otras frases que pueden acabar en una discusión.
Algunos consejos para criar a los hijos sin familia cerca
Es verdad que cada maestrillo tiene su librillo y que todos hacemos lo mejor que podemos, pero si os puede servir de algo, os quiero contar lo que necesitamos y hacemos en casa para funcionar sin ayuda de terceros:
- Paciencia: si en condiciones normales la crianza requiere altas dosis de paciencia (tanto hacia los niños como entre adultos), si estamos solos, aún más. Es fácil que el cansancio haga mella y nos volvamos más irascibles, así que a veces es imprescindible respirar hondo y relativizar para no llegar a una discusión sin sentido.
- Diálogo: desde el momento en el que me quedé embarazada empezamos hablar de reparto de tareas. Ya sabíamos que al tener a nuestras familias lejos estaríamos «solos ante el peligro», así que antes de la llegada de la peque teníamos más o menos preparada nuestra nueva rutina (estructura que por cierto terminamos cambiando por completo, pero que fue un buen punto de partida para organizar nuestro día a día).
- Tener una conexión frecuente con la familia: que los niños vean a sus abuelos, tíos y primos les ayuda a crear vínculos aunque sea a distancia, a saber que ellos existen y que a pesar de no poder compartir todo lo que nos gustaría, les quieren y también están disponibles para charlar y para celebrar sus triunfos.
- Dejar claras las tareas: cuando ya estás metido en el asunto, ya sabes qué cosas hay que hacer cada día (llevar los niños al cole, a las extraescolares, salir a pasear al bebé si lo hay, hacer la compra, llevarlos al médico…). Aunque obviamente no todo se puede cumplir a rajatabla porque siempre hay imprevistos, es importante que se llegue a un acuerdo sobre lo que tiene que hacer y que los dos queden conformes con respecto al peso que tiene que cargar cada uno.
- Llegado el momento, involucrar también a los niños en los quehaceres de la casa: a nosotros nos parece súper importante que los niños entiendan desde pequeños que somos un equipo, que todos tenemos responsabilidades y que por eso todos debemos ayudar en casa. Es una enseñanza que sin duda les preparará para la vida real.
- Llevar un calendario y apuntarlo todo: básicamente porque la memoria (o al menos la mía), tiene un límite y si no apunto las cosas, me es imposible recordarlas.
- Planear los menús con antelación: puede parecer un consejo sin importancia, pero hacerlo ahorra mucho tiempo cada día.
- **Apoyarse en amigos: cuando vives una situación como esta, los amigos pasan a ser tu familia y al final también una pequeña tribu en la que apoyarse.
- Hacer planes en pareja y por separado: nuestros planes en pareja son básicamente cenas románticas en casa (sobre todo ahora que nuestra segunda hija es aún muy pequeña y por la pandemia, por supuesto), pero son tan necesarias, que siempre estamos deseando planear alguna. También es fundamental que cada uno tenga un rato para hacer deporte, dar un paseo, irse de tiendas o salir con amigos… esa «recarga de baterías» que supone algunas horas sin tener que cambiar pañales, leer el mismo libro por enésima vez o ver la película de Frozen de nuevo hace que cojas la tarea de nuevo con ganas.
A medida que pasan los días, los meses y los años, os daréis cuenta que podéis hacerlo, que seguramente muchas cosas las podríais hacer mejor (esto lo iréis comprobando a través de la experiencia), pero que no hay nadie que lo haga con tanto amor y mimo como vosotros. Y en seguida te das cuenta que ese bebé, que al principio era tan frágil y pequeñito va creciendo (gracias a vosotros, sus padres), y que, aunque en algún momento visteis el panorama complicado, habéis podido salir adelante juntos como un gran equipo.
Obviamente este post lo he escrito a partir de mi experiencia personal, pero por supuesto también aplica a quienes sois familias monoparentales. Si es tu caso, ¡me quito el sombrero y te hago la ola!
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