La edad del hielo (no el periodo, sino su antigüedad) es otro de los componentes que nos indica hasta qué punto nuestro planeta Tierra se está calentando con ese aumento de temperaturas progresivo que desde hace años se está registrando. Sabemos por ciertas noticias y avisos que hay un deshielo y que va a más, pero el que ha descendido muy rápidamente es el hielo marino multianual, aquel que se forma al engrosarse años tras año.
Esto se ve muy bien con uno de tantos privilegiados observatorios que tiene la NASA, y que gracias al procesamiento de datos e imágenes puede verse cómo este hielo ha cambiado de manera gradual en 34 años, y ver la regresión es bastante desolador.
El hielo que se va y que ya no vuelve
El hielo multianual del Ártico, como decíamos, es aquel que se va formando por acumulación con los años, pudiendo (o debiendo) tener una vida media de espesor de nueve o más años. El proceso de formación es por capas, siendo cada año que sobrevive más grueso y llegando a los cuatro metros, partiendo de los dos metros de grosor del hielo formado tras un solo invierno.
La NASA ha monitorizado la presencia y creación de este hielo desde 1984, y poniendo todas esas imágenes juntas (y fijando la masa continental, incluyendo Groenlandia y las regiones que bordean el área) vemos las variaciones que se dan de manera anual y que este hielo ha experimentado en el cuarto de siglo largo que ha pasado desde entonces. De este modo, vemos que hay una variación estacional del hielo, incrementándose en invierno y disminuyendo en el año.
Aunque lo impactante es ver la cantidad de hielo multianual que nos ha quedado a medida que nos acercamos a la época actual (a falta de los datos del último par de años). Podemos percibirlo gracias a la escala de color que han aplicado al hielo de la animación, de modo que cuanto más blanco más años tiene y cuanto más oscuro más joven es.
El movimiento, creación y erosión de este hielo depende de los vientos y las corrientes, experimentando esos movimientos que vemos en la animación, y destacando dos en particular: el giro de Beaufort y la corriente que arrastra hielo hacia el Atlántico por el norte de Groenlandia. Hasta hace quince años el hielo que eliminaba sobre todo la segunda se reponía en parte por la acción de la primera (al acumularse agua fría en la superficie que mantiene el hielo), pero desde ese momento se está registrando un comportamiento anómalo, girando más deprisa y acumulando agua cada vez más pobre en sal.
Un Polo norte cada vez más fino y diluido
Con esto y con un flujo cada vez mayor de escape por esa segunda corriente al noreste groenlandés, la tasa de reposición del hielo multianual ha descendido en picado y tras 34 años la cantidad de hielo multianual del Ártico se ha visto reducida considerablemente. Lo que también se ha visto es que la cantidad de hielo que se forma en el mar de Beaufort es mucho menor, así como en el de Bering, algo que actuaba como una especie de «enfermería» para el hielo multianual y que también ha influido en que el hielo cada vez sea más joven, fino y quebradizo.
Antes el hielo multianual se derretía con las corrientes y ahora se está derritiendo en el mismo Ártico
Hace unos meses el New York Times también se hacía eco de esto, reportando que en 2018 la mayor parte del hielo del Ártico tiene un año de edad y no los 9 ó 10 años que tenía el más abundante hace treinta años. Lo que ha cambiado: antes el hielo multianual se derretía con las corrientes que comentábamos y ahora se está derritiendo en el mismo Ártico.
El deshielo tiene un efecto global, llegando a desterrar virus letales, pero los primeros afectados son los habitantes de esos entornos como los narvales, de modo que al tener menos hielo sobre el que posarse pasan más tiempo en el agua y de este modo están en mayor riesgo de ser cazados por orcas y otros depredadores. El director del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de Estados Unidos, Mark Serreze, pone incluso** fecha de caducidad al hielo del océano ártico en según qué estaciones**, hablando de 2030 (es decir, en doce años).