El lince ibérico blanco de Jaén parecía una proeza de la naturaleza. En realidad solo estaba estresado

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En los últimos días, una fotografía ha inundado redes sociales y titulares. En ella se ve un lince ibérico de pelaje blanco que a priori marcaba un momento histórico: el primer caso de albinismo en la especie del lince ibérico y justamente en Jaén y que apuntaba a una anomalía genética que reducía la pigmentación del pelaje sin afectar al color de los ojos. Pero la realidad ha sido muy diferente (y un poco decepcionante). 

La importancia. A priori, esta fotografía hecha por Ángel Hidalgo marcaba algo histórico y que podía haber cambiado la percepción que tenían los biólogos de la especie. Pero al final no ha sido así, como han podido ver los especialistas del Proyecto Life Lynx Connect: simplemente está estresado y le aparecieron canas (lo mismo que ocurre entre los humanos). 

El contexto. Ángel Hidalgo, de 29 años, lleva años utilizando cámaras de fototrampeo para documentar la fauna del sur peninsular. “Cuando apareció aquella figura blanca en la pantalla, supe que estaba ante algo único. Lo llamo el fantasma blanco del bosque mediterráneo”, relató en sus redes sociales. Su imagen, acompañada de hashtags como #linceblanco se viralizó en pocas horas en redes sociales. 

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En un principio, varios medios apuntaron a un caso de leucismo, fenómeno bien documentado en aves y mamíferos, pero nunca confirmado científicamente en linces ibéricos. Sin embargo, los inspectores y biólogos del Plan de Recuperación del Lince Ibérico rápidamente salieron a aclarar el malentendido.

“El animal existe, la fotografía es auténtica, pero no es un leucismo”, explicó Javier Salcedo, coordinador andaluz del Plan. “Se trata de una alteración pasajera en la pigmentación que puede estar relacionada con altos niveles de estrés o con un episodio de debilidad fisiológica. Es totalmente reversible y no supone un riesgo para la salud del ejemplar”.

Cuando el estrés apaga el color. El color del pelaje de los mamíferos depende de la cantidad y tipo de melanina sintetizada por células llamadas melanocitos, como ocurre en los humanos. Una melanina que está muy controlada por diferentes rutas hormonales que son sensibles a muchos factores externos como por ejemplo el cortisol que pueden bloquear parcialmente la actividad de melanocitos. 

El problema en este caso es que el cortisol es conocida como la hormona del estrés, y por ende un mayor estrés reduce la actividad de estos melanocitos. 

Este fenómeno ha sido descrito en un amplio rango de animales, desde ratones de laboratorio hasta zorros árticos y primates, en estudios publicados en NaturePigment Cell & Melanoma Research o Scientific Reports. Incluso los humanos lo experimentamos: la conocida “canicie por estrés” responde al mismo mecanismo.

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En el caso del lince ibérico, un animal especialmente sensible a las perturbaciones de su entorno, basta con un periodo prolongado de tensión —por competencia territorial, escasez de presas o ruido humano cerca de sus zonas de cría— para activar estos procesos.

Lecciones de un espejismo biológico. El revuelo mediático también refleja un fenómeno contemporáneo: cómo las redes sociales pueden transformar en noticia científica una simple imagen. En este caso, la desinformación sobre leucismo y albinismo se propagó más rápido que las aclaraciones técnicas por parte de los expertos en X o Instagram. 

De esta manera, se nos recuerda que en ciencia de la conservación, los detalles fisiológicos importan tanto como los grandes números. Un solo lince que cambia su color por estrés puede revelar tensiones acumuladas en todo un ecosistema, pero no una mutación muy rara en su genética que provoque ese pelaje tan curioso. 

Portada | Ángel Hidalgo

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