Independientemente de su valor como extraordinaria película de género puro producida en España, el aspecto más notable de ‘Errementari. El herrero y el diablo’ está en el empleo del folclore vasco como base para una historia atmosférica y encantadora. Su ambientación histórica, lejos de recurrir a tópicos gastados, permite una estética muy original que se asienta en tradiciones (muy relacionadas con el relato de terror) como es la del cuento oral.
Aquí cada pequeño elemento es una pieza más para construir una atmósfera que llama a la maravilla, rebosante de viejas costumbres y supersticiones procedentes de una época en la que la creencia en lo sobrenatural estaba firmemente enraizada en la vida cotidiana. Los créditos iniciales como grabados del Medievo, la voz del narrador introduciéndonos en la historia, los escenarios teatrales y llenos de sombras, los personajes que abrazan los tópicos (el lugareño avaricioso, el burgués que husmea en los asuntos del pueblo, el diablo pícaro y deslenguado) pero, a la vez, definidos con un humor irónico que los actualiza..
El debutante Paul Urkijo se basa en esta película (que tuvo un estreno limitado en salas, por desgracia solo en versión doblada, y que ahora puede verse en Netflix) en el cuento ‘Patxi Errementaria’, a partir de la versión recogida por el etnólogo y antropólogo vasco José Miguel Barandiaran en 1903. Cuenta cómo un herrero que participó en las Guerras Carlistas y de turbio pasado vinculado a la muerte de su mujer consigue engañar a un diablo al que mantiene preso en una jaula, que conseguirá escapar aprovechándose de la inocencia de una niña.
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Es sin duda ese suavísimo baño de humor distanciador, pero para nada sarcástico (la película está claramente enamorada de su referente original) lo que dota de cierta modernidad a una historia que podía haber caído en lo rancio o lo nostálgico. Sin embargo, ‘Errementari’ recoge lo mejor de la tradición oral clásica, esa infantil fascinación por la magia, y la embute en una turmix para mezclarla con el cine de género de serie B (en esa herrería expresionista o en los espléndidos diseños de los demonios -entre insectoides ochenteros y criaturas de la Nueva Carne-), aderezándola a su vez con una gustosa recreación histórica de la complicada Euskadi salida de las Guerras Carlistas.
‘Errementari. El herrero y el diablo’: cuentos de viejas
Paradójicamente, esa ambientación la comparte con otro reciente éxito del cine vasco, ‘Handia’, que con un tono más poético pero igualmente afín a la infinita capacidad para la maravilla de la infancia, toma las Guerras Carlistas como punto de partida. Pero allí la historia daba un salto hacia una aventura internacional, lo que le hacía perder algo de fuelle, mientras que ‘Errementari’ acierta al limitar el espacio escénico del film, casi en su totalidad, a la claustrofóbica herrería y sus inquietantes inmediaciones (los cepos oxidados, la puerta con pinchos…).
No es el único acierto escenográfico de la película, con ese aire -en sus escenarios en el bosque- a película de aventuras del estilo de aquellas tenebrosas producciones Disney de imagen real de los ochenta. O la conclusión a las puertas del infierno, que podía haber caído en la verbena de efectos digitales y que gracias a su modestia y al gusto de Urkijo, logra mantenerse en milagroso equilibrio entre lo kitsch, lo paródico y lo épico.
Todo ello, canalizado a través de un excelente plantel de intérpretes. Destacan entre ellos el trío protagonista: Uma Bracaglia, Kandido Uranga y un Eneko Sagardoy que, curiosamente, ya fue el gigante de ‘Handia’, y que aquí brilla como el sardónico y patético diablillo atrapado. Acompañados de un excelente plantel de secundarios, dan humanidad a una historia que podría haberse convertido, sin actores a la altura, en un mero teatro de guiñoles.
‘Errementari’ es muy consciente de sus limitaciones, pero a la vez está muy orgullosa de ser únicamente una recreación del riquísimo y aterrador folclore vasco, como orgulloso es su empleo de un dialecto navarro en desuso del euskera, y que tanto hace por la atmósfera agreste de la película. Quizá la única pega que se le pueda poner a ‘Errementari’ es que sea un fenómeno aislado y un posible experimento sin continuidad. Su condición de tesoro extraño la tiene garantizada, pero ojalá no se encontrara tan sola en nuestro cine.