Famosa
por
sus
playas
paradisíacas
de
agua
cristalina,
su
naturaleza
virgen
y
una
deliciosa
gastronomía
de
pura
esencia
mediterránea,
Cerdeña
poco
tiene
que
envidiar
a
la
otra
gran
isla
italiana
de
Sicilia
que
todavía
se
lleva
una
mayor
atención
turística.
Convertida
en
un
popular
destino
veraniego
por
su
maravillosa
costa
bañada
con
el
color
esmeralda,
salpicada
de
grutas
y
parajes
donde
olvidarse
del
mundo,
Cerdeña
acoge
también
localidades
vibrantes
con
un
patrimonio
histórico
artístico
que
el
visitante
primerizo
no
se
espera.
Su
privilegiada
situación
en
el
mar
Mediterráneo
y
la
riqueza
de
su
territorio
propiciaron
que
la
isla
estuviera
habitada
ya
desde
tiempos
del
Paleolítico,
y
su
devenir
histórico
ha
sido
desde
la
Antigüedad
un
vaivén
de
pobladores,
conquistadores
y
gobernantes
que
se
han
disputado
el
dominio
del
territorio,
incluyendo,
cómo
no,
la
presencia
española.
Esa
huella
hispana
ha
contribuido
a
dar
forma
a
la
identidad
de
la
isla,
y
es
particularmente
visible
aún
en
una
ciudad
situada
en
la
costa
noroeste,
la
llamada ‘Barceloneta
sarda’.
Se
trata
de
Algher,
Alghero
o
Alguer,
una
encantadora
villa
amurallada
abierta
al
mar
que,
aunque
en
los
últimos
años
ha
ido
ganando
popularidad
como
destino
turístico,
conserva
ese
alma
de
pueblo
de
pescadores
y
pasado
medieval
que
la
convierten
en
un
destino
perfecto
y
para
todos
los
gustos.
Conocida
como
el
último
bastión
catalán,
su
pasado
está
muy
ligado
a
la
Corona
de
Aragón
y
aún
se
pueden
escuchar
conversaciones
en
una
suerte
de
dialecto
local
que
combina
el
catalán
actual
con
la
lengua
medieval.
En
Alguer
merece
la
pena
recorrer
a
fondo
su
centro
histórico
de
calles
de
piedra,
todo
un
laberinto
de
callejuelas
donde
parece
a
veces
detenerse
el
tiempo
y
que
de
repente
se
abren
a
preciosas
plazas
llenas
de
vida,
todo
salpicado
de
viviendas
señoriales
y
casas
más
humildes
tradicionales,
iglesias
y
multitud
de
monumentos
y
museos.
Destacan
la
catedral
de
Santa
María
Inmaculada,
de
estilo
gótico
catalán,
así
como
la
iglesia
del
Carmelo
o
la
de
San
Miguel,
con
una
inconfundible
cúpula
de
mayólica
de
colores.
Acercarse
al
mar
es
imprescindible
para
recorrer
todo
el
paseo
de
la
muralla
de
origen
medieval
que
durante
tanto
tiempo
protegió
la
ciudad,
un
baluarte
defensivo
que
además
conserva
diferentes
torres
y
ofrece
unas
vistas
magníficas
del
mar
y
de
la
propia
villa.
El
puerto
pesquero
es
otro
punto
clave,
con
ese
encanto
de
villa
de
pescadores
aún
presente,
y
desde
el
cual
además
parten
rutas
de
excursiones
en
barco
que
llevan
a
destinos
tan
increíbles
como
la
La
Gruta
de
Neptuno
o
Grotta
di
Nettuno,
toda
una
obra
de
arte
de
la
naturaleza
que
ningún
viajero
se
puede
perder
en
su
visita.
Y
quien
busque
también
turismo
de
playa,
tiene
en
los
alrededores
de
Alguero
mucho
donde
elegir,
siguiendo
la
ruta
que
se
puede
iniciar
desde
Capo
Caccia
hacia
el
norte
de
la
isla,
con
su
arena
blanca,
aguas
cristalinas
y
un
entorno
natural
que
invitan
a
la
relajación,
pudiendo
incluso
encontrar
pequeñas
calas
más
recogidas
y
algunas
de
ellas
nudistas.
Desde
Alguero
se
pueden
además
visitar
otros
pueblos
y
villas
más
pequeñas
en
los
alrededores,
como
el
pueblo
medieval
de
Bosa
en
el
estuario
del
río
Temo
y
que
está
dominado
por
un
gran
castillo,
pero
en
la
propia
ciudad
aún
hay
mucho
que
ver
y
degustar.
Resulta
de
lo
más
curioso
el
Museo
del
Corallo
o
museo
del
coral,
y
son
desde
luego
muchos
los
restaurantes
y
tabernas
que
sirven
la
famosa
gastronomía
sarda,
con
sus
influencias
de
la
corona
aragonesa
y
muy
entregada
al
mar,
con
vistas
al
puerto
y
al
mar.
Imágenes
|
Unsplash/Filiz
Elaerts
–
Jürgen
Scheeff
En
DAP
|
Calabacines
al
estilo
de
Cerdeña