Han estudiado el efecto de los edulcorantes a largo plazo en nuestro cerebro. Su conclusión es que lo envejece más rápido

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Poco
a
poco
ya
se
está
volviendo
un
gesto
cotidiano
entre
muchas
personas:

cambiar
el
azúcar
por
un
edulcorante
para
evitar
el
consumo
de
calorías

en
exceso.
Ya
sea
en
el
café
de
la
mañana,
en
un
yogur
o
en
una
bebida
refrescante,
los
edulcorantes
son
atractivos
por
respetar
el
sabor
dulce
y ‘
ser
saludables’.
Sin
embargo,
un
nuevo
y
contundente
estudio

publicado
en
la
prestigiosa
revista
médica


Neurology

pone
esta
idea
en
jaque,
sugiriendo
que
esta
sustitución
podría
tener
un
coste
oculto
y
a
largo
plazo
para
nuestra
salud
cognitiva.


Un
efecto
directo
al
pensamiento.

La
investigación,
que
se
ha
consolidado
como
una
de
las
más
amplias
y
prolongadas
hasta
la
fecha
sobre
el
tema,
cocnluye
que
las
personas
con
un
alto
consumo
de
edulcorantes
como
el

aspartamo
,
la
sacarina
o
el

sorbitol

experimentan
un
deterioro
de
sus
capacidades
de
pensamiento
y
memoria
un
62%
más
rápido
que
aquellas
personas
que
apenas
consumen. 

Para
ponerlo
en
perspectiva,
los
investigadores
calculan
que
este
declive
acelerado
equivale
a
envejecer
1,6
años
de
golpe. 


Los
detalles
del
estudio.

No
se
trata
de
una
encuesta
psajera
ni
de
un
experimento
a
pequeña
escala.
Los
científicos
se
han
basado
en
los
datos
Estudio
Longitudinal
Brasileño
de
Salud
del
Adulto
(ELSA-Brasil),
un
proyecto
de
investigación
masivo
y
de
largo
recorrido.
Analizaron
a
una
cohorte
de
12.772
funcionarios
públicos
con
una
edad
media
de
52
años,
a
los
que
siguieron
durante
ocho
años,
y
con
análisis
en
tres
momentos
distintos:
2008-2010,
2012-2014
y
2017-2019. 


Cuestionarios
detallados.

Usando
cuestionarios
de
frecuencia
alimentaria,
el
equipo
cuantificó
el
consumo
combinado
e
individual
de
siete
edulcorantes
específicos:
los
artificiales
como
el
aspartamo,
la
sacarina
y
el
acesulfamo
K,
y
los
alcoholes
de
azúcar
como
el
eritritol,
el
xilitol
y
el
sorbitol,
además
de
la
tagatosa.
De
manera
paralela,
se
midió
el
rendimiento
cognitivo
de
los
pacientes
con
una
batería
de
seis
pruebas
que
se
centraban
en
la
memoria,
la
fluidez
verbal
y
la
cognición
global. 


Los
resultados.

El
consumo
de
edulcorantes,
tanto
de
forma
individual
como
combinada,
se
asoció
con
una
pérdida
cognitiva
acelerada.
La
lista
de ‘sospechosos’
incluye
algunos
de
los
nombres
más
comunes
que
encontramos
en
las
etiquetas
de

productos ‘light’

o ‘zero’:
aspartamo,
sacarina,
acesulfamo
K,
eritritol,
sorbitol
y
xilitol. 

Curiosamente,
la
tendencia
fue
más
pronunciada
y
estadísticamente
significativa
en
los
participantes
menores
de
60
años.
Esto
sugiere,
según
los
autores,
que
la
mediana
edad
es
una
ventana
crítica
donde
los
productos
que
se
elijan
consumir
pueden
tener
consecuencias
directas
en
la
salud
cerebral
décadas
más
tarde. 

Los
investigadores

apuntan

que
hasta
ahora
los
edulcorantes
sin
calorías
a
menudo «se
ven
como
una
alternativa
saludable
al
azúcar».
Pero
ahora
se
ha
visto
que
un
gran
consumo
de
estos
tiene «efectos
negativos
en
la
salud
del
cerebro
con
el
tiempo». 


Hay
limitaciones.

Los
propios
investigadores
apuntan
a
que
los
datos
dietéticos
se
basan
en
autoinformes,
que
pueden
ser
imprecisos,
y
que,
a
pesar
de
los
ajustes
estadísticos,
no
se
puede
descartar
por
completo
la «confusión
residual»
donde
no
se
miden
otros
comportamientos
nutricionales
que
pueden
estar
interfiriendo. 


Correlación
no
es
causalidad.

Como
era
de
esperar,
este
estudio
puede
generar
un
gran
debate,
y
la
industria
y
la
comunidad
científica
han
llamado
a
la
prudencia,
recordando
que
la
correlación
no
implica
causalidad.
Gavin
Partington,
director
general
de
la

Asociación
Británica
de
Bebidas
Refrescantes,
y
la
Asociación
Internacional
de
Edulcorantes
(ISA)

han
señalado
que
este
es
un
estudio
observacional.
Es
decir,
encuentra
una
asociación
estadística
entre
dos
variables
(consumo
de
edulcorantes
y
deterioro
cognitivo),
pero
no
puede
demostrar
que
una
sea
la
causa
directa
de
la
otra.

En
España,
expertos
como
el
neurólogo
Guillermo
García
Ribas,
del
Hospital
Ramón
y
Cajal,

se
muestran
cautos
.
Critica
que
es
difícil
aislar
el
efecto
del
edulcorante
del
resto
de
la
dieta.
A
menudo,
un
alto
consumo
de
estos
productos
va
de
la
mano
de
una
dieta
rica
en
alimentos
ultraprocesados,
que
ya
han
sido
vinculados
en
numerosos
estudios
a
un
peor
envejecimiento
cognitivo.


La
defensa
de
los
investigadores.

Anticipándose
a
esta
crítica,
el
equipo
de
Suemoto
ofrece
dos
argumentos
sólidos.
Primero,
observaron
que
la
asociación
se
mantenía
también
para
edulcorantes
individuales,
aquellos
que
una
persona
añade
por
su
cuenta
al
café
o
al
yogur,
y
no
solo
para
los
compuestos
que
utiliza
la
industria
en
los
ultraprocesados.

Segundo,
y
quizás
más
importante,
existe
lo
que
los
científicos
llaman «plausibilidad
biológica».
Estudios
previos
realizados
en
modelos
animales
(principalmente
ratones)
ya
han
demostrado
que
los
edulcorantes
artificiales
pueden
desencadenar
procesos
de
neuroinflamación
y
alterar
el
crucial
eje
intestino-cerebro,
mecanismos
que
podrían
afectar
negativamente
a
la
función
cerebral.


El
contexto
global.

Este
estudio
no
surge
en
el
vacío.
Se
suma
a
una
creciente
ola
de
escepticismo
sobre
los
beneficios
a
largo
plazo
de
los
edulcorantes.
De
hecho,
en
2023,

la
propia
Organización
Mundial
de
la
Salud
(OMS)


desaconsejó
el
uso
de
estos
productos
para
controlar
el
peso

o
reducir
el
riesgo
de
enfermedades
crónicas,
argumentando

la
falta
de
evidencia

sobre
sus
beneficios
a
largo
plazo
y
la
existencia
de
posibles
efectos
indeseados
que
no
se
habían
concretado
todavía. 

El
problema
de
fondo
sigue
siendo
el
mismo:
el
consumo
excesivo
de
azúcar.
En
países
como
España,
se
llega
a
triplicar
la
cantidad
máxima
diaria
recomendada
por
la
OMS.
Los
edulcorantes
surgieron
como
una
solución
aparente,
pero
estudios
como
este
nos
obligan
a
preguntarnos
si
estamos
simplemente
cambiando
un
problema
por
otro.

Como
resume
la
propia
Suemoto,
su
trabajo «añade
pruebas
sólidas
de
que
estos
compuestos
pueden
no
ser
inocuos,
especialmente
cuando
se
consumen
con
frecuencia
a
partir
de
la
mediana
edad».
La
conclusión
no
es
que
debamos
volver
al
azúcar,
sino
que
debemos
examinar
de
forma
mucho
más
crítica
con
qué
lo
estamos
sustituyendo

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