Hoy en día asumimos que si queremos desarrollarnos profesionalmente tenemos que renunciar a una esfera de nuestra vida que tiene que ver con el ámbito personal o familiar. Para progresar en una empresa, para subir en el escalafón o para llevar nuestro propio negocio el número de horas que vamos a dedicar es interminable. Por eso creo que erramos en el diagnóstico y el debate no debe ser el tiempo de la jornada sino la conciliación y los horarios.
Deberíamos hacer una reflexión como sociedad de qué tipo de trabajo queremos y si tenemos que renunciar a nuestra carrera profesional para conciliar la vida familiar. Recientemente hemos visto como un alto ejecutivo renunciaba a la suya en favor de que su mujer pudiera desarrollar su profesión dedicando las horas necesarias para ello.
La cuestión es ¿estamos obligados a elegir llegados a determinados puestos de responsabilidad? O si lo que queremos es ser nuestros propios jefes y decidimos en un momento de enajenación mental transitoria hacernos autónomos o emprender. Ya sabemos que los comienzos van a ser duros y que nos faltarán horas.
Pero en definitiva se busca un horizonte mejor, no solo para nosotros, sino para todos los que nos rodean. El problema en muchos casos tiene que ver con la capacidad para delegar. No conozco muchos casos donde el responsable de un negocio haya confiado en la gente que trabaja con él para, dejar que el peso del día a día recaiga en ellos mientras él se dedica más a la coordinación y la toma de decisiones.
Delegar no es un síntoma de debilidad, sino de fortaleza, de liderazgo bien entendido
A la mayoría les cuesta desprenderse de ese control por detalles a veces insignificantes, que les roban mucho tiempo y no aportan nada de valor al negocio. También de entender que a veces la mejor opción es externalizar determinadas cuestiones de nuestra empresa, que no podemos hacerlo todo solos.
También conozco a otras personas que no les cuesta tomar esta decisión. El trabajo es una válvula de escape precisamente del resto de ámbitos de su vida. Y la excusa perfecta para alargar horarios, viajar y no pasar más del tiempo imprescindible con su familia. Es su elección y es respetable, pero no podemos dejar que sean éstos precisamente los que impongan y decidan cuantas horas tenemos que trabajar y qué horarios imponer al resto.
Un último aspecto a tener en cuenta es si cómo país podemos sostener un recorte de la jornada. Al menos sin recortes significativos en cuestiones básicas como pensiones, sanidad, educación o infraestructuras. ¿Qué impacto tendría en el PIB un recorte en la jornada laboral? ¿Y un cambio de horarios y reducción de horas de comercios abiertos?