Hace años que sigo este programa, El jefe infiltrado, una copia de un programa que emitían en Estados Unidos, no sé si sigue en antena. En 2014 aterrizó en nuestro país y los espectadores comenzamos a llorar a moco tendido al ver cómo un jefe empatizaba con sus empleados. Desde problemas con un hijo enfermo, no haber ascendido jamás, tener dos empleos, y así hasta el infinito: el pan nuestro de cada día.
La reflexión que se extrae de inmediato ante este formato televisivo es: ¿Lo hacen porque de veras quieren mejorar o para hacer publicidad de su empresa? En algunos casos, más les valdría quedarse en casa porque lo que vemos en cuanto a infraestructuras o las responsabilidades de algunos trabajadores es para morir de vergüenza.
Algo falla cuando necesitas que un programa te diga en qué estás equivocando
Hace unos días, Carlos Roberto reflexionaba sobre este programa y si éste era necesario. Sabemos que es espectáculo y que en nuestro país somos muy dados a copiar formatos que triunfan en USA. ¿Pero en empresas que no son multinacionales es necesario ponerse una peluca para trabajar junto a tus empleados?
La falta de comunicación entre un jefe y sus empleados, una mala noticia
Las ventas caen en picado, la plantilla está desmotivada, el ambiente resulta insoportable cuando llegas a tu empresa, pero miras para otro lado y te refugias en tu despacho.
Ojos que no ven, corazón que no siente. Tan absurdo, como el bloquear a una persona en una red social y creer que no existe.
Ni los empleados ni sus problemas, ni las presiones a las que se ven sometidos, ni la apatía por desempeñar su trabajo van a desaparecer sólo por mirar a otro lado y codearte con otro tipo de miembros de la organización.
¿Cómo va a ir bien tu empresa si hace cinco años que no hablas con ningún trabajador
Es una expresión manida, pero sin empleados, la empresa desaparecería. Eso de «ahí tienes la puerta», pasó a la historia (o eso nos gustaría pensar) porque contar con un buen trabajador, responsable y que saca adelante su trabajo y parte de otro compañero porque le entusiasma lo que hace, merece un reconocimiento.
Pero la cultura de creer que le haces un favor a esa persona por contratarla, no es sólo absurda, también es deplorable para cualquiera que se haga llamar jefe.
Ese tipo de programas como El jefe infiltrado, aparte de ser un espectáculo preparado para llegar al corazón de los espectadores y lograr la lágrima fácil, en realidad es un reflejo real-ficticio, de lo que ocurre en muchas organizaciones. Tu jefe no sabe ni cómo te llamas, qué haces en su empresa ni la cantidad de esfuerzo que realizas a diario por ser productivo.
El buenismo no pasa por dar una palmada en la espalda, al menos en el mercado laboral
Algunos psicólogos están muy en contra de esas corrientes que defienden un positivismo irreal, donde parece pecado mortal expresar todas las emociones que tenemos.
Al trabajo no siempre se llega contento, en el trabajo no siempre se tienen ganas de realizar la tarea que te corresponde, y si a eso (tan humano como natural) le unes que tu jefe apenas sabe que existes, es más que probable que huir de tus responsabilidades sea una opción.
¿El motivo? Eres invisible. Una buena relación con toda la plantilla quizás sea imposible si hablamos de una gran empresa, pero si se trata de una pyme, lo lógico, lo natural y hasta lo obligatorio sería que tu superior supiera no sólo tu nombre, sino el tiempo que llevas trabajando para él y algo sobre tu vida personal.
Imagen|Pixabay