El misterioso pueblo de origen medieval en el interior de Tarragona que te encantará si te gusta el senderismo (y el misterio)

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No es habitual que un perro feroz presida el escudo de un pueblo. En España, la heráldica municipal es un reflejo de la historia, de la religión, de la agricultura o de antiguas casas nobiliarias, pero rara vez se vincula a criaturas de aspecto oscuro y origen incierto. 

Por eso, cuando uno llega a Pratdip, en el interior de Tarragona, y ve en su escudo un perro negro de mirada intensa, la curiosidad se dispara. ¿Qué historia puede esconder un símbolo tan inusual?

La respuesta está en una leyenda que atraviesa los siglos. Habla de unos perros espectrales llamados “dips”, que bajaban de las montañas por la noche en busca de ganado, viajantes e incluso personas solitarias. Eran oscuros, silenciosos, con ojos brillantes que se encendían en la penumbra. 

No ladraban, no gruñían, pero se dejaban sentir. Las historias sobre ellos se contaban entre susurros, como advertencias a los niños y como recuerdo de un tiempo más supersticioso. 

El nombre del pueblo parece provenir de ahí: Pratdip, o lo que podría interpretarse como el prado de los dips, un claro en el bosque donde rondaban estos seres. Aunque la leyenda no se puede verificar, el impacto que ha dejado en la identidad del pueblo es innegable.

Ruta Dels Dips

Ruta Dels Dips

Uno de los elementos de la Ruta dels Dips. ©Turisme Pratdip.

Pratdip está encaramado en la sierra de Llaberia, en la comarca del Baix Camp. A menos de media hora de la costa pero lo suficientemente alejado como para que todo su entorno esté envuelto por montes, bancales de olivos y antiguos caminos de piedra. Es uno de esos pueblos donde el tiempo parece avanzar más despacio, donde la arquitectura conserva ese aire rústico y funcional, y donde el silencio tiene protagonismo.

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Qué hacer en Pratdip (Tarragona)

El núcleo urbano es compacto, con casas de piedra, calles estrechas y rincones en los que se cuelan la sombra y el musgo. Desde la entrada ya se intuye que Pratdip no es un sitio cualquiera. 

Panorámica del pueblo

Panorámica del pueblo

Panorámica de Pratdip. ©Turisme Pratdip.

De hecho, si uno camina con atención por sus callejuelas, puede ir descubriendo representaciones de los míticos dips escondidas en fachadas, esquinas y plazas. A veces se trata de esculturas, otras de relieves discretos o incluso dibujos hechos con azulejos. Esta búsqueda se ha convertido en una de las actividades más curiosas para los visitantes: una especie de juego entre lo turístico y lo legendario.

Pero más allá del misterio, Pratdip ofrece mucho a quienes disfrutan del turismo activo. La sierra de Llaberia, que se alza al norte del pueblo, está surcada por rutas de senderismo bien señalizadas

Algunas ascienden hasta la Mola de Colldejou, un mirador natural desde el que se divisa el mar, el campo y las montañas de Prades. Otras bajan por antiguos caminos de herradura entre pinares y zonas de matorral mediterráneo. Las rutas varían en dificultad y duración, lo que permite que tanto caminantes ocasionales como senderistas experimentados encuentren opciones a su medida.

Serra De Llaberia

Serra De Llaberia

Serra de Llaberia, en Pratdip. ©Turisme Pratdip.

Una de las rutas más recomendadas es la que lleva hasta el Santuario de Santa Marina, situada en un paraje que mezcla el verde del bosque con la piedra rojiza típica de la zona. Esta pequeña capilla es un buen lugar para detenerse, comer algo y dejarse llevar por el entorno. En los alrededores, la fauna es diversa: no es raro ver rapaces, ardillas, e incluso huellas de jabalí si se madruga lo suficiente.

La mejor época para visitar Pratdip es entre la primavera y el otoño. Durante los meses de marzo a junio, el campo estalla en flores y el clima es ideal para caminar. En septiembre y octubre, los colores del paisaje se vuelven más cálidos, con tonos ocres y rojizos que le dan un encanto especial a la sierra. 

Santuari De Santa Marina

Santuari De Santa Marina

Santuari de Santa Marina. ©Turisme Pratdip.

El verano puede ser caluroso en las horas centrales del día, pero las primeras horas de la mañana y las tardes permiten excursiones agradables. El invierno, aunque frío, tiene su propia magia. Las nubes bajas, la niebla sobre las cumbres y la tranquilidad total hacen que el pueblo recupere esa atmósfera recogida y casi mística que conecta directamente con su leyenda.

Al volver al pueblo después de una caminata, siempre queda tiempo para explorar con calma. Una parada en la iglesia parroquial de Santa Eulàlia, de origen medieval, permite descubrir una construcción sencilla pero con personalidad. Desde allí se accede a la plaza, donde la vida pasa sin prisa y donde puede que algún vecino te cuente historias sobre los dips, como si no fueran solo leyenda.

Imágenes | Pratdip Turisme

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