Es casi redundante afirmar que, aunque está ambientada en el pasado, ‘Infiltrado en el KKKlan’ (‘BlacKKKlansman’, 2018) es una película oportuna y relevante, un nuevo recordatorio de que a Norteamérica aún le queda un largo camino por recorrer no solo para lograr la igualdad racial y la justicia que reclama la comunidad negra sino para asimilar la responsabilidad colectiva de los pecados del pasado en la sociedad estadounidense.
Y sí, ahora en la Academia de Hollywood pierden las posaderas por premiar películas inclusivas, llenas de cuotas y con directores negros que hacen películas fuera de los parámetros del cine de gueto y realidad urbana con los que se les asociaba.
Claro que Spike Lee, pionero en el cine social y abierto a cine comercial de éxito como el de cualquiera de sus colegas de profesión, nunca había sido nominado para el Oscar al Mejor Director, un honor que debería haber recibido por ‘Haz lo que debas‘ (‘Do The Right Thing’, 1989), su primera obra maestra.
Para compensar esto le dieron un Oscar honorífico en 2015, pero suena a limpieza de conciencia, puesto que Lee es tan merecedor (incluso más) como John Singleton, por su ‘Los chicos del barrio‘ (‘Boyz ‘N the Hood’, 1991), Barry Jenkins o Jordan Peele, quien ejerce aquí como productor. Analizamos algunas razones por las que, sin hacer demérito al resto, premiar a ‘Infiltrado en el KKKlan’ es más que cabal, justo y necesario.
Es un compendio de lo bueno de la obra de Spike Lee
‘Infiltrado en el KKKlan’ es la película más completa de Spike Lee en más de una década. Desde la estilosa ‘Plan Oculto‘ (‘Inside Man’, 2006), su película más accesible hasta la fecha, no había logrado cincelar la fórmula para conglomerar sus intereses y obsesiones en un trabajo de perfil más comercial. No solo lo ha conseguido, sino que en su apariencia de comedia atolondrada alberga un drama mas serio, como una buena parte de su obra.
Por supuesto, Lee deja su sello reivindicativo que veremos más adelante, pero es imposible no pensar en ‘Malcom X’ (1992) en los momentos en los que el protagonista atienda a una reunión de activismo. La ambientación setentera no es solo el único contacto con ‘Nadie está a salvo de Sam‘ (‘Summer of Sam’, 1999), con la que tiene más de un contacto —el clímax muy parecido— y, además, resulta muy significativa su experiencia en el policial de ‘Plan oculto’, cuyo protagonista era un jefe de departamento negro, en una correspondencia curiosa con el novato.
Es la ‘Argo’ de 2018
Al igual que ‘Argo‘ (2012) de Ben Affleck, que ganó el Oscar a la Mejor Película, ‘Infiltrado en el KKKlan’ es un thriller político al mostrar en detalle una de las operaciones secretas más audaces y de mayor riesgo en la historia de Estados Unidos a través de una perspectiva de comedia nacida del absurdo de la situación.
El plan de Ron Stallworth (John David Washington) para solicitar y finalmente ingresar con membresía completa en los altos rangos del Ku Klux Klan es tan excitante y surrealista como la huida de los rehenes de Teherán disfrazándose de un equipo de cine.
También como ‘Argo’, ‘Infiltrado en el KKKlan’ reafirma el axioma de que la verdad es a veces más extraña que la ficción cuando en un momento dado, el propio Ron fue designado para servir como cuerpo del equipo de seguridad de David Duke, jefazo del KKK, en una visita a Colorado Springs. La estampa de un guardia de seguridad negro, es hilarante y angustioso al mismo tiempo, cuando algunos miembros empiezan a notar algo sospechoso.
Tiene una de las grandes escenas de 2018
Toda la película está sembrada de grandes momentos de absurdo, que exponen problemas de forma divertida o cruda, con un factor estomagante inesperado. La mejor escena de la película es un absolutamente sublime montaje, que corta dos momentos que suceden al mismo tiempo. Por una parte, el Ku Klux Klan viendo ‘El nacimiento de una nación’ (‘The Birth of a Nation’, 1915) y por otra, la del discurso de un viejo activista de los derechos civiles, interpretado por Harry Belafonte.
La manera en que la que se edita la película para imitar las innovaciones que Griffith trajo al cine, al mismo tiempo que ayudó a propagar el racismo, es una refutación brillante del clásico del cine silente, especialmente cuando Belanfonte va contando a un grupo de jóvenes activistas los escalofriantes y creíbles detalles sobre un linchamiento que presenció en 1916. Un momento que hiela la sangre y al mismo tiempo es gracioso, cuando expone la estupidez del grupo organizado.
Es comprometida, pero sin postureo
No podría esperarse otra cosa de Lee. Pero esta vez, no está tan alimentado por la ira o el odio, como algunos de sus primeros trabajos. A sus 61 años, el director es un artista más maduro y sutil, que entiende que las imágenes y las palabras tienen un mayor impacto no cuando se usan como eslóganes ideológicos, sino cuando se ponen al servicio de un contexto sociopolítico particular.
A menudo, los estadounidenses blancos tienden a confiar en representaciones del racismo que son manifiestamente obvias, el tipo de racismo de bigote y capuchas. Ese tratamiento elude muchas formas más sutiles de racismo e injusticia sistémica. Pero Lee tiene opción de representar ambas miradas con éxito. Por una parte, Félix, por ejemplo, es un racista caricaturesco, pero la mirada a Walter, el presidente de la sección de KKK, o David Duke (Topher Grace) presenta una imagen más refinada aunque todos están en el KKK.
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‘Infiltrado en el KKKlan’ escarba en la verdadera razón por la que están todos juntos, a raíz de la creencia en la supremacía blanca, exponiendo de forma brillante que el racismo institucional se basa en un conjunto de ideas muy absurdas, dejando claro también que, aunque el odio es estúpido, también es poderoso. Una lección que deja clara la militancia previa, dos pasos por delante de un invertido ‘Paseando a Miss Daisy‘ (‘Driving Miss Daisy’, 1989).
Cinefilia con recado
La película es reflexiva y ofrece una meditación brillante sobre la representación de los negros en el cine estadounidense. Se vuelve en más de una ocasión al clásico de Griffith que hemos citado pero aún más significativa es la primera escena, directamente de la ganadora del Oscar ‘Lo que el viento se llevó’‘ (‘Gone With the Wind’, 1959) que presenta a Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) siendo testigo de primera mano de los cientos de víctimas de los soldados del Sur.
Un plano de la bandera confederada, como un símbolo de nostalgia, es sostenido durante un tiempo suficiente como para hacerte sentir vergüenza a pesar de no ser americano. El hecho de que ese símbolo aún se blande por una porción exageradamente grande de ciudadanos americanos, provoca una reflexión inmediata sobre como el racismo estaba arraigado en la cultura hasta hace demasiado poco. Lee, por cierto, también utiliza el emplazamiento para reivindicar y homenajear los clásicos de la Blaxploitation en múltiples ocasiones.
El uso de material de archivo real
El epílogo muestra la conexión de los temas de la película con los tremendos eventos actuales de Charlottesville, en un claro esfuerzo para mostrar cómo las actitudes centrales del racismo no han cambiado demasiado para muchos. Aunque parezca obvio, es muy elocuente ver en imágenes cómo las consignas de los hombres del Klan de la película se han normalizado en la actualidad. Cuando vio las imágenes, Lee quedó convencido de que «tenían que ser mi coda para la película«.
El director obtuvo el permiso de la madre de Heather Heyer, quien fue asesinada cuando un hombre colisionó un Dodge Charger en medio de una multitud de manifestantes, para usar el metraje de su muerte en la película. La inclusión de imágenes del incidente y de la respuesta demasiado cautelosa y extravagante del presidente Trump, no parecen relacionadas con lo que hemos visto hasta que aparece el mismísimo David Duke en medio del cotarro, impune y alentando todos los postulados que llevaron al asesinato de Heyer.
No tiene miedo de señalar a Donald Trump
En la película, Trump es una especie de espectro del futuro que se cuela en sarcasmos no tan irreales. Puesto que cuando uno de los hombres de Klan grita «Hay que hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande de nuevo» no es exactamente ingenioso pero bastante sintomático de dónde ha sacado el presidente su eslogan electoral.
Que no solo estaba en discursos fascistas del pasado sino que al imprimirse en la gorra roja de MAGA (Make America Great Again) se postula como la nueva capucha blanca. Y es que las formas en que el Trumpismo se conecta con la historia particular del racismo en los Estados Unidos hacen que ciertas actitudes recurrentes se oculten bajo el discurso populista.
‘Infiltrado en el KKKlan’ descubre muchas de esas claves para desentrañar la actualidad a partir de la historia y deja expuesto al magnate con su obvia falta de voluntad para condenar seriamente a la derecha supremacista, con excusas llenas de rodeos.
‘Infiltrado en el KKKlan’ es la mejor «buddy movie» del año
La carga de discurso de la película no nos debe hacer olvidar que, a pesar de todo, no deja de ser una cinta con escenas de acción basada en la colaboración entre un joven, ambicioso y algo engreído oficial negro y un judío algo más experimentado (interpretado con convicción por Adam Driver) que se llama Flip Zimmerman. Lo que complica aún más el proceso, puesto que entre los racistas americanos es muy común el antisionismo exacerbado.
Toda la película está llena de humor, brillante, oscuro e irónico, basada en una serie de llamadas telefónicas basadas en anécdotas y situaciones que son verdaderamente increíbles en ambos sentidos de este término. Pero si todo ello funciona es por la química de Driver y Washington, que bien podrían protagonizar una serie con otros casos alocados pero perfectamente creíbles en su costumbrismo como el que propone ‘Infiltrado en el KKKlan’.