Aunque
hay
ya
quien
asegura
que
España
acabará
arrebatándole
la
corona,
Francia
es
hoy
por
hoy
la
reina
indiscutible
del
turismo
mundial.
Ninguna
otra
nación
mueve
más
viajeros.
Solo
el
año
pasado
se
preveía
que
llegasen
al
país
unos
89,4
millones
de
turistas
internacionales,
un
buen
puñado
más
que
a
España,
EEUU
o
China.
A
partir
de
ahora
los
viajeros
que
deban
despegar
desde
Francia
para
moverse
por
el
país
o
regresar
a
sus
hogares
tendrán
que
rascarse
algo
más
el
bolsillo.
El
motivo:
en
breve
subirá
el
«impuesto
solidario»
que
aplica
a
sus
vuelos.
Claro
está,
la
decisión
ha
generado
revuelo.
¿Qué
ha
pasado?
Que
en
cuestión
de
unas
semanas
(el
1
de
marzo)
Francia
actualizará
al
alza
su
impuesto
solidario
sobre
los
billetes
de
avión,
más
conocido
como
TSBA
o ‘impuesto
Chirac’
en
un
guiño
al
expresidente
que
gobernaba
la
república
cuando
se
aprobó.
Su
subida
no
es
en
realidad
una
sorpresa.
Se
preveía
en
el
presupuesto
francés
de
2025,
aprobado
en
febrero
tras
un
proceso
complejo
que
se
llevó
por
delante
al
primer
ministro
Michel
Barnier;
pero
su
aplicación
no
se
hará
realmente
efectiva
hasta
el
próximo
mes.

¿Qué
es
exactamente
el
TSBA?
Un
impuesto
internacional
que
grava
el
precio
de
los
billetes
de
avión.
Su
importe
lo
fijan
las
autoridades.
Luego
corresponde
a
las
aerolíneas
decidir
si
lo
asumen
o
lo
trasladan
en
mayor
o
menor
medida
a
los
billetes
que
cobran
a
sus
pasajeros.
Como
detalla
su
propio
nombre
(TSBA),
el
objetivo
es
financiar
programas
de
ayuda
internacional.
De
hecho
el
Gobierno
francés
defiende
su
valor
equitativo
y
ecológico.
Cuando
a
principios
de
año,
durante
una
entrevista
con
Le
Parisien,
le
preguntaron
a
la
ministra
de
Cuentas
Públicas
Amélie
de
Montchalin
qué
opinaba
del
aumento
del
impuesto,
su
respuesta
no
pudo
ser
más
clara: «Estoy
a
favor.
Es
una
medida
de
justica
fiscal
y
ecológica.
El
20%
más
rico
de
la
población
es
responsable
de
más
de
la
mitad
del
gasto
en
viajes
aéreos».
¿Cuánto
y
dónde
subirá?
Para
despejar
dudas,
la
administración
francesa
publicó
hace
unas
semanas
un
breve
anuncio
con
las
principales
novedades
que
afectan
al
impuesto.
En
él
habla
de
tres
categorías: «destinos
en
Francia
y
Europa», «destinos
intermedios»
y «destinos
lejanos»,
que
serían
aquellos
en
los
que
el
avión
recorre
más
de
5.500
kilómetros.
Luego
detalla
el
importe
que
tendrá
la
tasa
en
cada
caso,
aunque
la
cantidad
varía
en
función
de
otro
parámetro
más:
la
categoría.
No
se
cobra
lo
mismo
a
un
cliente
que
viaja
con
un
billete
de
turista
que
a
otro
de
clase
business
o
que
vuela
en
un
jet
privado.

¿Y
cómo
quedan
entonces?
El
resultado
es
que
la
tasa
para
los
vuelos
en
clase
económica
y
de
corta
distancia,
dentro
de
Francia
o
Europa
y
con
salida
desde
Francia,
pasarán
de
costar
2,63
a
7,4
euros.
En
trayectos
intermedios
se
elevará
a
15
euros
y
en
el
caso
de
los
destinos
lejanos
el
gravamen
se
situará
en
40.
Quedan
fuera
las
rutas
a
Córcega
y
territorios
de
ultramar.
En
clase
business
la
tasa
pasará
a
costar
30,
80
o
120
euros,
en
función
de
la
duración
del
vuelo,
y
en
el
caso
de
los
jets
el
TSBA
supondrá
a
partir
de
marzo
entre
210
y
2.100
euros,
lo
máximo
que
llegaría
a
pagar
un
usuario
de
un
avión
privado
por
un
viaje
de
más
de
5.500
km.
El
Gobierno
recuerda
en
cualquier
caso
que
el
impacto
de
las
nuevas
tasas
en
los
billetes
de
las
aerolíneas
dependerán
de
si
estas
deciden
o
no «absorberlas».
¿Qué
dicen
las
aerolíneas?
No
han
tardado
en
mostrar
su
malestar.
Al
menos
parte
de
ellas.
Air
France
considera
que
la
subida,
de
más
del
doble,
es «irresponsable»
y
equivale
a
exigir «un
impuesto
para
acceder
a
Francia».
En
su
caso
concreto
calcula
que
le
costará
unos
100
millones
de
euros
en
un
momento
especialmente
delicado
tras
los
años
de
la
pandemia.
«Francia
es
el
país
de
Europa
donde
el
transporte
aéreo
está
más
gravado
con
impuestos.
En
los
últimos
20
años
hemos
perdido
entre
un
1
y
2%
del
mercado
cada
año
en
favor
de
las
aerolíneas
extranjeras.
Existe
el
riesgo
de
trasladar
los
beneficios
a
otros
países»,
zanja.
La
actualización
al
alza
del
TSBA
llega
de
hecho
después
de
que
el
país
haya
dejado
claro
su
deseo
de
fomentar,
vía
tributos,
el
uso
de
alternativas
menos
contaminantes
al
avión
en
los
trayectos
cortos.
¿Puede
pasarle
factura?
La
reacción
tampoco
ha
sido
buena
en
Ryanar.
Su
director
ejecutivo,
Michael
O´Leary,
ya
ha
acusado
a
Francia
de
nadar
a «contracorriente»
y
advierte: «Europa
no
será
más
eficiente
ni
competitiva
gravando
excesivamente
las
tarifas
aéreas».
«Francia
ya
es
un
país
con
impuestos
altos
y
si
aumentan
más
probablemente
reduciremos
nuestra
capacidad»,
señala
el
directivo
de
la
low
cost.
Desde
la
compañía
van
más
allá
y
señalan
el
riesgo
de
que
los
vuelos
acaben
quedando
solo
al
alcance
de «los
ricos»,
afectando
a
las
finanzas
del
país
en
un
momento
que
destaca
precisamente
por
el
boom
del
turismo
internacional.
Imágenes
|
Eric
Salard
(Flickr)
1
y
2
y
Service-public.fr
En
Xataka
|
Los
vuelos
en
jets
privados
son
una
gran
fuente
de
contaminación.
Y
Francia
quiere
limitarlos