Esta temporada de ‘El ministerio del tiempo’ estaba destinada a ser algo especial, un upgrade sobre las anteriores para hacer efectiva una vuelta a la vida que demostrase que la cancelación tras la tercera era una equivocación. Para ello, contamos de nuevo con la presencia de Rodofo Sancho como Julián y solo faltaba Aura Garrido por unirse a la fiesta. En el episodio ‘Bloody Mary Hour’ volvemos a ver a Amelia Folch en un momento clave, pero no esperen ver al grupo reunido de nuevo.
La reaparición de un personaje tan fundamental como Folch es agridulce por dos razones principales. No es un fichaje completo para el resto de temporada, sino una aparición especial que no se repetirá en el resto de episodios. Por otra, porque el uso que se le da al personaje conecta con el aspecto menos interesante del mismo, apenas mucho más que ser el interés romántico de otro personaje. No hay nada de la Amelia que investiga, tiene recursos y conocimientos.
A PARTIR DE ESTE MOMENTO PUEDE HABER SPOILERS DE LA TRAMA
El desaprovechado regreso de Amelia
Dicho esto, la aparición tiene un punto emotivo, por lo que significa para un Julián amnésico que se niega a salir de su nueva identidad en un conflicto muy bien planteado e interpretado por Sancho, que realmente parece otra persona incluso en el aspecto físico. Su recuperación durante el episodio pasa por un repaso de algunos “grandes éxitos” de la serie y sus figuras históricas que sirven para cimentar de nuevo a un personaje que ha estado ausente en la estupenda tercera temporada, probablemente la más potente en su historia general, pese a las ausencias.
El uso de fotos y un método freudiano por parte de Amelia acaba en una nota emotiva y satisfactoria en lo que es un episodio falto de vitaminas, pero también deja la sensación de que un regreso de la actriz, que parece tener la agenda demasiado llena como para volver a una de las series claves de la nueva ficción televisiva en España, ha sido un poco desaprovechado. Lo cierto es que su reemplazo, Lola, no tiene el mismo carisma, y la popularidad de Macarena García no llena el hueco dejado por Folch.
Dicho esto, la recuperación del personaje de Julián abre posibilidades para episodios con una gran banda, aunque la inexplicada e inexplicable ausencia de Lola en esta tercera entrega hace pensar que en la sala de guionistas no les gusta aturullarse con exceso de protagonistas en un mismo episodio. El problema es que la falta, precisamente, de Lola, hace pensar en una política de “solo una mujer mona por episodio, gracias” que subraya el carácter de reemplazo de García de forma poco elegante.
Tono plúmbeo y sin la chispa habitual
Por otra parte, puede que por el divertido episodio anterior, esta aventura más sobria, en la que Pacino, Alonso e Irene viajan al Londres de 1554 para impedir el asesinato de la futura reina Isabel I, cuando un joven Felipe II es rey consorte de su hermanastra María Tudor, acabe siendo monocorde. El encuentro con el gran Duque de Alba lleva a algunos momentos un poco zafios y, en general, tanto en ritmo como en chispa no es uno de los mejores episodios, pese a que confirma un nuevo carácter más maduro y pausado que, al menos, trata de evolucionar y no repetirse.
La bonita coda final es uno de esos momentos de magia que solo consigue crear esta serie, con Lorca escuchando sus poemas en un tablao flamenco afirmando «entonces, he ganado yo«, y además deja también una interesante vía abierta a los posible problemas de cambio de la historia que puede causar este Julián recién despierto, cuando le avisa al poeta de su propia muerte. Sin embargo, ‘Bloody Mary Hour’ pone de manifiesto un preocupante problema de tono en esta nueva temporada.
Pese a la buena recepción del programa dedicado a Almodóvar, el momento ‘Life on Mars’ sostenía una gravedad excesiva, en su implicación con el dramático impacto del sida en la comunidad LGTB en los 80, que contrastaba con la diversión del ‘Un, dos, tres’ y el lado frívolo de la movida. Un elemento que en un episodio no molesta, pero sumado a este crea un patrón poco halagüeño en el tono de una serie que, precisamente, gana con la interacción más ligera de sus Alonsos y Pacinos. Veremos si hay un plan mayor para una temporada cuyo arco sigue siendo intrigante.