Durante estos días, las crónicas hablaban de las dificultades que viene teniendo River para encontrar en el mercado el delantero que reemplace a Julián Álvarez cuando, ya dentro de muy poquito, se vaya al campeón de la Premier League, Manchester City.
Comprensible lamento, lógica preocupación la del club en el que ayer rompió otra marca (nadie había convertido seis goles en un partido oficial de River) y dejó en el aire la estela de todas las marcas que podría llegar a batir y quedarán truncas. Pero la pérdida no es solo de River.
Es el fútbol argentino el que dejará de tener en sus ligas y copas locales, y en las de Conmebol, al crack de esa raza de cracks que todos queremos disfrutar. Sí, ya sabemos, las leyes del mercado, el Primer Mundo, la desigualdad y la billetera de los jeques.
Todo obvio, como que el Araña ni siquiera se está yendo a un destino de discutible porvenir, como a veces pasa con otros pibes ante la primera oferta para cambiar de continente. A él y al club les resultaba imposible decir que no, a duras penas se negoció que no se fuera tan rápido y por eso lo pudimos ver unos meses más.
Apenas termine el partido de vuelta de octavos por la Copa, seguramente estará viajando para unirse a la pretemporada de su nuevo club: Pep Guardiola no querrá regalar ni un día. Y todos lo perderemos.
Un festejo de Julián con Messi. Un sueño más para Qatar (EFE/ José Jácome)
Lo que nos queda es aprovechar este mes y pico que nos queda para verlo;después, Julián pasará a ser otro de nuestros cracks de TV, de los que nos hacen mirar las mejores ligas europeas y ya no parecen de carne y hueso. Y, si todo sigue encajando como viene en esta historia, pasará a ser otro recurso de la Scaloneta, acaso el de más prometedor futuro.
De hecho, con sus frescos trofeos de goleador, apenas terminó su noche de brillos ya estaba viajando para unirse a la Selección, en la que seguramente lo esperan muchas más jornadas recordables.