En una nuevo segmento de Música Nueva Generación transmitida por Instagram Live en Radio Urbana FM 100.9 y presentada por Rocio Quaranta, te invitamos a que descubras la historia de Acru, el rapero que trascendió fronteras con su música y estilo.
Junto con su generación, abandonó las batallas de freestyle para enfocarse en las composiciones. Pero mientras el resto sigue pisando los terrenos del trap, él decide profundizar en el ritmo de las palabras. “Quiero dejar mi marca en el rap”, dijo en varias oportunidades el cantante Acru.
Desde que Acru se alejó de las batallas de freestyle, algo cambió para siempre. Pero para contar esa historia hay que rebobinar un poco hasta llegar a sus primeros pasos en la improvisación, justo antes de que su nombre empezara a sonar en eventos masivos como El Quinto Escalón, la competencia de freestyle que desde las escalinatas del Parque Rivadavia catapultó al mundo a varios de los artistas que hoy lideran los charts y viven de la música.
Acru es el acrónimo de Agustín Cruz, un chico de 21 años que vive en la zona norte del conurbano bonaerense y que conoció el rap casi sin darse cuenta. Nació en Buenos Aires, pero a los dos años su familia se mudó a Las Talitas, un municipio ubicado al noroeste de la capital de Tucumán. Apremiados por la necesidad económica, sus padres decidieron regresar a Buenos Aires cuando Agustín tenía nueve años. Les habían prometido un trabajo estable, pero cuando llegaron, se dieron cuenta de que el panorama era diferente. Agustín, no obstante, pudo terminar la primaria y empezar la secundaria en la institución que le iba a marcar su destino.
Por su gusto por la pintura y el dibujo, se anotó en el Colegio Polivalente de Arte y se topó con un mundo hasta entonces desconocido: pantalones anchos, latas de aerosol, ruidos con la boca y rimas. Los estudiantes más grandes de la escuela, con los que se cruzaba en los recreos, se convirtieron en sus nuevos héroes. Y enseguida se transformó en uno de ellos. Desde ahí hasta su primera competencia, sus viajes en colectivo por todo el conurbano y la construcción de su propio nombre como freestyler, hay apenas unos años de distancia. Es que Acru creció a la par de la escena y observó desde el centro del cuadrilátero la expansión de un movimiento que justo cuando llegaba a su punto de ebullición, comenzó a desencantarlo: él quería otra cosa.
En 2017, al mismo tiempo que seguía participando de diferentes competencias, lanzó su primer álbum, El origen, compuesto por nueve canciones que hablan de cómo empezó su camino y cuál es su rol en este juego. La disputa interna entre el Acru freestyler y el Acru MC comenzaba a ponerse cada vez más tensa. Hasta que, un día, la soga se rompió. “Tomé conciencia de la disciplina, del canal que es el freestyle y que va mucho más allá de la batalla”, explica Acru una mañana de septiembre en una plaza de su barrio. En su cabeza tiene el inminente lanzamiento de su segundo disco, Anonimato, y habla con la seguridad del que está montado en su propio viaje.
“Este año me encontré con que estaba asentándome cada vez más en el circuito musical. Pude llegar a lograr esa energía, esa sensación y también esa demanda de mi música para poder ser ya un MC más que un freestyler. En el afán de alimentar eso, quise sacar nuevos temas. También empecé a ver que se estaba produciendo mucho de otros géneros de la movida urbana, pero que en el rap faltaba un álbum como los que solía escuchar. Por eso tomé algunas referencias y empecé a armar la estética de los próximos tracks. No quería hacer un tema o dos, quería un conjunto”, relata.
El disco que fue saliendo a la luz en forma de singles alcanzará su estado definitivo a mediados de noviembre. “Me gusta porque cada vez que sale un single, uno le da la atención que se merece a cada canción. En el colectivo del disco podés ir salteando, pero acá tenés que ir viendo capítulo a capítulo, como si fuese la temporada de una serie”, sintetiza Acru. Y adelanta que la fecha de presentación en vivo de Anonimato será el 15 de diciembre en Beatflow.
Acru trabaja en su casa, en su propio espacio creativo, donde tiene el lugar suficiente para escribir, escuchar música o grabar. Ahí arma las maquetas de sus canciones y después las lleva a pulir a Imperia Records. 808 God se encarga de mezclar y masterizar, y de ahí sale el resultado final de su sonido. Pero a Acru le gusta estar en cada detalle: idea sus videoclips, sus campañas en redes sociales, trabaja rodeado de amigos y se ocupa de planificar cada paso. Es tan meticuloso como con sus rimas, que explotan de metáforas precisas. “Quiero sacarme la casaca como Lio, / dejarlos de jeta enseñando mi apellido”, rapea en “Hattori Hanzo”. “Este amor es infinito, / traje luz a mi distrito, como el Diego a la Fiorito”, dice en “Estuve ahí”.
El fútbol es uno de sus lenguajes para explicar el mundo. Pero también podría haber sido su camino. Entrenaba todos los días, pero el doble turno de la escuela lo fue alejando. Todavía lo practica con amigos. Es hincha de Boca y juega de 10, como Juan Román Riquelme. Una de sus canciones más escuchadas, casualmente, es “Román”, y dice mucho de sí mismo: “Escribir con hambre me llevo a ganarme el pan, / con la actitud descarada de picarla en un penal. / En días como hoy quiero ganar un Mundial, / goles olímpicos, joven Román”. En ese mismo tema, que salió en 2017, ya avisaba que estaba buscando otra cosa: “Ya no estoy pa’ duelo rappers, toco y llevo mi parte, / la cual se parte en mi necesidad y lo que se va para mi madre”.
“Siento que, a futuro, voy a poder lograr algo más grande de lo que iba a lograr si me quedaba solo con el freestyle –asegura Acru–. Soy un improvisador, me encanta, me hace feliz. Pero estar tan activo en ese circuito no me iba a hacer bien, por más de que sea redituable. Me pasó que en un momento venía gente a decirme ʽBien ahí, loco, buenísima la que le tirasteʼ. Pero de repente se acercaba otro, pelaba el brazo y me decía: ʽMirá, papáʼ. Y se había tatuado una letra mía. Cada uno sabe lo que elige, pero a mí me voló más la segunda. En una batalla también dependés de lo que haga tu contrincante, en cambio, la composición es algo personal. Siento que la apuesta musical para mi camino, para mi construcción, iba a ser más productiva y de mayor evolución artística. Eso es lo trascendental. Me guardé un poco de algunas cuestiones, pero crecí un montón y ahora que está pasando todo esto me digo a mí mismo ʽGuacho, bien ahíʼ”.
Acru no fue el único de los de su generación que abandonó el mundo de las batallas, pero sí fue uno de los pocos que no se pasó al trap. Ahí radica una de sus mayores diferencias. “Me encantan los géneros, no tengo limitación con ninguno. Desde chico estoy experimentando. De hecho empecé rapeando con una guitarra y un bombo en el colegio, mucho antes de usar un beat. No me veo con las estéticas y los modismos que maneja el trap, porque no los veo en mi día a día. Quizás estoy muy atado a lo que me pasa para escribir, por eso sería medio contradictorio. Los ritmos me parecen versátiles y están buenísimos. Ahora quiero dejar mi marca con el rap, necesito hacer ciertos pasos antes de indagar en otros géneros. Pero soy consciente de que cuando te metés, empezás a experimentar y a adquirir un montón de gustos, de texturas, de colores que te enriquecen. Está buenísimo salir de donde uno anda”, asegura.
Anonimato es el nombre de su nuevo disco y también el concepto artístico que explica su visión actual: “Es cuando el artista pasa a un segundo plano y la obra habla por él”, precisa. Y da un ejemplo: “Cuando vas a una galería de arte y ves los cuadros, conectás con la obra, con el resultado final. El proceso artístico es silencioso, de introspección. Hoy estamos en un momento en que pareciera que la obra es el artista. La selfie, la luz, el flash. Después caemos en que las obras están un poco relegadas. Estoy contento con el proyecto, porque siento que es un disco de rap distinto. Y no lo digo solo como músico, sino como consumidor de rap argentino”.
Fuente: Billboard / Radio Urbana 100.9