Netflix ha mostrado en repetidas ocasiones su interés por el cine español desde el lanzamiento de la estupenda ‘7 años’ en octubre de 2016. Títulos como ‘Fe de etarras’, ‘¿A quién te llevarías a una isla desierta?’ o ‘Diecisiete’ así la prueban, pero justo es reconocer que ninguna de ellas alcanzó un éxito similar al de ‘Klaus’, la cinta que debería haberse llevado para casa el Óscar a la mejor película de animación en la última entrega de estos premios.
Algo más de cuatro meses han tenido que pasar desde el estreno de ‘Klaus’ hasta la llegada de la nueva película española de Netflix. Me refiero a ‘Hogar’, el nuevo trabajo tras las cámaras de los hermanos Pastor en el que apuestan de lleno por el thriller en el que indagan en la mente perturbada de un hombre que ha vivido días mejores y que inicia una extraña amistad con el hombre que vive actualmente en su antigua casa.
La importancia de tener a Javier Gutiérrez
‘Hogar’ es una película que se apoya en el talento de Javier Gutiérrez, un actor que se ha convertido en todo un referente para el cine español gracias a su capacidad para brillar en todo tipo de personajes. En esta ocasión le toca mostrar su lado más turbio para ir mostrándonos cómo va cambiando la actitud de un hombre al que la suerte le ha abandonado y que lucha por salir a flote, aunque los medios no sean precisamente los más honorables.
Los primeros 15 minutos de ‘Hogar’ parecen diseñados para que sintamos cierta pena por él, ya que simplemente es alguien que está intentando recuperarse de una mala racha. Gutiérrez sabe reflejar muy bien todo lo que ha de asimilar el personaje, ese paulatino deterioro asociado al hecho de que toda esperanza de un futuro mejor va esfumándose paso a paso.
Todo ello está bien secundado por el uso de la música compuesta por Lucas Vidal e incluso por el simple goteo de un grifo mal cerrado. Ahí se podría haber optado perfectamente por una explosión similar a la de ‘Un día de furia’, pero pronto se muestran más interesados en ofrecer una retorcida alternativa a títulos como ‘De repente, un extraño’.
Sin embargo, aquí no entra en unas vidas ajenas por las bravas para luego convertirse en una amenaza evidente. Su Javier es mucho más inteligente y sibilino y va haciéndose un hueco de forma reposada, haciendo todo lo que está en su mano para que parezca algo natural, y perfectamente nos lo podría parecer si así fuera.
Es una transformación progresiva, subrayadas por momentos puntuales como cuando nos lo muestran algo abrumado por los mensajes de éxito de la publicidad. Es entonces cuando su invasión de la privacidad ajena da un paso irreversible que no dejará de ir a más hasta el final de la función.
Le falta mala leche
Esa primera media puede que no sea magistral, pero sí es una más que notable forma de introducirnos todo por lo que va pasando el protagonista y qué le lleva a entrar en contacto con la persona que vive en su antiguo piso. Es como si para él fuera una representación del éxito perdido y siente que en realidad es él y no su nuevo “amigo” quien merece esa vida de éxito.
Eso sí, los hermanos Pastor saben cómo conseguir que los hechos no se precipiten y ‘Hogar’ mantenga un ritmo pausado en consonancia a los avances de su protagonista. El problema llega en que hay ciertos recursos del guion escrito por ellos mismos que no terminan de funcionar del todo bien. Pienso sobre todo en la aparición de una amenaza un tanto artificial que sirve para ilustrar el paso definitivo al lado oscuro del protagonista, pero en sí misma se siente algo forzada y fuera de lugar.
Además, eso da pie a que los lazos entre los personajes de Gutiérrez y un solvente Mario Casas no se desarrollen más cuando esa dualidad podría haber dado mucho juego al dar una mayor entidad dramática al relato. Es como si los Pastor lo quisieran apostar todo a una carta y llevarlo hasta el final. Eso les permite dotar a ‘Hogar’ de fluidez narrativa y apoyarse en un notable acabado técnico pero en el que falta ese paso adelante para ser algo más que un mero complemento.
De esta forma, el personaje de Casas queda un poco desdibujado y eso limita la película a su manera. Algo más conseguido está el progresivo alejamiento del protagonista de su familia y su creciente interés hacia la mujer en la función de Casas, beneficiándose en ambos casos de la naturalidad que tanto Ruth Diaz como Bruna Cusí imprimen a sus personajes.
Al final lo que impide a ‘Hogar’ ir más allá de ser un buen entretenimiento es que juega a ser retorcida pero le falta la mala leche para ofrecernos algo a la altura de esa perversión con la que quieren jugar los Pastor, quienes parecen más interesados en que la propuesta tenga cierta elegancia formal que en cualquier otra cosa, y es el excelente trabajo de Gutiérrez lo que impide que la película simplemente acabe quedándose en tierra de nadie.
En resumidas cuentas
‘Hogar’ podría haber sido un thriller retorcido y juguetón de lo más estimulante pero se acaba quedando en uno entretenido, con un ritmo fluido y un gran trabajo de su protagonista. No es que sea poco, pero al principio parece que está plantando las semillas de algo mucho mejor de lo que nos acaba dando esta nueva película española de Netflix.