Se ha desatado una nueva polémica con la IA como protagonista, pero con el desencadenante y el escenario más inesperados: un premio literario en Nueva Zelanda. Dos autoras de renombre en dicho país (Elizabeth Smither y Stephanie Johnson) han sido descalificadas del prestigioso ‘Ockham New Zealand Book Award’ no por el contenido de sus libros, sino por algo tan aparentemente accesorio como la portada.
Sus obras (‘Angel Train’ y ‘Obligate Carnivore’) quedaron fuera de competición tras descubrirse que las ilustraciones de cubierta habían sido generadas y/o contenían elementos generados mediante inteligencia artificial. La polémica fue inmediata: ¿hasta qué punto puede o debe regularse la IA en el ámbito editorial?
También cabe preguntarse ¿qué diferencia hay entre herramientas digitales habituales y los nuevos sistemas de generación? Y sobre todo, ¿debe castigarse a las autoras por decisiones de diseño que ni siquiera tomaron ellas?

Las portadas en cuestión
La chispa: un librero y un detalle sospechoso
La controversia comenzó cuando un librero detectó indicios de que las cubiertas de ambos libros contenían imágenes generadas con IA y alertó a los organizadores de los premios. La editorial Quentin Wilson Publishing confirmó la sospecha, lo que precipitó la expulsión de las citadas obras de la competición.
Según la organización, la decisión responde a una nueva normativa implementada unos meses antes, en agosto, que establece que ningún libro con contenido o ilustraciones generadas por IA es elegible para el certamen. Esta regla, señalaron, busca proteger los intereses de escritores e ilustradores en un contexto de cambios tecnológicos acelerados .
«Demasiado tarde»
Desde Quentin Wilson Publishing acusaron a la organización de actuar sin tiempo suficiente para que las editoriales pudieran adaptarse. Las cubiertas ya estaban diseñadas antes de que se publicara la nueva normativa, algo que —según el editor— va en contra de la práctica habitual de anunciar modificaciones importantes con un año de antelación.
«Es desgarrador que dos obras maravillosas terminen atrapadas en un asunto que no afecta a su escritura».
Los diseñadores del estudio neozelandés Sugarcube Studios también defendieron su trabajo, afirmando que la IA es para ellos una extensión natural del proceso creativo, no un sustituto del diseño humano.
La sorpresa de las autoras
Uno de los aspectos más llamativos del caso es que ninguna de las dos escritoras sabía que sus portadas incluían IA.
Stephanie Johnson declaró que pensaba que la imagen de su portada —un gato con dientes humanos— era una fotografía editada y no una creación generada por IA. Además, expresó un temor compartido por otros autores: que el público confunda la portada con el proceso creativo del texto.
«Me preocupa que ahora la gente piense que usé IA para escribir mi libro, algo que obviamente no he hecho».
Por su parte, Elizabeth Smither se mostró especialmente preocupada por los diseñadores: le preocupaba que el esfuerzo de éstos no recibiera el reconocimiento que merece ante la sospecha de automatización.
Ambas autoras, figuras prominentes de la literatura neozelandesa, coincidieron en que el contenido literario debería pesar más que la cubierta. Curiosamente, ambas también han sido juezas en ediciones anteriores del mismo premio, donde —según recuerdan— las portadas apenas influían en la evaluación.
El Ockham New Zealand Book Award introdujo sus normas sobre IA en agosto de 2025, convirtiéndose en uno de los primeros premios literarios del mundo con una política explícita y estricta en este ámbito. De acuerdo con su presidenta, Nicola Legat, la medida surgió tras consultas con el sector editorial con el fin de proteger la creatividad humana y los derechos de autor.
Legat reconoció que la decisión era dolorosa, pero insistió en que las reglas deben aplicarse con consistencia, independientemente de su prestigio.
Herramientas tradicionales vs. IA generativa
Dentro de la comunidad editorial neozelandesa, las opiniones están divididas. Por un lado, figuras como Chloe Blades, gestora de Unity Books Auckland, celebraron las restricciones, defendiendo que las portadas deben ser fruto de sensibilidad y experiencia humanas.
Por otro lado, algunos diseñadores y editores argumentan que la IA solo es una herramienta más, y que su uso inteligente puede enriquecer la creatividad.
Uno de los argumentos más repetidos por la editorial en estos días ha sudi que la frontera entre IA y herramientas digitales ya aceptadas —Photoshop, correctores como Grammarly, o software de edición— es cada vez más difusa. En su opinión, el sector necesita criterios más claros y matizados para evitar situaciones semejantes en el futuro.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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