Gracias a mi primer hijo por entender que estoy aprendiendo como madre y a veces pago con él mi inexperiencia

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La crianza de los hijos es un camino complejo y plagado de obstáculos que debemos sortear como buenamente podemos, pues la realidad es que nadie nos enseña a ser padres. Vamos aprendiendo sobre la marcha a base de ejercer, errar y volverlo a intentar, por lo que no cabe duda de que en este campo -como en tantos otros- la experiencia es un punto a nuestro favor.

Y es que cuando ya tenemos un hijo, la segunda maternidad (¡y ya no digamos las siguientes!) se vive de una forma más serena, relajada y sobre todo, segura. Por eso, hoy quiero reflexionar sobre la crianza del primer hijo; el que nos enseña a ser padres y quien ‘paga’ nuestros miedos, inseguridades y fallos.

Carta a mi primera hija: la que me enseñó a ser madre y me descubrió una nueva forma de amar

Se aprende a ser madre con el primer hijo

maternidad

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Recuerdo cuando en el curso de preparación al parto de mi primer hijo, la matrona nos enseñó todo lo relacionado con los cuidados del recién nacido. ¡Qué complicado me parecía entonces cambiarle el pañal, curarle el ombligo o asearle a diario! Sin embargo, más allá de los cuidados físicos, poco a poco fui entendiendo que lo realmente complejo llegaría después, con su educación y crianza.

Es difícil ser madre de un primer hijo, con independencia de la etapa de la crianza en la que nos encontremos, pues para nosotras siempre va a suponer una novedad. Pero mucho más difícil aún es ser madre cuando en tu entorno no tienes familia o amigos con hijos en los que fijarte y apoyarte.

Durante los primeros años de vida de mi hijo criaba y educaba con la constante sensación de inseguridad y de no saber si las decisiones que tomaba eran las correctas.

«¿Estaré haciendo bien si le dejo dormir en nuestra cama o debería sacarle de nuestra habitación para que no se malacostumbre?»; «¿Es normal que solo se duerma en brazos?«; «¿Si no le llevo a la guardería, aprenderá a socializar?», «¿Debería castigarle para que entienda que no se pega, que hay que compartir los juguetes, que ‘debe portarse bien’…?», «¿Cómo consigo que haga los deberes del cole sin protestar?»…

No cabe duda de que en aquellos momentos actué como mejor consideraba, pero es no quita que el conocimiento y la experiencia que he ido adquiriendo en sus 14 años me haya hecho darme cuenta de lo mucho que me equivoqué en tantas ocasiones.

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Por eso, a medida que mi hijo ha ido creciendo he sentido la necesidad en numerosas ocasiones de sincerarme con él, pedirle perdón por mis fallos y darle las gracias por tener tanta paciencia conmigo y entender que, aunque tengo más hijos y pudiera parecer que soy experta en esto de criar y educar, lo cierto es que es él quien me enseña cada día a ser madre.

"Estás a punto de entrar en la adolescencia, y yo no puedo creer que el tiempo haya pasado tan deprisa"

Con esta sincera reflexión no pretendo ‘fustigarme’ por los errores pasados, porque creo que no hay decisiones correctas o incorrectas en esto de la crianza. Al menos no en el momento en que decidimos actuar, pues siempre lo hacemos movidos por el amor infinito y lo que pensamos que es mejor para nuestros hijos.

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