El prodigio que irrumpió en la escena cuando tenía 15 años se está presentando por todo el país con los hits de siempre y temas propios. En diálogo con el medio La Viola, recuerda su vida como un rockstar junto al líder de la banda y cuenta todo lo que se le viene.
De la secundaria a la escuela del rock local. Cuando lo pone en perspectiva, él mismo se sorprende. Felipe Barrozo tenía apenas 15 años cuando empezó a juntarse con el Pity Álvarez para crear Intoxicados. Iba a la casa del ex Viejas Locas con su carpeta del colegio y se ponían a componer. Y por más extraño que suene, lo vivió con total naturalidad.
“Cuando veo una foto, me doy cuenta de que era muy chiquito”, dice el guitarrista en diálogo con La Viola. Sin embargo es como si el tiempo no hubiese pasado. Como todo recuerdo adolescente, esos momentos se mantienen vívidos. No es para menos: ahí fue cuando escuchó las versiones desnudas de canciones que dos décadas después todavía lo conmueven.
La vida pasa por la música para Feli. Aunque ni siquiera le crecía la barba cuando empezó a recorrer los escenarios más precarios del país, poco le interesa enumerar anécdotas de un rockstar prematuro. Incluso sonríe con timidez cuando le recuerdan que sus propios colegas le otorgaron la fama de chico prodigio por su impronta y calidez para tocar la guitarra
Hoy está presentando los temas de aquella época junto a un puñado de su autoría como “Caliente” y “Te queda bien”, que encajan a la perfección en el repertorio. Y aunque ya no es un nene, todavía mantiene la frescura para solear (y ahora también para poner su voz). “Lo vivo como algo normal. Alguna vez, Pity no llegó al show y tuve que cantar yo”, afirma entre risas.
La convivencia con el Pity y el legado de Intoxicados
Como alguien terrenal con un don para crear hits instantáneos. Así define Felipe Barrozo a Pity Álvarez, a quien conoció en el barrio de Villa Lugano en el cumpleaños de un tío. “Lo veo como un amigo, pero viví cosas muy locas como cuando llegó de Tilcara y me mostró con la guitarra criolla por primera vez ‘Nunca quise’. Esa emoción te queda para siempre”, sostiene.
A la hora de hablar de esos años, el adjetivo “caótico” se repite una y otra vez. No hay otra forma de describir cómo fueron los procesos creativos. Los ensayos eran tan locos como elucubran los fans, las grabaciones se hacían en horarios irrisorios -sobre todo las del cuarto y último disco-, y los shows eran viajes experimentales que algunas veces llegaron a durar cuatro horas.
Ese desorden fue parte de la fórmula del éxito. No había convenciones a la hora de componer; una desfachatez que hizo ruido en la escena futbolizada del rock. “Pity se vendió”, dijeron algunos después del primer show en Cemento cuando escucharon un cover de los Ramones. La respuesta de los músicos fue rebelarse a esa cosa sectaria y abrazaron su “propia religión”.
Feli infla el pecho por la importancia de la banda en la escena local. Ningún otro grupo aportó tanto para sellar la grieta noventosa entre el “aguante” y la vanguardia. Tomaron riesgos con el rap “Una vela”, abrazaron la canción popular calamaresca, y el reggae –“medio cavernícola”, dice Feli-. No solo era rock and roll, aunque nunca bajaran el cuadrito de los Stones.
La fórmula explotó en las radios y todavía sigue sonando. Una muestra de su vigencia es su influencia en el piberío: L-Gante llenó de elogios al Pity y Dillom tocó recientemente “Una Vela” en el Primavera Sound. “No soy de los que entran en esa de que la música urbana y el reguetón se comieron al rock, no quiero ser como esos viejos que criticaban al rock”, comenta el violero.
“Me gustaría volver a tocar con el Pity”
Felipe asegura que el cariño con el Pity se mantiene intacto. Si charlan prefiere no atosigarlo con preguntas sobre su presente a la espera de que se resuelva su situación judicial. Se vieron en 2022 y últimamente conversaron por teléfono. También estuvieron cuatro años sin hablarse y cuando se contactaron fue como si se hubiesen visto todos los días.
“Yo sé lo que saben todos. Cuando charlamos, lo escucho como siempre. Hablamos de cómo está, qué está haciendo, de películas… esas cosas. Quedamos en que nos íbamos a ver, seguramente nos encontremos”, cuenta. Y agrega: “Por supuesto que vernos implica zapar. No sé si él ahora está tocando, pero está todo bien”.
La idea de que la banda vuelva a juntarse sobrevuela, pero el guitarrista es cauteloso. “Fantaseando un poco… estaría buenísimo, pero las vueltas nunca son iguales. Me gustaría volver a tocar con él, capaz quiere subirse en algún tema. No lo sé, (el bajista) Jorge Rossi volvió con Los Gardelitos, no sé si volveríamos a ser Intoxicados. No creo que pueda pasar ahora”, dice.
La vuelta de la troupe completa parece imposible, pero vale la pena ver a Barrozo en acción con su Telecaster y esos temas que se resisten a envejecer. Su sonido sigue elevando lo que escribió el Pity y muchas canciones tienen más fuerza que en los discos. El público lo agradece porque esas melodías marcaron su juventud tanto como la suya.
Los próximos shows son en la costa argentina: Villa Gesell, el 17 de enero; Mar del Plata, 18 de enero; Necochea, 19 de enero; y Miramar, 20 de enero. Después continuará la gira por el sur argentino y la idea es viajar en los próximos meses a México.