Cada vez somos más voces —incluida la mía— las que, puede que en una señal de senectud prematura, ponen el grito en el cielo mientras se llevan las manos a la cabeza frente a un presunto estado de la industria cinematográfica actual en el que la creatividad y el riesgo, o bien parecen haber muerto a favor de las franquicias y las fórmulas, o han quedado desterradas a las profundidades de los gigantescos y laberínticos catálogos de las plataformas de streaming.
Pero, en medio de lo que parece ser un cambio radical en la tendencia de los hábitos de consumo, producción y distribución, aún quedan autores y compañías que continúan arriesgando y llevando a las salas de cine títulos que, en pleno 2022, casi podrían ser considerados como pequeños milagros. Sin ir más lejos, el estreno de ‘X’ de Ti West está a la vuelta de la esquina, pero la muestra más reciente de esta suerte de résistance fílmica es la descomunal épica vikinga ‘El hombre del norte’.
Después de enamorar —más en el circuito de festivales que entre el público tradicional, todo sea dicho— con su excepcional debut ‘La bruja’ y esa pesadilla febril monócroma titulada ‘El faro’, Robert Eggers ha vuelto a la carga con una nueva rareza en la que terror, venganza y mitología nórdica se dan la mano en uno de los espectáculos más sugestivos y viscerales que hemos podido disfrutar en la gran pantalla durante los últimos años.
La atmósfera contra la espada
Todo aquél que esté familiarizado con la obra previa de Eggers podrá intuir de buenas a primeras que ‘El hombre del norte’ no es, en absoluto, un filme convencional. Una vez más, el natural de New Hampshire ha vuelto a manifestar su enorme pasión por los grandes cineastas europeos al filtrar las bases narrativas y conceptuales de ‘Conan el Bárbaro’ a través del prisma de leyendas como Carl Theodor Dreyer, Werner Herzog —es complicado no pensar en su ‘Aguirre’— o el Tarkovski de ‘Andrei Rublev’.
Aunque los avances publicados hasta la fecha puedan invitar a pensar en una orgía de violencia, espadazos y vendetta a la escandinava —elementos que están presentes, y en no pocas cantidades—, la cinta se revela mucho más interesada en representar a fuego lento el folclore de la zona mientras lo introduce bajo la piel del espectador abrazando códigos propios del horror y sin titubear al apostar por lo onírico; generando una atmósfera tan magnética como malsana y enrarecida.
Si estas pretensiones resultan tan satisfactorias es, en buena parte, gracias a un tratamiento formal excepcional y, a su manera, hermoso, que podría invitar a pensar en una alternativa multimillonaria a la magnífica ‘Valhalla Rising’ de Nicholas Winding Refn. El mimo volcado en la planificación y la puesta en escena por parte de Eggers se combina una vez más con la dirección de fotografía de Jardin Blaschke —su DOP de cabecera—, que imprime sobre 35mm instantáneas inolvidables; incluyendo unos primeros planos arrebatadores rodados con lentes Petzval.
Por desgracia, el talento desbordante que destila cada una de sus escenas, la visceralidad que envuelve su trama y el brillante modo en que se traslada a la pantalla no será fácil de digerir para todo el mundo, en parte, gracias a unos tráilers que ponen toda la carne en el asador obviando un tono y una cadencia que poco tienen en común con Schwarzenegger desmembrando enemigos en la mencioanda joya de John Milius. No obstante, quien se entregue sin prejuicios a los muchos placeres que ofrece ‘El hombre del norte’ descubrirá una de esas obras únicas y en peligro de extinción condenadas, injustamente, a pegarse un batacazo tremendo en taquilla.