Seamos claros desde el principio: ‘Los renglones torcidos de dios’ es muy disfrutable… si estás dispuesto a pasar por el aro de las incongruencias narrativas. Algunos diálogos son de vergüenza ajena, los giros se sobrevienen uno sobre otro sin que realmente tengan carga dramática (¿cómo, si apenas conocemos a los personajes?) y su funcionamiento interno tiene que forzar las sorpresas sin que nunca terminen de calar. Sí, puedes disfrutar de la película, que vimos en San Sebastián, pero para ello te toca apagar la sección lógica de tu cerebro y dejarte mecer por las situaciones que se proponen. De lo contrario, te espera una película excesivamente larga sin mucho donde rascar. La verdad, es agradable, pero ninguna locura.
Dulce locura
Voy a empezar esta crítica con un ejercicio de sinceridad: no he leído ‘Los renglones torcidos de dios’ ni voy a fingir en ningún momento que lo he hecho. Aún sabiendo que la obra de Torcuato Luca de Tena es fantástica, mi primer acercamiento a la misma ha tenido lugar en forma de película… Y debo decir que la cinta de Oriol Paulo o bien no ha conseguido traspasar el tono literario, o bien ha confiado demasiado en que sus giros eran lo suficientemente interesantes como para interesar al espectador sin necesidad de nutrir a los personajes de algo más que un simple rasgo.
Y ojo: durante la mayor parte de la película consigue mantener la duda sobre si el estado de Alice Gould es una ficción provocada por el delirio o una realidad. El problema es que el juego termina enrevesándose tanto y encasillando a los personajes, sin ningún tipo de matiz, en «buenos» y «malos», que incluso el giro final no provoca ninguna sorpresa debido al tedio y a la acumulación de tópicos que ha pasado por nuestros ojos en su tercer acto.
Pero todo hay que decirlo: ‘Los renglones torcidos de dios’ empieza magnífica, con una variación temporal que se plantea de forma magistral buscando la complicidad del lector y la sorpresa del novato. Cuando este juego con la narrativa convencional se esclarece, también simplifica la propia película, a la que aún esperan varios minutos de verborrea inútil. Una vez solucionado el misterio, ¿cuál es la necesidad de seguir? Las dos horas y veinte minutos se vuelven insoportables, una losa pesada que no aguantarían ni los mejores thrillers. Y este es agradable, sí, pero nunca consigue ir más allá.
Na, na, na, de locos
La película protagonizada por Bárbara Lennie, por mucho que intente ir más allá, no consigue llegar a la alta novela y se queda en el bolsilibro: la ambientación, que debería ser uno de sus puntos fuertes, se queda en un simple escenario sin vida, en el que lo único que importa es la protagonista y otros dos personajes con trama pero sin personalidad.
El guion y la dirección no terminan de acertar al dotar a la historia de Alice de diferentes puntos de vista o aristas en su historia: desde el primer momento, la narrativa de la película nos hace ver que está cuerda, y que los hechos en su contra son solo maquinaciones de su marido y el jefe de la prisión. Por mucho que el público se haga sus cábalas al respecto, no es gracias a ‘Los renglones torcidos de dios’, que falla al plantear un thriller juguetón porque se olvida de que si la propia cinta toma partida en el juego, este pierde el interés.
Una cosa sería que Alice afirmara que es detective privado pero nadie la creyera, o tuviera ante sí un mar de pruebas en su contra, pero la cinta la trata bien, los empleados reman a su favor, las pruebas la refuerzan y solo algunos detalles hacen que podamos entrar dentro del misterio. Ojalá pudiera decir otra cosa, pero la cinta parece tener miedo de plantear una diatriba real: la duda queda reducida a la mínimo posible, y eso afecta a la paciencia que podamos tener viéndola. Que, llegado a un punto, se acerca más a mirar el reloj suspirando que a disfrutar de sus supuestos callejones sin salida.
Un renglón demasiado recto
Aunque falle en lo más básico en una historia de este tipo, el misterio, lo cierto es que todo lo demás rema a su favor: Barbara Lennie y Eduard Fernández, como el ying y el yang, están a su manera espectaculares, y los recursos narrativos de los que echa mano Oriol Paulo son sorprendentes y estimulantes, con algunas escenas estupendas. Lástima que haya que dar demasiados saltos de gigante para justificar algunos de los detalles de la película hasta el punto de volverla inverosímil.
‘Los renglones torcidos de dios’ es una oportunidad perdida temerosa de ser tanto un thriller como una película de misterio, que pretende aligerar uno y hacer más sencillo el otro y termina siendo fallida en ambos. Hay material para una buena película, pero habría necesitado centrarse más en la atmósfera, los personajes y la duda plausible: lo que queda es una película fast food hecha con ingredientes de primera calidad. Y es una verdadera pena.